Gasoducto entre Pakistán e Irán cargado de energía y retos

Tras casi dos décadas de negociaciones ininterrumpidas y dos años de intensa oposición de Estados Unidos, el demorado y controvertido gasoducto entre Pakistán e Irán quedó inaugurado oficialmente y bien encaminado para que esté totalmente operativo dentro de 15 meses.

En una demostración de las crecientes dificultades energéticas de Pakistán, el presidente Asif Ali Zardari decidió ignorar la fuerte oposición externa y visitar Irán el 27 de febrero, para finalizar un azaroso acuerdo que podría convertir las relaciones entre ambos países en una asociación estratégica.

Zardari y su par iraní, Mahmoud Ahmadineyad, inauguraron el gasoducto el lunes 11, cuyo costo de construcción es de 7.500 millones de dólares.

Cuando esté totalmente terminado, lo que está previsto para mediados de 2015, el gasoducto de 1.881 kilómetros podrá transportar diariamente unos 21,5 millones de metros cúbicos de gas natural.

Partirá del condado de Asaluyeh, en el sur de Irán, y recorrerá 1.100 kilómetros por territorio iraní hasta la frontera con Pakistán. Desde allí seguirá por la occidental provincia pakistaní de Balochistán y la vecina de Sindh, para conectarse a la red existente.
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Irán tiene casi terminadas las obras en su territorio, pero Pakistán tuvo que buscar fondos para completar su parte del acuerdo.

Tras reunirse con autoridades iraníes en Teherán, Zardari pudo sellar un acuerdo final para terminar las obras en territorio pakistaní, a un costo de 1.500 millones de dólares.

En el marco del acuerdo, Irán aportará 500 millones de dólares en forma de préstamo blando. Un consorcio binacional formado por la compañía iraní Tadbir Energy y la pakistaní Interstate Gas Company estarán a cargo de la construcción del gasoducto en Pakistán.

Está previsto que las obras estén totalmente terminadas en diciembre de 2014, según un acuerdo previo de compra y venta de gas.

"Los dos países tienen relaciones consolidadas y de mutua confianza a pesar de los esfuerzos de quienes intentan arruinar los vínculos entre Teherán e Islamabad, así como impedir nuestra cooperación", dijo el presidente pakistaní tras la firma del acuerdo en la capital iraní.

"La construcción de este proyecto es muy beneficiosa para ambas partes y respaldamos el trabajo realizado hasta ahora", añadió.

"Irán y Pakistán estarán uno junto al otro con una perspectiva estratégica", declaró Ahmadineyad. Añadió que el acuerdo era un golpe diplomático contra la creciente presión externa para aislar a Teherán por la cuestión nuclear.

Antes de la visita de Zardari, un comité del gabinete pakistaní, integrado por personalidades de los ministerios de Finanzas, Justicia y Petróleo y encabezado por el titular de Finanzas, aprobó una inversión de 1.500 millones de dólares.

En ese sentido, la visita de Zardari apuntó a ajustar detalles del acuerdo, en particular los términos de la contribución iraní, la participación en la construcción y los precios del gas, pues la burocracia pakistaní ya estaba totalmente a favor de esta iniciativa.

Pero el viaje marcó un giro drástico en la política exterior de Islamabad, pues Zardari desafió la presión internacional y arriesgó un alejamiento irreversible con Washington, que promovió de forma incansable una vía alternativa de suministro.

Se trataba de un tendido originado en Turkmenistán y que pasaba por Afganistán, conocido como gasoducto TAPI (Turkmenistán, Afganistán, Pakistán e India).

Antes del viaje de Zardari, la ahora exsecretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Hillary Rodham Clinton, había lanzado una advertencia a Pakistán en una declaración frente al Congreso legislativo de su país.

"Iniciar la construcción de ese gasoducto, ya sea un proyecto iraní o conjunto, violará nuestras sanciones contra Irán", dijo.

Pero desde el punto de vista pakistaní, Occidente no es sensible a sus intereses nacionales. Pakistán sufre una crisis energética, y los cortes de energía ya dañan a la industria y enfurecen a la población.

Las relaciones entre Islamabad y Washington se enfriaron y están tiznadas de controversia, lo que genera ocasionales golpes diplomáticos en el marco de la creciente tensión bilateral por los ataques con aviones no tripulados y las operaciones antiterroristas en suelo pakistaní.

En el marco de la grave crisis de seguridad en Afganistán, debido a que Occidente reduce su presencia militar pese a la incesante presión del movimiento islamista Talibán contra el frágil gobierno de Kabul, el gasoducto TAPI, promovido por Washington, está lejos de ser una alternativa factible y oportuna.

Irán es un proveedor de energía asequible y oportuna, pues el gasoducto ayudará a cubrir 20 por ciento de la producción de electricidad de Pakistán.

El acuerdo es un subtexto de la tendencia de Irán a hacer pesar sus cuantiosas reservas de hidrocarburos para atraer poco a poco a aliados de Estados Unidos desesperados por energía, como Turquía, el mayor cliente de gas natural iraní y un fuerte crítico de las "segundas sanciones" de Occidente a los socios energéticos de Teherán.

Pakistán e Irán, junto con Turquía, han sido miembros fundadores de la Organización de Cooperación Económica, y durante décadas exploraron múltiples formas de mejorar las relaciones bilaterales y la integración económica regional.

Al comienzo, el gasoducto tenía previsto llegar a India con posibilidades de extenderse hasta China. Pero la combinación de problemas de seguridad, la presión externa y desacuerdos de precio redujo el proyecto a los dos vecinos fronterizos.

El gasoducto sentará las bases para la creación de un corredor de energía transnacional, en el que Irán ocupará un lugar central.

Durante su encuentro, ambos gobernantes discutieron acuerdos de cooperación estratégica, en especial sobre la insurgencia y la inestabilidad en Balochistán, una gran amenaza para el gasoducto, así como el futuro de Afganistán.

Dadas las sanciones impuestas por Occidente al sector energético y financiero de Irán, las conversaciones bilaterales también ofrecieron una base para la concreción de sustanciales acuerdos de intercambio.

El acuerdo final representa un nuevo capítulo en las relaciones entre Irán y Pakistán, pues puede resolver las dificultades energéticas de este último, pero también subraya la limitada capacidad de Occidente de aislar completamente a Irán, rico en recursos.

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