Los bankomunales o como ser pobre y autofinanciarse

«Estábamos acostumbrados a perder, así que un grupito nos dijimos: vamos a perder algo ahí», explicó Carmen Caravallo sobre el comienzo de un bankomunal, un fondo autogestionario de microfinanzas basado en la inversión, en su comunidad rural del oriente de Venezuela.

Diez años después, Caravallo y los otros socios del bankomunal de Llanada de Puerto Santo, en el estado de Sucre, "nos estamos acostumbrando a ganar", dijo a IPS. "Ahora somos una familia, aprendimos a ser responsables, mejoramos nuestra vida con dinero que nos pertenece y, será raro, pero nos sentimos bastante protagonistas", añadió.

La idea de los bankomunales, presentes en 14 países de cuatro continentes, es del venezolano Salomón Raydan, quien probó que los pobres son autofinanciables, después de que el padre mundial del microcrédito, el bangladesí Mohammad Yunus, demostró que eran financiables.

Caravallo, de 54 años y de luto por la reciente muerte de uno de sus tres hijos, dijo que el camino es "lento, duro, de mucha desconfianza", hasta que pasados tres años "comenzamos a pagar ganancias y la gente vio seriedad" en una comunidad de unos 1.000 habitantes, en uno de los estados más pobres del país.

El bankomunal del que es cajera arrancó con 20 socios y ahora tiene 107 y hay "una cola larga para entrar". Experiencias similares se repiten en 180 bankomunales distribuidos por Venezuela, con 25.465 socios, que aportaron inicialmente un mínimo equivalente a 2,3 dólares para ser inversores y clientes a la vez.

Raydan, filósofo y sociólogo, contó a IPS que la idea fructificó hace 15 años de sus vivencias como asesor de programas de asistencia financiera a campesinos y su aprendizaje de formas de vida de comunidades pobres rurales.

La pobreza se define y consolida por la irregularidad del ingreso, más que por su carencia, analizó. "Los recursos inseguros y oscilantes no permiten a los pobres enfrentar eventualidades de gastos que aseguran su sobrevivencia, y es ahí donde la pobreza echa raíces", dijo el presidente de la Fundación de Financiamiento Rural (Fundefir).

"Ochenta por ciento de los pobres del mundo acceden al crédito por sistemas informales", mayormente autogestionarios y de sus comunidades, destacó.

"Pero son inseguros y no agregan nada a los usuarios. Hay que adaptarlos para darles transparencia, formación, seguridad y eficiencia y, así formalizarlos, sin que eso signifique regularlos según reglas de un Estado que los ha excluido", planteó Raydan.

Estas asociaciones de crédito mutuo comenzaron a operar en 1997 y otorgan préstamos múltiples y variables, a diferencia de experiencias tradicionales de aportes por turnos y cupos fijos, muy extendidas en áreas pobres del Sur en desarrollo.

Además, "sus participantes no son ahorristas, sino inversores, son activos y no pasivos", subrayó.

"Solo 2,5 por ciento de la población mundial pobre está bancarizada y los sistemas de microcrédito atienden a 105 millones de personas, cuando la demanda de microfinanzas es de 2.000 millones", aseguró.

Los microinversores venezolanos adquieren uno o más certificados de aporte patrimonial (cap) de 2,3 dólares. Nadie puede acumular más de 15 por ciento del total, explicaron a IPS con pedagógico entusiasmo socias de diferentes bankomunales llegadas a Caracas para una exposición fotográfica sobre la experiencia.

Socias y socios protagonizan la muestra inaugurada este mes en una galería capitalina, donde se exponen poderosas imágenes de asambleas al aire libre o espacios prestados, reuniones de comités de créditos y actividades de entrega o pago de préstamos.

También sobresalen socios rurales y urbanos en terrenos sembrados, expendios de alimentos instalados en hogares y otros pequeños comercios, viviendas mejoradas, minitalleres de costura o de reparaciones, o minifábricas de productos varios. Otros posan al lado de hijos con nuevo uniforme escolar o flamantes utensilios de cocina.

Los créditos se conceden para "cualquier fin lícito", en general a pagar entre tres y 18 meses e intereses que cada organización decide. Los montos varían y una asociación nueva puede no pasar de 100 dólares, mientras otra consolidada puede tener su tope en 2.000.

Todo se decide en concurridas asambleas, y el comité de créditos responde en unas 24 horas cada solicitud. "Nos conocemos y sabemos la capacidad de pago de todos, nos basamos en la confianza", explicó Arely Domínguez, presidenta del bankomunal de El Guapo, un pueblo renacido de una tragedia reciente.

En diciembre de 1999 una riada rompió la represa instalada en las inmediaciones del pueblo, a unos 125 kilómetros de Caracas, en el norcentral estado de Miranda, donde también se asienta parte de la capital. La parte baja de la localidad, de casi 3.000 habitantes, quedó bajo las aguas.

Fundefir fue una de las organizaciones que llegaron para ayudar, y un año después Domínguez y otras 34 personas fundaron su bankomunal, ahora con 117 socios y un promedio de 10 créditos semanales por unos 6.000 dólares.

Antes, como todos los demás, recibieron formación y asesoría de Fundefir. "Aprendimos a hacer balances, presupuestos, auditorías, fijar riesgos, manejarnos con computadoras", explicó Domínguez, maestra de 49 años y con dos hijas.

Hasta agosto, los bankomunales habían concedido 275.631 créditos a 84.884 personas, por un monto de unos 3,6 millones de dólares, al cambio oficial actual del bolívar.

En El Guapo, el bankomunal funciona en una asociación cultural, pero la mayoría operan en viviendas de socios. Los cargos se eligen por asamblea y las tareas son a título voluntario.

La gran mayoría de integrantes son mujeres, pero cada vez participan más hombres. Un tercio de los préstamos se solicitan para consumo, otro para emprendimientos y otro para emergencias, sobre todo de salud.

Cada crédito se apalanca en al menos 40 por ciento de respaldo de cap del socio y de sus avalistas, "para estar en zona segura", un mantra que repiten las socias. "Casi nunca hay problemas, pero al segundo fallo van fuera", dijo Caravallo.

Los beneficios se calculan mensualmente y se reparten anualmente a cada socio. "Un principio de los bankomunales es la distribución y no la acumulación", detalló Raydan, "y las ganancias tienen poca importancia económicas, pero sí mucha educativa".

Se trata de "un programa de educación financiera y no de microfinanza, y la ganancia ayuda a generar un sentido empresarial", explicó.

El modelo saltó a Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Haití, Perú y República Dominicana, Alemania, España, Hungría y Portugal, Senegal e Indonesia.

La versión española, Comunidades Autofinanciadas, ganó en 2009 el premio al mejor programa de microfinanzas de Europa. En tanto, el sistema de Fundefir fue elegido en 2010 como uno de los 25 proyectos sociales del mundo con mayor posibilidad de ser globalizado, por Ashoka Globalizer, una fundación internacional que promueve los emprendimientos sociales.

Fundefir cuenta con apoyo financiero de Total Oil and Gas Venezuela, subsidiaria de la petrolera transnacional francesa Total y con actividades en el oriente del país.

Diana Vilera, su gerente de desarrollo sostenible, explicó a IPS que la empresa "busca impulsar proyectos que sean una herramienta para que la gente salga de la pobreza".

"Las empresas petroleras tomamos mucho del planeta y del ambiente y tenemos la obligación de contribuir en lo que podamos, más allá del negocio", agregó.

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