Una nueva mandioca independiza a marfileñas

Agricultoras de Costa de Marfil logran autonomía productiva e independencia económica gracias a nuevas variedades de mandioca, un importante alimento de consumo diario en este país de África occidental.

En el sur y este de Costa de Marfil se adoptaron las variedades de mandioca (Manihot esculenta crantz) de gran rendimiento, Bocou 1, 2 y 3, resistentes a enfermedades y plagas, indicó Boni N’zué, coordinador del Proyecto Mandioca, una iniciativa lanzada en 2008 por el Centro Nacional para la Investigación Agrícola.

"Pueden producir entre 32 y 34 toneladas por hectárea al año, bastante más que las cinco cosechadas con las variedades tradicionales", apuntó.

Hace ocho años, Henriette Adu recibió un terreno de una hectárea al sur de la aldea de Dabu, tras la división de la propiedad familiar de 10 hectáreas. Esta campesina de 35 años comenzó a cultivar, pero, cuando en la temporada 2007-2008 no llegó ni a producir tres toneladas, abandonó la actividad por un año.

"Unos amigos me recomendaron utilizar nuevas variedades de mandioca y probé en la temporada 2009-2010. Los resultados fueron mejor de lo que esperaba", relató a IPS.
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En 2010 logró cosechar 33 toneladas de Bocou 1. Al año siguiente cultivó Bocou 1 y 2, y produjo más de 65 toneladas. A 48 dólares cada una, sus ingresos ascendieron a 3.000 dólares en 2011.

Ahora Adu se propone agrandar su terreno. "Le pedí a mis hermanos que me dejaran plantar otra hectárea, pero solo uno de ellos aceptó. Los otros se negaron diciendo que no me corresponde más de lo que recibí cuando fue dividida la propiedad", señaló.

Antes de ir a trabajar al campo, Adu dijo a IPS que está ahorrando dinero para una casa que espera terminar de construir tras la venta de la cosecha del año próximo.

"La voy armando a mi ritmo porque ahora soy jefa de familia", dijo con una sonrisa.

Sus ambiciones van más allá de vender cada vez más mandioca. Abu se propone procesar y comercializar varios productos derivados de este cultivo, en especial attieké (harina húmeda), muy popular en Costa de Marfil y países vecinos.

"Espero comenzar a procesar la mandioca dentro de dos años", dijo a IPS.

Albertine Niamien, de 37 años, le lleva cierta ventaja. Pertenece a la Asociación de Productoras de Attieke (APAD), y también atribuye su buena racha a las nuevas variedades de mandioca.

"Ya hace tres años que comencé a plantar Bocou 1 y 2. Cuando ocupé tres hectáreas de la propiedad familiar, todo el mundo me apoyó. Formamos dos equipos de cinco personas, algunas dedicadas al procesamiento y otras a la comercialización", dijo Niamien a IPS.

Su ingreso anual, entre 4.000 y 8.000 dólares, según dijo a IPS, le ha permitido cubrir las necesidades básicas de los 10 miembros de su familia, aseguró.

APAD tiene más de 150 miembros, según su presidenta, Veronique Lathe, quien se ocupa de crear conciencia para formar una cooperativa de mujeres y lograr mantener la calidad y apuntar a una mayor industrialización de la producción de attieké.

"Hay más de 1.000 mujeres cultivando mandioca y fabricando attieké. Deben unirse a la asociación", urgió Lathe. "Pronto verán que lograremos ventas significativas, que nos permitirán ser independientes", apuntó.

En Abenguru, en el este de Costa de Marfil, Florence N’dri, de 40 años, y Cecile Adjua, de 41, son dos de las 3.000 cultivadores de las nuevas variedades de mandioca, y venden casi toda su producción a una empresa extranjera instalada en el país.

Cada una de ellas cultiva media hectárea y produce unas 20 toneladas de mandioca. "Esta pequeña cosecha nos dejó 400.000 francos CFA (unos 800 dólares). Todavía no es suficiente, pero me permitió ahorrar un poco de dinero", dijo N’dri a IPS.

Hace tres años, las productoras de la región cosecharon 25.000 toneladas de mandioca en total. En 2011, la producción fue de 32.000 toneladas, que equivalen a 1,5 millones de dólares. Las tres cuartas partes fueron vendidas a una empresa extranjera, y el resto, en el mercado local.

"La garantía de tener un mercado es muy motivador. Ahora peleamos para que nuestros esposos y padres nos den más tierras", relató Adjua, cuyo marido le echa el ojo a su terreno para ampliar su plantación de caucho.

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