ACTUALIZACIÓN *: Tratado de venta de armas gambetea vetos y consensos

Revólver con el cañón anudado en las afueras de la sede de la ONU, en Nueva York. La escultura del artista sueco Fredrik Reuterswärd se llama "No violencia" Crédito: Tressia Boukhors/IPS
Revólver con el cañón anudado en las afueras de la sede de la ONU, en Nueva York. La escultura del artista sueco Fredrik Reuterswärd se llama "No violencia" Crédito: Tressia Boukhors/IPS

La escultura de un revólver anudado que se encuentra frente al Centro de Visitantes de la ONU en Nueva York, se hizo más simbólica este martes 2 cuando una mayoría de países miembros apretaron más el nudo al adoptar el primer Tratado Internacional sobre el Comercio de Armas.La Asamblea General de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) alineó 154 votos a favor del tratado, tres en contra y 23 abstenciones. La adopción por mayoría fue el paso siguiente a las agotadoras negociaciones celebradas entre el 18 y el 28 de marzo en el cuartel general del foro mundial, que incluyeron un chapucero intento de consenso.

Con este tratado se pretende abatir el empleo de armas para abusar de los derechos humanos. El actual comercio no regulado ha conducido a dramas como los niños soldado, la perpetuación de la violencia de género y las masacres de civiles en muchos lugares del mundo.

Si bien reconoce el derecho de los Estados a su defensa, el tratado impone la regulación de exportaciones, importaciones, trasbordos e intermediación.

Su alcance son las armas convencionales –tanques de guerra, vehículos de combate blindados, sistemas de artillería de gran calibre, aviones y helicópteros de combate, buques de guerra, misiles y cohetes–, así como las armas pequeñas y ligeras.
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El tratado obliga a sus estados parte –aquellos que lo ratifiquen— a reportar sus transaferencias de armas y a evaluar si esos embarques terminarán en manos de violadores de los derechos humanos o del derecho internacional humanitario.

Este instrumento internacional estará abierto para su firma a partir del 3 de junio. De acuerdo a la resolución aprobada, su entrada en vigor requiere la ratificación de 50 estados y regirá solamente para aquellos que completen ese proceso, sin imponer obligaciones legales a los demás, explicó Nikola Jovanovic, portavoz y asesor del presidente de la Asamblea General, Vuk Jeremić.

"Las resoluciones de la Asamblea General no son legalmente vinculantes, pero hay una obligación política de continuar y de cumplir", dijo Jovanovic a IPS.

Cuando la ONU decidió poner en su agenda un tratado para regular el comercio de armas en 2006, sus miembros acordaron que la decisión final se adoptaría por "consenso".

Eso implicaba una resolución aprobada por sus 193 estados, quizás con "reservas" que podían plantear algunos si mantenían dudas sobre el texto.

Pero yendo incluso más atrás, a la década de 1970, cuando se adoptó la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, el concepto de consenso entrañaba asimismo que cada Estado estuviera investido de un virtual poder de veto, una envenenada prerrogativa que ejercen desde hace décadas las cinco potencias con asientos permanentes en el Consejo de Seguridad: China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia.

Cuando la semana pasada, tres países –Corea del Norte, Irán y Siria– quebraron la regla del consenso, impidiendo la adopción del tratado, el veto se volvió como un bumerán hacia los cinco grandes, indignados con los tres disidentes.

Sin embargo, lo ocurrido no difiere mucho de las múltiples ocasiones en que Estados Unidos, haciendo uso de su veto, ha impedido resoluciones que contaban con mayorías abrumadoras en el Consejo de Seguridad.

"La hipocresía es evidente si consideramos las más de 75 veces que Washington emitió el único voto negativo en el Consejo de Seguridad, bloqueando el consenso con su veto", dijo a IPS el profesor de política Stephen Zunes, jefe de estudios sobre Medio Oriente en la Universidad de San Francisco.

"Puesto que ha habido una gran cantidad de tratados para el control de armas, los derechos humanos y otros temas internacionales exitosamente adoptados por la ONU aun sin consenso, me dejó perplejo que este se pospusiera, en especial porque los tres países que se negaron son vistos como renegados por buena parte de la comunidad internacional", agregó Zunes.

Sin embargo, hay una posibilidad inquietante que vale la pena investigar, advirtió.

"Ya que Estados Unidos ha intentado debilitar el tratado y logró varias veces posponer la votación, habría que preguntarse si jugó algún papel en la insistencia de mantener el consenso, de modo de bloquear la adopción echándole la culpa a los tres renegados", abundó Zunes, quien ha escrito sobre el Consejo de Seguridad y sus conductas y votos.

Ante el fracaso de la Conferencia Final para el Tratado sobre Comercio de Armas, celebrada entre el 18 y el 28 de marzo, se decidió que la Asamblea General, que resuelve por mayoría, tomara el toro por las astas como lo hizo este martes.

El proyecto de resolución fue auspiciado por más de 64 países, entre ellos Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, y no necesitaba más que una mayoría simple para salir adelante.

Washington ha sido uno de los defensores más firmes del consenso en este proceso y ha "justificado esa opción como una forma de proteger los intereses estadounidenses", dijo a IPS la doctora Natalie J. Goldring, alta integrante del programa de Estudios en Seguridad de la Georgetown University.

Incluso la declaración emitida en 2009 por la entonces secretaria de Estado (canciller) Hillary Rodham Clinton, en la que anunciaba el cambio de posición respecto de la administración de George W. Bush (2001-2009) ante el tratado, ponía énfasis en sostener el consenso.

El problema es que durante las negociaciones se equiparó consenso con unanimidad, incluso cuando no fueran automáticamente equiparables, agregó Goldring, quien representa al Acronym Institute, dedicado al estudio de armamento convencional y comercio de armas, ante la ONU.

Considerar el consenso como si requiriera efectivamente unanimidad equivale a dar poder de veto a los países con las visiones más extremas, apuntó.

La delegación estadounidense insistió en el consenso durante todas las negociaciones, subrayó. Pero, irónicamente, eso fue usado contra los intereses estadounidenses por los llamados escépticos –Corea del Norte, Irán y Siria–, que se opusieron al tratado, indicó.

Incluso si un estricto consenso es un resultado deseable, la ONU debe tener mecanismos para avanzar cuando este resulta imposible. Colocar temas en manos de la Asamblea General es una opción a la que debería apelarse con mayor coherencia que hasta ahora, agregó la experta.

En referencia a la "hipocresía" de las grandes potencias, Zunes subrayó que ni Francia ni Gran Bretaña han ejercido el veto desde 1989, cuando se unieron a Estados Unidos para impedir dos resoluciones: una contraria a la invasión estadounidense de Panamá y otra contra el bombardeo, también estadounidense, a un avión libio.

En las dos décadas anteriores, París y Londres habían refrendado varios vetos estadounidenses a sanciones contra el régimen segregacionista de Sudáfrica y a otras resoluciones referidas a ese país, Namibia y Rodesia (hoy Zambia y Zimbabwe).

En 1982, Estados Unidos sumó fuerzas con Gran Bretaña para vetar una resolución sobre las islas Malvinas, llamadas Falkland por los británicos, que aún hoy mantienen ese enclave colonial en el Atlántico Sur.

Y desde la crisis del canal de Suez, en 1956, los únicos vetos blandidos por París y Londres, sin Washington, fueron varios referidos al actual Zimbabwe, entre 1963 y 1972, y uno sobre una disputa de Francia con Comoras sobre la isla de Mayotte.

En este caso, "no creo en la teoría conspirativa. La delegación estadounidense dijo que no intentaba impedir el tratado, y esa afirmación parece creíble", dijo Goldring a IPS.

Estados Unidos fue uno de los redactores de la resolución presentada por Kenia para llevar el tema a la Asamblea General, añadió. "No necesitaban llegar tan lejos".

En su opinión, el texto del tratado es un excelente punto de partida. "La verdadera prueba será su implementación. Si los proveedores de armas cumplen sus reglas de buena fe, renunciarán a exportar a países con graves problemas de derechos humanos", dijo.

Incluso lograr que estos temas preocupen más a la hora de tomar decisiones es ya un gran paso adelante, concluyó.

* Actualiza la información del despacho publicado a la hora 15:12 GMT

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