Aceite de palma con gusto amargo en Liberia

El gobierno de Liberia otorgó en concesión por 50 años varias hectáreas cerca de Boegbor, en el condado de Grand Bassa, a la compañía Equatorial Palm Oil. Crédito: Wade C.L. Williams/IPS.

Para poder sobrevivir, Sackie Qwemie está obligado a trabajar para la compañía Equatorial Palm Oil (EPO), que se quedó con sus tierras en el noroeste de Liberia.

Qwemie, de unos 50 años, trabaja en la plantación de EPO desde hace tres años, cuando las autoridades otorgaron a la empresa en concesión sus tierras en el condado de Grand Bassa, uno de las 15 que tiene este país de África occidental.

No está para nada contento con el trabajo, que más bien le deja un gusto amargo. Pero no tiene más remedio que hacerlo si quiere sobrevivir.

“Donde estaba mi huerta, arrasaron con mis cultivos de berenjena, pimiento, mandioca (yuca); destruyeron todo”, comentó Qwemie a IPS en Boegbor, un pueblo del distrito cuatro del condado de Grand Bassa.

“Tenía el terreno más grande. Llegué del hospital y me enteré; las máquinas habían arrasado todo. Desde entonces no tengo propiedad”, relató.

Qwemie se muestra preocupado y enojado al explicar su situación; acusa al gobierno liberiano de entregar sus tierras y de ignorar los intereses de la gente a la que se debe.

La decisión gubernamental creó innumerables dificultades a los campesinos, pues EPO paga poco y no les alcanza para cubrir sus necesidades básicas.

“Antes de comer pimientos, tengo que comprarlos. No sé qué decir. No puedo luchar contra la compañía porque ella dice que el gobierno le concedió las tierras”, se quejó Qwemie.

EPO ocupa Palm Bay, una concesión de 34.398 hectáreas para producir palma aceitera. La concesión por 50 años se negoció y se promulgó en 2011, cuando comenzó la plantación.

La expansión al distrito cuarto de Grand Bassa, que empezó este año, enfureció a la población local y generó resistencia.

“Vienen, destruyen nuestro monte, nuestra forma de vida. Incluso el arroyo, dañan el agua que bebemos”, dijo enojado Joe Bah, jefe de Boegbor.

Bah y otros campesinos se quejan de que no fueron consultados sobre el arrendamiento. La compañía utilizó topadoras para limpiar la tierra, incluso sitios sagrados y ancestrales, sin remordimiento ni respeto por la cultura local, protestó.

La población local también acusa al gobierno de usar al jefe del Consejo Nacional Tradicional, Zanzan Kawar, el anciano más reverenciado del país, para desalentarlos a no reclamar sus derechos.[related_articles]

“Cuando Kawar se presenta en cualquier comunidad, todos los ‘zoes’ de Grand Bassa y de otros condados pueden estar presentes”, señaló Isaac Gartaryon, dirigente juvenil.

Los zoes son autoridades religiosas tradicionales a los que se atribuyen poderes sobrenaturales y la gente les teme. Tampoco se atreven a hablar mal de ellos por miedo a las consecuencias.

“Utilizan su enorme influencia para que nadie hable”, explicó a IPS.

Ancianos de la comunidad, con cargos en el gobierno y cercanos a autoridades de la compañía, criticaron duramente a los ciudadanos que se oponen a la expansión, sostuvo Gartaryon.

“No se consultó a los jóvenes, las mujeres ni los jefes sobre la expansión, así que nos resistimos”, explicó.

“Pero el Consejo Nacional Tradicional todavía mantiene su posición y sostiene que en lo que le concierne, la presidenta de la República de Liberia concedió las tierras (a EPO) y que cualquiera que se oponga será detenido”, añadió.

Por su parte, EPO alega que las tierras que ocupa son una concesión del gobierno tras las negociaciones de 2008. La compañía señaló que solo opera 13.000 hectáreas, y que no ha ocupado todo el territorio por la resistencia de la población local.

Sobre las acusaciones de que no se consultó a la población, Thomas Borshua, contador y administrador de EPO, dijo: “No diría que fue así. Mantuvimos varias reuniones con los jefes locales”.

“No hablamos con la gente en forma personal. Tienen sus líderes que se presentaron como sus representantes, y con ellos es con quien conversó la compañía”, explicó a IPS.

Borshua declaró que la compañía solo ocupa una parte de la concesión, aunque se ven tractores circulando en toda su extensión. Además, es común ver árboles recién talados en zonas que, según la población local, no forman parte de las 34.398 hectáreas concedidas.

“Vamos a resistir desde el monte y lo decimos en serio”, dijo enojado Gartaryon.

La presidenta de Liberia, Ellen Johnson Sirleaf, dijo este mes en Estados Unidos, en conversación con Reuters Insider, que el gobierno trabajaba para atender la actual crisis de la tierra.

“No hay duda respecto a lo que dijimos de que las comunidades tienen derechos sobre sus tierras. Aun si decidimos negociar concesiones porque no tienen recursos para trabajarla, esto los terminará favoreciendo con vivienda, empleo y beneficios sociales, pero tendrán una completa participación”, aseguró.

Organizaciones de la sociedad civil, como el Instituto de Desarrollo Sostenible (SDI, por sus siglas en inglés), dedicado a crear conciencia y a aumentar la participación pública en lo que respecta a los recursos naturales, cree que el gobierno debe dejar de hablar y hacer lo correcto.

“El problema de la tierra en Liberia es más que una asunto legal. Se trata del sustento de las comunidades rurales”, dijo Nora Bowier, de SDI, a IPS.

“Si el gobierno otorga grandes porciones de tierras de las comunidades rurales y se las otorga a las multinacionales, sin asegurarles ni ofrecerles mejores alternativas para sobrevivir, es como quitarles el derecho a vivir y aumentar su pobreza”, añadió.

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