Cartagena amurallada se defiende del cambio climático

El plan de adaptación al cambio climático para esta caribeña ciudad colombiana, cuyos lineamientos datan de 2004, muestra avances de peso sin acallar las voces contrapuestas. Mientras las autoridades aplauden, muchos lugareños no acaban de despejar sus dudas.

El punto común es el interés por disminuir los efectos negativos del cambio climático, que según se estima provoca un aumento del nivel del mar de entre dos y cinco milímetros por año. Expertos calculan que las aguas en la costa de Cartagena de Indias se elevaron entre 15 y 22 centímetros en los últimos 100 años y que para 2100 ascenderán otros 80 centímetros o incluso un metro.

"Los cambios más bruscos se presentaron hace unos ocho años, al notarse una mayor intensidad de las lluvias, mar de leva (aumento anormal de la altura del oleaje), de la recurrencia de huracanes, inundaciones y olas de calor, con las consecuentes alteraciones ambientales", explicó a Tierramérica el biólogo marino Francisco Castillo, asesor de la Secretaría de Planeación de Cartagena de Indias.

Bajo el nombre oficial de "Integración de la adaptación al cambio climático en la planificación territorial y gestión sectorial de Cartagena de Indias", este plan para mitigar los eventos extremos cuenta con el apoyo de la alcaldía local y es coordinado por el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras y el programa Alianza Clima y Desarrollo (CDKN).

En ese marco, ya comenzaron a verse avances en obras de infraestructura para proteger a la ciudad de los efectos negativos de la variabilidad del clima, entre las que se cuentan la construcción, próxima a comenzar, de nueve espolones, cinco rompeolas y dos muros de contención.
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Pero el capítulo más significativo incluye la ampliación de la avenida Santander, que cruza la ciudad, y la instalación del gran Emisario Submarino, que reemplazará a 30 tubos actualmente en uso

Capital del norteño departamento de Bolívar, esta ciudad cobija a casi un millón de personas en sus 709 kilómetros cuadrados, tiene 48,7 kilómetros de costas sobre el mar Caribe y su economía se sustenta en la industria química, el comercio, las zonas francas y muy especialmente el turismo.

Precisamente, la amplia y variada oferta hotelera, el contraste entre la zona colonial, con su muralla defensiva, y la moderna, con grandes edificios, y personalidades que la evocan, como el escritor Gabriel García Márquez y el pintor Alejandro Obregón, son algunos elementos que hacen de esta urbe un sitio privilegiado para miles de visitantes del resto de Colombia y del exterior.

Pero esa aureola de centro turístico internacional oculta en parte su nada privilegiado sitial entre las ciudades colombianas con mayor contraste socioeconómico. La profunda pobreza de buena parte de sus habitantes choca de frente con el derroche de riqueza de una minoría.

"En las etapas constructiva y operativa de los proyectos hay oferta laboral para las comunidades populares, lo cual incide en una mejor calidad de vida", señaló Castillo al respecto.

Ahora se requiere personal para esas obras del plan de adaptación climática. En muchos casos, estos puestos de trabajo serán ocupados por pescadores, que aprenden las artes de la construcción a cambio de un ingreso fijo, previsto en principio por cuatro años, una seguridad que su oficio artesanal habitual no les proporciona.

Un emisario que divide

Las contradicciones entre trabajo seguro y cuestionamientos ambientales son evidentes en el caserío de Punta Canoa, a 21 kilómetros del casco urbano de Cartagena, donde desembocará el Emisario Submarino con aguas residuales de la ciudad.

"Durante siete años la mayoría protestamos, porque no queríamos que instalaran el emisario aquí, y yo lo sigo creyendo", dijo a Tierramérica en su casa de Punta Canoa, Ramiro Ramírez, un pescador de 54 años.

"Protesto porque conozco el mar y sé cómo las corrientes devuelven la dentina de materias fecales. Ya el olor es inaguantable. Pero muchos, que fueron hasta violentos con los trabajadores de Acuacar (Aguas de Cartagena) se beneficiaron con trabajo o con una de las 12 lanchas que entregaron. Ahora nadie dice nada", cuestionó Ramírez.

Tierramérica comprobó la queja del pescador. No encontró respuestas a excepción suya. El portero de Acuacar, un lugareño uniformado, fue directo: "No puedo hablar porque ahora trabajo aquí". Tampoco quisieron hablar dos pescadores a punto de abordar una lancha con motor.

La instalación del Emisario Submarino fue parte del Plan Maestro de Acueducto, Alcantarillado y Saneamiento Básico de Cartagena, iniciado en 1996, pero que, dada su relevancia y efectos actuales, fue incluido en el plan de adaptación al cambio climático para garantizar su realización.

Este tubo, de dos metros de diámetro, tendrá una longitud de 4.321 metros, de los cuales 2.566 están bajo el lecho marino, según información de Acuacar.

La construcción de este emisario beneficiará a la población ubicada en las inmediaciones de la Ciénaga de La Virgen, que recibía 60 por ciento de las aguas residuales de la ciudad, con la consecuente mortandad masiva de peces hasta 2000, cuando para oxigenarla se inauguró el Canal de La Bocana.

"Eso está bien, pero la recuperación de la ciénaga no es inmediata. Tienen que dragar para sacar residuos de más de 30 años", indicó a Tierramérica el pescador Eduardo Jiménez, quien asegura que "ahora el problema lo asumirá Punta Canoa".

Ramírez entiende que "ya no hay nada que hacer, porque con las autoridades no hay diálogo". "No será visual. Será porquería tratada con componentes químicos que disminuyen" la reproducción de los peces, sostuvo.

"Además tendremos problemas de la piel, porque aquí también llegarán los desechos del hospital, y de casi 30 emisarios pequeños que hay en Cartagena", concluyó Ramírez con tristeza, mirando a su nieto de tres años.

Ramírez tiene razón en parte, según Castillo. "El tratamiento de las aguas residuales no es primario, secundario y terciario, como sería lo ideal, pero a 1,8 kilómetros expulsará la materia pretratada, que se disuelve por la temperatura y la salubridad del mar. Es decir, por ahora Acuacar entrega al mar los residuos para que biológicamente este lo termine", aseguró.

"Acuacar tiene un plazo fijo para terminar el proceso completo", continuó.

"Por eso, ahora sueño con la Cartagena de 2015: tendrá el emisario trabajando en su totalidad, una protección costera funcionando, la Ciénaga de La Virgen totalmente descontaminada, y una oferta de playas en toda su potencia", concluyó entusiasmado el biólogo.

* Este artículo fue publicado originalmente el 19 de enero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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