Niñas y niños palestinos e israelíes juegan en serio

En una tarde soleada de verano, niños y niñas comienzan a llegar con sus padres a un parque cerca de Ein Rafa, un pueblo palestino al sur de Jerusalén. Los que hablan árabe se agrupan por un lado, y los que hablan hebreo por otro. De pronto aparece una pelota y todos se mezclan en un juego animado.

Los adultos extienden sus manteles en el suelo y colocan encima la comida. Es un picnic prometedor, con juegos, alimentos y compañerismo.

Los alumnos de las escuelas participantes se reúnen para realizar diversas actividades varias veces al año en el marco de un programa intercultural creado por el no gubernamental Centro para la Creatividad en Educación y Patrimonio Cultural (CCECH), de Jerusalén.

"Formar parte de esto marcó todos los aspectos de mi vida", reconoció Ahmed Barhum, de 26 años, quien participó de los encuentros de confraternización siendo pequeño y ahora es facilitador del programa.

"Gracias al folclore, los juegos y otras cosas podemos conocer nuestras respectivas culturas, y eso es lo más preciado", dijo a IPS.
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Para Simon Lichman, fundador y director del programa, personas como Ahmed son las que lo alientan a continuar.

"Ver cómo Ahmed y otros participantes del programa vuelven y forman parte de nuestro equipo, y dedican tiempo y energía a algo en lo que creen, es emocionante", confesó.

Lichman, quien nació en Gran Bretaña pero reside en Jerusalén, fundó el CCECH en 1991. Desde entonces está al frente de la iniciativa junto con Rivanna Miller y otras personas de origen árabe y judío.

El objetivo del programa es simple: se integran escuelas árabes y judías, tanto de Jerusalén oriental como occidental, y se forjan relaciones duraderas.

Alumnos de cuarto a sexto grado participan por lo menos dos años de las mismas reuniones, en las que realizan una serie de actividades conjuntas.

El programa incluye alimentos y juegos tradicionales. Pero también conversan sobre religión e historias familiares, además de intercambiar canciones y bailes. Los alumnos entrevistan a padres y abuelos sobre sus tradiciones culturales y religiosas, y llevan información y ejemplos a la clase.

La falta de recursos es un factor limitante. La organización recibe fondos de varias fundaciones y embajadas extranjeras, así como de comunidades cristianas y judías que tratan de promover la coexistencia e interacción interconfesional.

El apoyo que reciben ahora les permite trabajar con 500 niños y niñas de cinco escuelas diferentes.

"Lo que les digo a los contribuyentes es que por cada alumno que termina el programa, adquiriendo comprensión y compasión, se reduce la posibilidad de que recurra a la violencia", explicó Lichman.

La población palestina tiende a ser más cautelosa ante las iniciativas de "coexistencia", pues considera que benefician a la ocupación israelí. Pero Lichman explica que sus "socios palestinos no tienen esa opinión. Más bien consideran que solo la comprensión y la comunicación pueden favorecer a ambas partes".

Lichman señala que el orgullo por el folclore familiar, y en especial las tradiciones culinarias, son fundamentales para comprender la cultura en Medio Oriente.

"Por ahí empezamos, donde encontramos una base común. Pero la religión y la historia de la familia también son importantes, y nos concentramos en eso en la última etapa del programa", añadió.

Después de las dos primeras etapas de juegos y comida, en la tercera, los grupos mixtos visitan una sinagoga y una mezquita. Un rabino explica el judaísmo, y un imán presenta a los oyentes los preceptos del Islam.

Aun si los niños no pueden recordar todos los detalles de las lecciones sobre religión, sí son transformados por la experiencia, asegura Lichman. También subraya que otro aspecto importante del programa es que su enfoque llama la atención de toda la comunidad.

Dorian Levin, una judía de Jerusalén que también formó parte del programa como alumna, integra el personal del CCECH. Los resultados son significativos, según ella.

"También es muy duro. Las realidades son difíciles. Comunidades enteras escucharon durante décadas que no había que confiar en la otra. Se necesitará más tiempo para forjar relaciones más profundas", añadió.

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