Vigilia por las ballenas del Atlántico Sur

Ballena franca del Atlántico Norte Crédito: IFAW CC-BY-NC
Ballena franca del Atlántico Norte Crédito: IFAW CC-BY-NC

La creación de un extenso refugio para las ballenas del océano Atlántico, clave para el turismo sustentable, se pondrá a votación de la comunidad internacional el lunes 2 de julio en Panamá, y América Latina puja por su aprobación.

Ese día comenzará la reunión de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), integrada por 88 países, que deberá decidir sobre la creación del Santuario Ballenero del Atlántico Sur, propuesta que se presenta desde 2001.

"Las ballenas son los bosques de los océanos, y por nosotros y por las generaciones futuras las debemos proteger", dijo a IPS desde Panamá la argentina Roxana Schteinbarg, coordinadora ejecutiva del Instituto de Conservación de Ballenas.

"Los santuarios son la herramienta de manejo más eficaz para dar a las ballenas un hogar seguro en los océanos", dijo la activista, que forma parte del grupo de la sociedad civil que asiste a las deliberaciones previas al encuentro oficial.

La CBI creó en 1979 el Santuario Ballenero del Océano Índico y en 1994 el del Océano Austral. Pero desde 2001, el rechazo a la protección de los cetáceos, liderado por Japón, impide la creación de un área similar en el Atlántico.
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A pesar de la resistencia de Tokio, la CBI aprobó en 1982 una suspensión a la caza comercial, que entró en vigor en 1986. Pero Japón sigue capturando bajo la polémica autorización de fines científicos, concedida por la Comisión.

"Desde la moratoria, Japón capturó más de 8.000 ejemplares en el Santuario del Océano Austral, convirtiendo sus aguas en escenario de una masacre de ballenas que deben ser protegidas", dijo a IPS la chilena Elsa Cabrera, también desde Panamá.

Cabrera, directora ejecutiva del Centro de Conservación Cetácea de Chile, advirtió que el santuario atlántico permitiría ampliar la extensión protegida allí donde se practicó la mayor caza comercial a gran escala antes de la moratoria.

El área propuesta comprende toda la extensión este-oeste del Atlántico, y desde el extremo norte de Brasil hasta el sur de Argentina, y desde Guinea Ecuatorial en África hasta el punto más austral de Sudáfrica.

Se protegerían así 54 especies que representan más de 60 por ciento de los cetáceos del planeta, siete de ellas intensamente migratorias, pues se alimentan en la región antártica y se reproducen en aguas subtropicales, tropicales y templadas, explicó Cabrera.

"Por eso, para preservar estas especies, el área debe ser extensa", remarcó. La votación de esta propuesta se realizará el primer día de las deliberaciones de la CBI, que continuarán hasta el 6 de julio.

Si bien el apoyo a la iniciativa crece sistemáticamente, los activistas temen que los países que respaldan la cacería comercial traben una vez más el proyecto, que requiere una mayoría de tres cuartos de los votos.

Schteinbarg aseveró que una "corrupta política de compra de votos por parte de Japón" frenó otras veces la creación del santuario. En 2011, Argentina y Brasil presentaron de nuevo la iniciativa, que estuvo cerca de ser aprobada.

Pero un grupo de países aliados a Japón abandonó el recinto al momento de la votación y bloqueó la asamblea que debió posponer la decisión hasta la cita que empezará el lunes en Panamá.

Los santuarios son áreas "libres de cacería de ballenas, donde no se pueden realizar actividades que puedan hostigar" a los cetáceos y que permiten asegurar su protección a largo plazo, explicó a IPS el brasileño José Truda Palazzo, también entrevistado por teléfono desde Panamá.

Truda, conservacionista de extensa carrera y exjefe de la delegación oficial brasileña a la CBI, sostuvo que "en los santuarios, las ballenas encuentran el ambiente necesario para su reproducción, crianza, lactancia, alimentación o migración, sin la amenaza de la cacería".

No son áreas completamente restrictivas, ya que se permite la investigación no letal y se fomenta el turismo de observación, que creció a un ritmo de 11,3 por ciento anual desde 1998, beneficiando a unas 500 comunidades del mundo, dijo.

"Es anacrónico seguir pensando en comercializar la carne" de estas especies, apuntó el brasileño. "Una ballena viva puede ‘reavistarse’ a lo largo de toda su vida. En cambio, la industria ballenera agota el recurso y beneficia a unos pocos", arguyó.

Los tres consultados coincidieron en que la sociedad civil y los gobiernos de América Latina sumaron esfuerzos para esta iniciativa ya que el santuario favorece intereses de muchas comunidades que viven del uso no letal de las ballenas.

Schteinbarg sostuvo que, a través del Grupo de Buenos Aires, creado en 2006 en la capital argentina, los países latinoamericanos se erigieron en un colectivo "muy activo" a favor de la conservación y de un cambio radical en la estrategia de la CBI.

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