Indígenas-Santos: el diálogo colombiano que no fue

Santos junto a sus anfitriones indígenas con el bastón de mando que le obsequiaron al iniciarse el encuentro Crédito: Andrés Piscov – Presidencia de Colombia
Santos junto a sus anfitriones indígenas con el bastón de mando que le obsequiaron al iniciarse el encuentro Crédito: Andrés Piscov – Presidencia de Colombia

Por más que el escenario del diálogo entre los indígenas del Cauca y el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, estaba servido, un punto en común quedó en el aire la semana pasada: el respeto a los sitios sagrados.

El miércoles 15, el mandatario colombiano honró la invitación que le hicieran las autoridades indígenas del suroccidental departamento del Cauca y acudió a lo que se planteó como un diálogo público frente miles de aborígenes.

La visita de Santos se dio tras una intensa negociación entre emisarios del gobierno y la dirigencia indígena, con la presencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Defensoría del Pueblo (ombudsman) y la católica Compañía de Jesús, luego de que los pueblos originarios de esta zona se rebelaron contra la guerra que, en los últimos años, se trasladó al Cauca.

A Santos lo recibieron y escucharon entre 7.000 y 20.000 miembros de distintas etnias (según fuente gubernamental o de los propios aborígenes), que estuvieron reunidos desde el sábado 11 en el resguardo de La María, situado en el municipio caucano de Piendamó.

Este resguardo (predio indígena reconocido por ley) pertenece al pueblo misak y fue designado como "territorio de convivencia, diálogo y negociación" en 1999, cuando el gobierno adelantaba conversaciones de paz con la guerrilla comunista Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que colapsaron en febrero de 2002.
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Los indígenas buscaban así presionar para que en aquellos diálogos de paz estuviera presente también la población civil que padece la larga guerra interna colombiana, iniciada en 1964. La semana pasada, pese al escenario y la aparente intención, el diálogo no cuajó en La María. O así se percibió, pues Santos no se comprometió con ninguna respuesta perentoria.

Y eso que, en general, los indígenas son comunidades orales, con culturas dialogantes por naturaleza. En contraste, los occidentales tienen fama de no rendir culto al diálogo.

Por ejemplo, en los debates públicos en la modalidad de panel de la cultura occidental, se interactúa poco y nada. Es común que un expositor diga lo que llegó a decir y luego se marche, sin escuchar a los demás ni esperar la discusión.

A tal punto llega esta mecánica, que en la Exposición Universal Hannover 2000 se consideró pertinente construir una metodología, llamada Diálogos Globales, para que los invitados a las conferencias internacionales en esa ciudad alemana realmente interactuaran entre sí, apoyados por un moderador que conocía las tesis centrales de cada uno.

En La María fue significativo el hecho mismo de que Santos hubiera acudido, pues desactivó una reacción exasperada de algunos sectores de las comunidades nativas y fortaleció la posición de quienes quieren darle más oportunidad a la acción pacífica.

Fue significativo e insólito que un mandatario escuchara, durante dos horas, la argumentación indígena. Luego, tomó la palabra por 40 minutos.

En su intervención, Santos se explayó sobre el impacto profundo que le causaron los "mamos" (ancianos sabios) de la mítica Sierra Nevada de Santa Marta, en el norte del país, con quienes pasó dos días en compañía de su familia.

Cuando asumió la Presidencia, en agosto de 2010, Santos asistió primero a un acto de investidura ante los mamos, en la Sierra, y a continuación retornó a Bogotá para la ceremonia reglamentaria en el Congreso legislativo.

En La María, el presidente reveló que, en su charla con los ancianos indígenas, estos le mostraron que el ejército destruía e irrespetaba los sitios sagrados de la Sierra.

Santos afirmó que acudió después a la división del ejército con jurisdicción en la zona y allí, según dijo, "pregunté: '¿Por qué destruyen ustedes los sitios sagrados de los indígenas? No tienen ningún cuidado. ¿Por qué hacen eso?'".

Descubrió que esto sucedía, según él, "por ignorancia. Porque no sabían, los soldados que en ese momento estaban ahí, qué representaba un sitio sagrado, o qué era".

Reveló que "ordené que, a partir de ese momento, ningún soldado entrara en esa zona, si no se sabía de memoria qué significaban los sitios sagrados y qué significaba una cantidad de aspectos de la cultura indígena en esa región del país".

"Regresé mas tarde y pregunté: '¿Cómo está la relación?'. Me dijeron: 'Cambió radicalmente'", indicó Santos ante los miles de indígenas caucanos y delegados de otros departamentos que lo escuchaban en La María.

Las culturas de la Sierra quizá le mostraran al presidente un mapa de sitios sagrados indicados mediante GPS (sistema de posicionamiento global por satélite), que habían mandado hacer años atrás a un sociólogo bogotano.

Resulta que el momento más vistoso del actual alzamiento indígena contra la guerra en el Cauca fue el 17 de julio, cuando los aborígenes sacaron a empellones a los soldados apostados en una base militar instalada en un sitio sagrado conocido como cerro Berlín.

Era un paso adelante. En los últimos tiempos, los indígenas de esta zona han quemado dragas de minería clandestina y laboratorios de cocaína; han desmontado trincheras de la policía contrainsurgente, recostadas contra las casas en los pueblos; y han desmantelado campamentos guerrilleros.

Apenas Santos terminó de hablar en La María, los casi 10 minutos siguientes fueron un intercambio de reclamos indígenas perentorios y de respuestas negativas presidenciales.

A pesar de que ambas partes se refirieron al respeto de los sitios sagrados, ninguna propuesta se concretó sobre el cerro Berlín.

El diálogo no "conectó" en ese punto específico, si bien los indígenas cedieron al aclarar que no pretenden el retiro militar de su territorio, sino que el ejército se desplace de ese sitio sagrado.

Sin embargo, nadie le dijo a Santos "Presidente, lo que queremos es que dé aquí, hoy mismo, la misma orden que en la Sierra Nevada de Santa Marta". Al menos, para comenzar.

Tal vez lo que hizo falta fue más tiempo, el que tienen de sobra las culturas orales y el que siempre les falta a los jefes de Estado.

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