Turquía considera ofensiva terrestre en el norte de Iraq

Mientras los atentados del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) se multiplican y se propagan por Turquía, Ankara se ve más obligada a tomar medidas enérgicas contra la insurgencia kurda, incluso mediante una invasión por tierra en el norte de Iraq.

En junio, el PKK cambió sus tácticas de ataque y retirada contra puestos de seguridad por incursiones en áreas urbanas y en una zona geográfica más extensa. La mira sigue puesta en el sudoriente del país, donde la mayoría de la población es kurda, pero provincias de oriente y occidente como Van e Izmir también han sido blanco de atentados.

Estos cambios fueron evidentes con la ocupación, a fines de julio, de Semdinli, un poblado en la sudoriental provincia de Hakkari, limítrofe con Iraq y Siria, que el PKK mantuvo bajo control durante tres semanas. Las fuerzas del Estado terminaron obligando a los rebeldes a retirarse, con grandes pérdidas para ambos bandos.

La Primavera Árabe parece ser una nueva fuente de inspiración para el PKK, según el parlamentario Idris Bal, del gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AKP) y experto en terrorismo interno.

El PKK avizora una oportunidad de fomentar la rebelión popular en regiones de Turquía donde los kurdos son mayoría, pensando en crear un estado que pueda gobernar, dijo Bal.
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La ocupación de Semdinli buscó transmitir al mundo el mensaje de que las cosas se están saliendo de control en Turquía, agregó.

Pero la estrategia maximalista de los insurgentes no es un concepto totalmente nuevo en esta lucha interna que empezó hace 28 años y hasta ahora ha causado 40.000 muertes. El exlíder del PKK, Abdulah Ocalan, la aplicó en los años 90, con éxito limitado.

El PKK fue declarado organización terrorista por Turquía, la Unión Europea y Estados Unidos.

Ocalan, quien en 1999 fue condenado a cadena perpetua, todavía influye desde prisión en la estrategia del PKK. En una declaración reciente pronosticó que 2012 sería el "año final" de la rebelión kurda, que se reanudó en 2010 luego de siete años de relativa calma.

Desde 2003, el gobierno del primer ministro Recep Tayyip Erdogan intenta hallar una solución pacífica al separatismo kurdo, topándose con la feroz oposición del Partido Republicano Popular (CHP) y el Partido del Movimiento Nacionalista (MHP).

Una serie de conversaciones secretas entre la agencia de seguridad nacional de Turquía (MIT) y representantes del PKK se celebraron en Oslo en 2010, facilitadas por el servicio de inteligencia de Gran Bretaña, pero el proceso fue abortado por una prematura filtración.

El Estado respondió intensificando los bombardeos aéreos contra bases del PKK en el norte de Iraq. Esto dio algunos resultados hasta que, a fines de diciembre, aviones militares mataron a 34 jóvenes kurdos que confundieron con miembros del PKK en Uludere, cerca de la frontera entre Turquía e Iraq.

Esa matanza desató la indignación nacional e inflamó los sentimientos antigubernamentales en el sur y el este del país.

Antes de Uludere, "en el otoño (boreal) de 2011, el parlamento debió haber trabajado en un paquete para brindar derechos y libertades fundamentales a los kurdos, a fin de llegar a una solución democrática", dijo Mehmet Ozcan, presidente del Instituto de Estrategia de Ankara.

"Ese era el momento para una reforma, pero ahora es el PKK el que ejerce el dominio psicológico", dijo Ozcan, quien no cree realista esperar que termine el terror si no se implementa un proceso democrático que responda a las necesidades de los kurdos.

Pero la evolución de la revuelta siria es un motivo de preocupación mayor entre políticos y militares turcos.

La retirada de las fuerzas de seguridad de Siria de las zonas fronterizas con Turquía e Iraq ha dejado un vacío que aprovechan por igual la minoría de kurdos sirios y el PKK.

Aunque inicialmente eran leales al régimen de Bashar al Assad, en los últimos tiempos los kurdos de Siria revelaron sus intenciones de independencia en un escenario posrevolucionario, a través del Partido de la Unión Democrática (PYD), organización hermana del PKK.

La falta de autoridad siria en la zona limítrofe también facilita la movilidad de los combatientes del PKK entre el norte de Iraq, el noreste de Siria y el sudeste de Turquía.

Massoud Barzani, presidente del Gobierno Regional de Kurdistán (KRG) en la provincia autónoma homónima ubicada en el norte de Iraq y limítrofe con Turquía, dejó en claro que no participará en un enfrentamiento armado con el PKK.

Barzani dice estar desempeñando un rol conciliador entre el PKK y Ankara, pero el KRG se ha convertido en anfitrión de los movimientos separatistas kurdos en la región.

Grandes comunidades kurdas viven en Iraq, Irán, Siria y Turquía, totalizando entre 30 y 38 millones de personas, según se consideren datos nacionales o estimaciones internacionales.

Turquía representa la mitad del total. Otros dos millones viven en la diáspora, principalmente en Armenia y el norte de Europa.

Los kurdos son considerados la minoría étnica más grande del mundo sin territorio propio.

La actual inestabilidad política en Medio Oriente revivió las aspiraciones de un estado pankurdo, que pueda surgir como nueva potencia regional musulmana, a la par de Egipto, Irán, Iraq y Turquía.

Esa perspectiva pone nerviosa a Ankara. Sacudido por la agitación interna, con una potencial intervención armada en Siria, que por ahora bloquea Washington, y relaciones deterioradas con Irán, el gobierno de Erdogan es prudente, pero está intranquilo.

En las últimas semanas, acusó reiteradamente a Damasco y a Teherán de brindar apoyo al PKK y se manifestó decepcionado con la pasividad de Barzani.

Mientras, los opositores CHP y MHP y la opinión pública nacionalista critican al primer ministro por su política exterior y por su tibia respuesta al PKK.

La semana pasada, observadores cercanos al partido de gobierno advirtieron a las autoridades que contemplar una intervención militar en Siria, con o sin el consentimiento de Estados Unidos, es una estrategia equivocada.

En cambio, recomendaron, lanzar una operación a gran escala, profunda y duradera con fuerzas terrestres en el norte de Iraq daría un mejor uso de los recursos y las vidas de los soldados para poner fin a la violencia separatista kurda.

En una cena que compartió la semana pasada con un selecto grupo de periodistas en Ankara, el viceprimer ministro Bulent Arinc dijo que Turquía evalúa una operación en las montañas de Kandil, en el norte de Iraq, donde el PKK tiene su base de operaciones. El gobierno ya obtuvo la autorización del parlamento.

Sin embargo, esto requerirá la aprobación de Washington –que todavía ejerce influencia política en Iraq–, y colaboración de sus Fuerzas Armadas e inteligencia, que pueden aportar información sobre los movimientos del PKK.

Esto puede no ser tan simple. En los últimos meses, la estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA) empezó a sospechar de la confiabilidad de Turquía como aliada.

Esas sospechas se confirmaron la semana pasada, cuando Arinc admitió que MIT, el servicio de inteligencia turco, había compartido con su par iraní, Savak, información proporcionada por aviones espías no tripulados Predator, de Estados Unidos.

"Sin embargo, el mayor desafío de Turquía es llevar a cabo esta operación radical sin ganarse el rechazo de la población local, que vive en aldeas dispersas en Kandil, ni de otros kurdos que nada tienen que ver con la violencia", dijo Abdullah Bozkurt, analista y experto en políticas gubernamentales.

La experiencia de Semdinli confirma que el PKK no dudará en infiltrarse en áreas residenciales y usarlas como escudo contra ataques el gobierno.

A Ankara le preocupa que incidentes como la matanza de Uludere, o errores garrafales como los cometidos por Estados Unidos en Afganistán y Pakistán deterioren la reputación de Turquía como modelo musulmán de democracia.

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