Habitantes de Tawargha siguen pagando presunta lealtad a Gadafi

Un hombre de Tawargha con una lista de personas desplazadas en el campamento de Fallah. Crédito: Rebecca Murray/IPS.
Un hombre de Tawargha con una lista de personas desplazadas en el campamento de Fallah. Crédito: Rebecca Murray/IPS.

La población de la ciudad libia de Tawargha, de origen subsahariano, huyó de allí durante la guerra civil de 2011. Un año después, sigue sin poder regresar a su demolido hogar.

"Estábamos bajo un fuerte bombardeo, muchas personas murieron y huimos sin nuestras pertenencias", recordó Huwaida, una estudiante de 23 años que ocupa con otras 200 personas el campamento de Fallah, una obra en construcción abandonada al sur de Trípoli. La costera Tawargha sirvió durante casi dos meses de cuartel general de las fuerzas del ahora fallecido líder libio Muammar Gadafi para el terrible asedio que sufrió el cercano enclave rebelde de Misurata, 187 kilómetros al este de la capital.

Gadafi gobernó el país entre 1969 y octubre de 2011.

La familia y amigos de Huwaida están dispersos entre Trípoli, la nororiental ciudad de Bengasi y la desértica ciudad de Sabha, en centro del país. Ella sostiene que los 30.000 habitantes de Tawargha sufren un castigo colectivo por el baño de sangre que los leales a Gadafi orquestaron desde esa ciudad.

Misurata fue una de las ciudades más golpeadas durante el conflicto. Tras su liberación en agosto, sus milicianos rebeldes se desplazaron hasta Tawargha, unos 40 kilómetros al este, y emprendieron la venganza: destruyeron sistemáticamente uno a uno los edificios abandonados.
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La comunidad de Tawargha se disculpó con Misurata por su papel en el conflicto y expresó su voluntad de reconciliación. También votó en las elecciones del 7 de julio, en las que su candidato Maree Mohammad Mansur Raheel obtuvo un escaño independiente en el legislativo Congreso Nacional.

Ahora reclaman un gobierno central fuerte que sea capaz de forjar un proceso de reconciliación justo y efectivo.

"La población de Tawargha reconoce y se disculpa por lo que hicieron algunos de sus miembros", indicó Abdel Rahman Mahmoud, un dirigente local que ahora reside en el campamento de Fallah y que fue una de las personas que habló para IPS sobre esta herencia del conflicto.

"El segundo paso tendría que ser llevar a la justicia a quienquiera que haya violado la ley en ambos bandos. La gente de Misurata debería darnos una lista de las personas ‘buscadas’ de Tawargha. Es lo que esperamos", apuntó. "La gente está harta, esto lleva mucho tiempo", se lamentó.

"Hay dos tipos de personas en Misurata", indicó Mahmoud. "Los jóvenes e insensatos que no quieren que regresemos. Pero los sabios y religiosos sí quieren, así como que termine este asunto", añadió.

Los habitantes de Tawargha no pueden trabajar y dependen de la caridad. Suele haber ataques violentos contra los residentes de campamentos para desplazados de Trípoli y Bengasi. Así que rara vez salen fuera por temor a ser secuestrados, detenidos o torturados.

Durante un año, la familia de Huwaida ocupó una casa rodante en mal estado en el campamento de Fallah. El lugar fue abandonado por una compañía turca cuando comenzó la guerra civil, pero todos pueden ser expulsados cuanto regrese.

La comisión de investigación del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) publicó el 2 de marzo un informe crítico sobre las acciones de los grupos armados de Misurata tras la revuelta.

"Los 'thuwar' (grupos armados) de Misurata mataron, detuvieron de forma arbitraria y torturaron a la población de Tawargha en todo el país. Sus acciones pretendieron dejar la ciudad inhabitable. Asesinatos, torturas y tratos crueles así como los pillajes ocurridos durante el conflicto, constituyen crímenes de guerra", señala el documento.

"Donde esas acciones se siguen cometiendo, violan los derechos humanos consagrados por el derecho internacional. Las torturas y asesinatos de los thuwar de Misurata, por la forma generalizada y sistemática en que se han cometido, son pasibles de constituir crímenes contra la humanidad, y los hechos indican que ese tipo de crímenes se han perpetrado", agrega el informe.

Las aguas azules del mar Mediterráneo cubren suavemente una desértica playa a las afueras de Misurata. La franja de arena blanca es el refugio tranquilizador de Ahmad el-Wash, un pescador de 50 años, ávido lector y combatiente herido durante la revuelta.

"Los tawarghíes no tiene posibilidades de regresar", dijo con tranquilidad. "Quedé conmocionado por lo que hicieron durante la revuelta", apuntó.

"Libia es un país grande. Pueden construir una pequeña ciudad en algún lugar del sur", añadió.

La sangrienta y larga batalla de Misurata dejó cientos de personas muertas y el centro de la ciudad destruido. Pero lo más polémico fueron las violaciones y torturas masivas sufridas por la población local a manos de combatientes de Tawargha.

"El gran tema no son los asesinatos", señaló Salim Beit Almal, el nuevo jefe del concejo local. "Son las violaciones y las torturas. Las violaciones son un punto de inflexión en todo este asunto", remarcó.

El entonces fiscal jefe de la Corte Penal Internacional (CPI), Luis Moreno- Ocampo, visitó Misurata en abril para investigar las acusaciones de violaciones en el marco del caso contra miembros del disuelto régimen de Gadafi.

Ibrahim Beit Almal, director de inteligencia militar de Misurata, muestra una lista de 3.000 combatientes de Tawargha "buscados" que dice haber entregado al comité de reconciliación de Bengasi hace dos meses. Pero no ha habido respuesta.

Salim Beit Almal responsabiliza a las autoridades interinas por no atender los problemas. "Si eres víctima y el gobierno no actúa, entonces te ves obligado a defender tus derechos por tu propia mano", señaló.

"Seré franco", dijo en forma pausada. "Sabemos que todos los tawarghíes no son criminales, sin duda. Pero el gobierno debe construirles una ciudad lejos de Misurata. No pueden vivir cerca, al menos por un par de años", explicó.

"El problema es que necesitan protección y no podemos tener un guardia por persona. No podemos controlar a todo el mundo. Imagine si regresan y un tipo con un arma dispara a varios tawarghíes. ¿Qué pasaría entonces?", preguntó.

El investigador Bill Lawrence, del Grupo Internacional de Crisis, opina que las listas de personas requeridas indican cierto avance e intento de justicia, en lugar de la persistencia de venganzas colectivas.

Pero, alertó, "si Libia permanece en un esquema de retribución, aun si hay listas y se actúa según procedimientos legales, esa situación podría prolongarse durante años, con pésimas consecuencias. También podría evolucionar en un conflicto de largo plazo", explicó.

En el campamento de Fallah, el tawarghí Mahmoud cuenta sobre su infancia, vinculada a Misurata, y los amigos que tenía allí antes de la guerra civil.

Uno de ellos es el coronel Ramadan Ali Mansur al-Zurmuh, jefe del Concejo Militar de Misurata.

"Perdió un hijo", indicó Mahmoud. "Yo perdí a mi hermano, su esposa y sus hijos. La familia desapareció". Entonces suspira. "Tenemos que llegar a un acuerdo".

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