SIRIA: Aleppo, la ciudad donde todos pierden

Residente de la ciudad siria de Aleppo en medio de un edificio bombardeado por las fuerzas del presidente Bashar al-Assad. Crédito: Zak Brophy/IPS.
Residente de la ciudad siria de Aleppo en medio de un edificio bombardeado por las fuerzas del presidente Bashar al-Assad. Crédito: Zak Brophy/IPS.

«El (insurgente) ELS se puso entre nosotros y ahora el régimen nos bombardea», protesta un hombre en una calle de esta ciudad del norte de Siria, mientras observa la destrucción causada por misiles lanzados por fuerzas del gobierno. «Por qué tenemos que morir por esto», añade consternado.

"Durante un año y medio logramos vivir en paz hasta que vino el ELS (Ejército Libre de Siria) a nuestro barrio", se lamenta, mientras una decena de contertulios mantiene a su lado una acalorada discusión.

Los enfrentamientos por el control de Aleppo entre el ELS y las fuerzas del presidente Bashar al-Assad estallaron hace unos dos meses. La oposición ahora controla casi dos tercios de esta ciudad.

El gobierno no ha podido recuperar el control, lo cual afectó gravemente su moral, y lanzaron una campaña implacable de bombardeos aéreos con aviones, helicópteros y artillería en un intento por aplastar a los rebeldes.

El área está densamente poblada, por lo que casas, fábricas, escuelas y hospitales de ciudadanos de a pie están siendo destruidos. Nadie sabe exactamente cuántos cientos de personas han muerto. Más de 200.000 abandonaron la zona.
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Puede ser que las bombas del régimen de Assad hayan destruido la legitimidad que pudiera quedarle en el área, pero también es cierto que el ELS es considerado un intruso.

"La gente comienza a echarnos la culpa", dice Abdul Fader, erudito islámico de Aleppo y líder de brigada de unos 150 combatientes insurgentes. "Tenemos mucha presión para terminar esto rápido", apunta.

En el distrito vecino de Sharaiyeh, un edificio entero fue destruido por ataques aéreos y reina una calma desconcertante. Un camión quedó sepultado por los escombros, una torre de alta tensión corta la calle y no se escucha nada más que el incesante fluir del agua de un tanque reventado sobre un techo.

"Llegué esta mañana temprano y me encontré con esto", dijo bruscamente un comerciante mientras palea lentejas del piso de su tienda destruida. "No puedo decir más", apuntó. No presta atención a dos hombres del ELS parados a pocos metros de él.

Jalil, combatiente rebelde, asegura que la mayoría de la gente los recibe bien y los apoya, "pero es verdad que muchos no nos quieren aquí". "Solo quieren comer, beber y dormir. No comprenden la lucha que libramos contra la dictadura", se queja.

Como muchos combatientes, Jalil no es de Aleppo y siente frustración por la poco entusiasta bienvenida que reciben.

La lucha por la ciudad, que supo ser el motor comercial e industrial de la economía siria, tiene sus raíces en los meses de enfrentamientos que se han dado en todo el país hacia el norte. Los combatientes del ELS fueron controlando la región desde la frontera con Turquía hacia las afueras de Aleppo, pueblo a pueblo y ciudad a ciudad.

El apoyo a los rebeldes en estas zonas empobrecidas y casi exclusivamente sunitas es más evidente. Muchos de los combatientes son originarios de esos poblados.

Pero ese respaldo ha sido difícil de asegurar a medida que llegan a zonas más urbanas, prósperas y multiconfesionales.

El nombre Ejército Libre de Siria implica que hay una fuerza militar unificada, pero la realidad en el terreno es bastante más caótica.

La coordinación de las unidades de combate más localizadas fue un éxito durante la campaña en el campo, pero en la ciudad la situación es más fragmentada, lo que no solo socava la capacidad del ELS de hacer frente al régimen sino que genera un ambiente de caos y de desorden.

"Un joven, un familiar nuestro fue detenido, o quizá hasta secuestrado en un puesto de control de ustedes", reclama un grupo de personas al jefe de una brigada de 200 combatientes que los recibió en una base del ELS.

El insurgente se disculpa y afirma que el retén en cuestión no está en una zona bajo su dominio.

Los hombres se despiden con un apretón de manos, pero su frustración, y quizá hasta su desprecio, es evidente.

Secuestros, extorsiones y saqueos a manos de presuntos combatientes de la oposición genera desprecio en filas del ELS, pero en la confusión en que está sumida Aleppo es muy poco lo que pueden hacer, dicen.

"Hay que gente que delinque, tratamos de detenerlos y arrestarlos, pero es una revolución y hay caos", justifica Abu Fares, coordinador de prensa del ELS.

El Ejército Libre de Siria trata de crear una estructura dirigente unificada en Aleppo uniendo a las mayores fuerzas que combaten: el Consejo Militar, las brigadas Al-Tawheed, Al-Fateh y Soqour Shahbaa, bajo el manto de un Consejo Militar Revolucionario.

Pero en el terreno, la oposición es una fuerza de perfiles e intereses muy diversos.

Además, no hay que olvidar el aspecto sectario de algunos sectores que integran la insurgencia.

Un automóvil de la policía pasa delante de un hospital flameando una bandera de la red extremista Al Qaeda y emitiendo a todo volumen versos del Corán (libro sagrado del Islam), lo cual genera algunas pocas simpatías.

Aun dentro del ELS sirio, la presencia de pequeños grupos de muyahidines de países como Libia es una realidad divisiva.

El terror que llueve desde los aviones del gobierno de Siria en la mayor parte de Aleppo puede llegar a unificar a la población en su aversión al régimen de Assad, pero no necesariamente los reúne detrás del ELS.

Cuánto más dure la batalla de Aleppo, más problemas tendrán los rebeldes para asegurar el apoyo de la población local bajo su control.

A medida que aumenta la cantidad de personas muertas, que la economía de guerra se anquilosa y que los delincuentes se afianzan en la ciudad, la legitimidad de los combatientes rebeldes disminuirá.

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