Policía india incriminó a periodista en ataque a embajada israelí

Vigilia celebrada el 12 de marzo en Nueva Delhi por la libertad del periodista Syed Mohammad Ahmad Kazmi Crédito: mohdujaley
Vigilia celebrada el 12 de marzo en Nueva Delhi por la libertad del periodista Syed Mohammad Ahmad Kazmi Crédito: mohdujaley

La policía de Nueva Delhi publicó cientos de páginas de su investigación sobre la explosión el 13 de febrero de este año de un automóvil diplomático israelí. Los documentos están dirigidos a exponer que un conocido periodista indio musulmán ayudó a conspirados iraníes a planificar y ejecutar el ataque.

Pero una revisión de IPS sobre las evidencias del caso indica que la policía tendió una trampa al periodista para incriminar a los iraníes en un complot terrorista.

El jueves 6, el periodista cumplió seis meses en la cárcel, por lo que tiene derecho a ser liberado bajo fianza. Además, la fiscalía no ha elevado todavía su caso a juicio. La Corte Suprema de Justicia informó este viernes 7 a las autoridades y a los fiscales de la solicitud de libertad presentada.

El acta acusatoria presentada por la Célula Especial de la policía el 31 de julio asevera que el periodista Syed Mohammad Ahmad Kazmi confesó que había ayudado a agentes iraníes a planificar la voladura del auto –por la que resultó herida la esposa de uno de los agregados militares de la embajada– a cambio de un pago de 5.500 dólares.

También sostiene que un ciclomotor, que habría usado para reconocer la zona el presunto autor material del ataque, fue encontrada en la residencia de Kazmi, y que en la habitación de hotel de ese mismo iraní se halló evidencia forense de la fabricación de una bomba.

Pero al analizar la documentación incluida en el caso, se ve que las pruebas son muy cuestionables.

La Célula Especial tiene un historial de presentar procesos contra presuntos terroristas, rechazados luego en los tribunales por incriminar injustamente y plantar evidencias falsas.

Kazmi era un candidato improbable de un complot terrorista iraní. De 50 años de edad, tenía su propio servicio de noticias por Internet, un empleo regular como columnista del principal semanario en lengua urdu y un contrato como conductor de un noticiero en el canal de televisión estatal de India, Doordarshan.

No necesitaba los 5.500 dólares que la policía asegura recibió para ayudar a cometer el ataque, ni los 2,2 millones de rupias (40.000 dólares) de remesas extranjeras que el jefe policial B. K. Gupta sostuvo habían llegado a las cuentas bancarias de él y de su esposa.

En una conferencia de prensa a mediados de marzo, Gupta dijo que ni Kazmi ni su esposa habían podido explicar el origen de esos depósitos.

Pero la familia de Kazmi presentó documentos bancarios que mostraban que esas remesas habían sido enviadas en 2009 y 2010 por parientes en Gran Bretaña y en Singapur. Más aún, el organismo de la policía asignado a investigar esas remesas no pudo hallar elementos acusatorios, según informó la prensa india.

Un problema más grave del caso armado por la Célula Especial es que depende en gran medida de una supuesta confesión de culpabilidad de Kazmi, compuesta por cinco testimonios fechados entre el 6 y el 24 de marzo.

Pero, según la ley india, esa confesión no es admisible como evidencia si se presume que la policía ejerció una coerción inevitable sobre el acusado mientras estaba bajo su custodia.

Kazmi denunció como falsas todas las confesiones publicadas y atribuidas a él. En una petición escrita a mano que dirigió al tribunal el 16 de abril, sostuvo que la Célula Especial lo había coaccionado para que firmara hojas en blanco, y que la policía lo amenazó con que su familia sufriría "duras consecuencias" si él no seguía sus instrucciones.

Excepto la primera declaración, fechada el 6 de marzo, el resto terminan con una anotación a mano: "El acusado se niega a firmar". La mayor parte fue evidentemente redactada por la Célula Especial con el fin de implicar a Kazmi y a los iraníes.

Las declaraciones muestran al periodista deseoso de incriminarse, pese a que el relato policial no ofrece una sola razón para considerarlo sospechoso, excepto que su número de teléfono móvil habría recibido una llamada del iraní Houshang Afshar Irani, quien a su vez habría sido contactado por otro hombre de esa nacionalidad involucrado en el ataque explosivo del 14 de febrero en Bangkok.

En la declaración fechada el 6 de marzo, y presuntamente entregada a la policía antes de que Kazmi fuera puesto bajo arresto, el periodista confiesa que supo del complot para el ataque en Nueva Delhi por un tal Seyed Ali Mahdiansadr durante una visita que hizo a Teherán en enero de 2011 y que aceptó ayudar a los complotados.

Kazmi también aparece admitiendo que recibió de Irani un ciclomotor de marca Kinetic para que lo guardara en su casa durante la primera semana de mayo. La policía justifica en esta declaración el inmediato arresto del periodista y la supuesta incautación del vehículo en su residencia.

Hay razones para creer que la policía venía siguiendo la pista de Irani desde su visita de dos semanas a la capital india, a fines de abril e inicios de marzo, y que sabía antes de arrestar a Kazmi que el extranjero había comprado una motocicleta usada de color negro en una tienda de Nueva Delhi el 26 de abril.

La familia de Kazmi y su abogado, Mehmood Pracha, afirman que ese vehículo no es el registrado en el archivo policial –y que tiene el mismo número de serie que figura en la factura que Irani tenía luego de comprarlo–, sino otro ciclomotor que un hermano del periodista había dejado en su casa dos años antes y no volvió a ser usado.

El memorándum sobre el ciclomotor está firmado y fechado por el subjefe de policía Sanjeev Yadav, el de más alto rango en la investigación conducida por la Célula Especial, y por otro oficial. Hay una tercera firma de un agente policial, no fechada.

El hecho de que la rúbrica de Kazmi figure en ese documento sin fecha sugiere que pudo haberse tratado de una firma en un papel en blanco.

El ciclomotor Kinetic es central para el intento de la Célula Especial de vincular a Kazmi con el presunto reconocimiento que Irani hizo a la zona de la sede de la embajada de Israel para preparar la voladura, porque no existe ninguna otra evidencia en su contra, excepto las sospechosas declaraciones incriminatorias.

Pero la historia del vehículo muestra serias dudas sobre su plausibilidad.

No tenía sentido que un terrorista comprara un ciclomotor para ese fin, puesto que Kazmi tenía un auto que hubiera hecho más fácil y más segura la tarea.

La supuesta devolución del vehículo a Kazmi al final de la visita de Irani de dos semanas es más ilógica todavía, porque indica que el extranjero pensaba volver a usarlo para colocar la bomba.

Pero alguien que planea fijar una bomba magnética en un automóvil jamás consideraría usar un motociclo, que a lo sumo alcanza una velocidad de 30 kilómetros por hora y haría imposible un escape.

De hecho, Irani compró una motocicleta cuando volvió, lo que indica que probablemente había revendido antes el ciclomotor.

Otra señal de que a la policía le costó vincular a Kazmi con el reconocimiento de la sede diplomática es una declaración atribuida a él en una de sus confesiones. De acuerdo a ese testimonio, toda vez que se reunía con Irani, "dejaba mi teléfono móvil en casa", decía el periodista.

La frase fue evidentemente incluida para explicar por qué los registros de llamadas de Kazmi no revelaron ninguna actividad en la zona en la que supuestamente el periodista e Irani llevaban a cabo el reconocimiento de la embajada.

La policía usó el mismo argumento en 2007 en un caso de terrorismo en el que acusaba a una persona de haber viajado a Cachemira para buscar explosivos, pero dejando su teléfono móvil en la casa donde se hospedaba. El tribunal no atribuyó credibilidad a la afirmación y retiró los cargos.

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