Enfermedades cardiovasculares, una pandemia en expansión

Las enfermedades cardiovasculares han sido durante medio siglo la principal causa de muerte en los países occidentales y recientemente han comenzado a dominar las estadísticas médicas en el sur del mundo. En India, por ejemplo, las afecciones a las coronarias son ahora el mayor asesino de sus habitantes, mientras los derrames cerebrales se acercan al segundo puesto.

Actualmente, las enfermedades cardiovasculares matan unos 17 millones de personas por año en el mundo y un número creciente sufre ataques al corazón o apoplejías entre los 40 y 50 años.

La expansión de la pandemia responde a una serie de causas complementarias. La gente vive más años, su alimentación es poco saludable, fuma más y hace menos trabajos manuales. Cada vez más ciudadanos viajan en tren, ómnibus o automóvil en lugar de caminar o emplear la bicicleta.

La mayoría de la población mundial está respirando aire seriamente contaminado. Las pequeñas partículas que inhalamos no siempre son exhaladas.

Esas partículas pueden moverse desde los pulmones hacia otros órganos o se convierten en parte de las placas formadas por bacterias en las paredes de nuestras arterias. Otro factor puede ser la reducida exposición a la luz solar, pues hace que nuestra piel convierta menos colesterol en vitamina D.

Sin embargo, el principal causante de la epidemia cardiovascular puede ser el creciente uso de aceites y grasas insalubres, cuyo consumo mundial asciende actualmente a 150 millones de toneladas.

Un tercio del total proviene de una sola especie, la palma africana (Elaeis guineensis), que es una prolífica productora de aceite vegetal.

Desafortunadamente, el aceite de palma contiene casi 50 por ciento de ácido palmítico que es, para el corazón y las venas, uno de los ácidos más malsanos.

Y el aceite de coco, que suministra cinco por ciento de los aceites comestibles, es aún menos sano.

Según previsiones oficiales, el consumo mundial de aceites comestibles aumentará a 300 millones de toneladas para 2030. Se estima que la mayor parte del aceite producido para satisfacer este incremento de la demanda provendrá de plantaciones de palmas.

En Malasia e Indonesia, así como en una serie de otros países, la tala de enormes áreas en las selvas tropicales ha dejado lugar a plantaciones de palmas.

En Indonesia ya hay nueve millones de hectáreas plantadas con esta oleaginosa y las compañías han presentado solicitudes para sembrar otros 26 millones de hectáreas.

Estas noticias horrorizan a los ambientalistas. Pero no es todo. Más de dos millones de hectáreas plantadas con palmas de aceite han sido situadas en suelos profundos de turba, lo que causa elevadas emisiones de dióxido de carbono como consecuencia de la oxidación del combustible.

Los efectos sobre la salud pública de esta neta tendencia reciben mucha menos atención de la debida. Si la humanidad triplica o cuadruplica su consumo de aceite de palma, la actual pandemia cardiovascular se agravará, sobrecargando los sistemas de salud pública y restándoles tiempo y recursos para tratar las enfermedades de la gente pobre.

El mundo necesita vastas cantidades de aceites comestibles más sanos para prevenir algo que de otro modo bien podría convertirse en el peor desastre de la salud pública en la historia mundial.

Los aceites comestibles más sanos contienen muy pocos ácidos grasos saturados y un alto porcentaje de monoinsaturados.

Las grasas poliinsaturadas son, por supuesto, más saludables que las saturadas, pero son menos estables que las monoinsaturadas.

Muchas plantas producen aceite que tiene una cantidad de ácidos grasos monoinsaturados y solo un poco de grasas saturadas, pero dos de ellos son especialmente importantes: los de oliva y de aguacate (palta).

Más de 80 por ciento del aceite de oliva consiste en grasa monoinsaturada que ayuda a mantener altos los niveles del colesterol bueno y bajos los del colesterol malo. Según algunos estudios, el aceite de oliva podría inclusive reducir en 45 por ciento el riesgo para las mujeres de contraer un cáncer de pecho. (FIN/COPYRIGHT IPS)

* Risto Isomaki, ambientalista y novelista finlandés.

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