Segunda oportunidad para excombatientes islámicos somalíes

Excombatientes islámicos buscan reinsertarse en la sociedad. Crédito: Abdurrahman Warasameh/IPS

El somalí Farah Osman, de 18 años, está arrepentido de haber pasado los últimos siete años en las filas del grupo islamista Al Shabaab, donde fue entrenado por yihadistas para disparar y reparar armas.

Ahora es un desertor de esa organización radical. Este joven alto y delgado es uno de los alrededor de 800 excombatientes del Al Shabaab que se encuentran en el Centro de Rehabilitación de Sarendi, en Mogadiscio. Él espera reintegrarse pronto a la sociedad y luego a las fuerzas armadas de Somalia.

Osman no puede recordar el mes exacto en el que fue reclutado como combatiente de Al Shabaab, organización vinculada con la red extremista Al Qaeda, pero sabe bien que fue a fines de 2006, el año en que tropas etíopes apoyadas por Estados Unidos invadieron Somalia para apoyar al Gobierno Federal de Transición.

Se dirigía a su escuela un día caluroso cuando su exmaestro de la «dugsi», colegio religioso, lo detuvo y lo llevó a una base de Al Shabaab.

Osman, con apenas 11 años, entró en pánico y se quedó sentado bajo un árbol de la base. Poco después llegó su exmaestro acompañado de un grupo de hombres con agua mineral y dátiles, que distribuyeron entre todos los jóvenes reclutados.

Luego llegaron predicadores y hablaron durante horas sobre la guerra santa, la rivalidad con Etiopía y la importancia de defender al país.

«El cielo, el dinero y el prestigio eran incentivos que seducían. Sus promesas eran irresistibles», reflexiona hoy Osman.

Contó que todos parecían dispuestos a sacrificar sus vidas para defender su religión y su país.

Sus instructores eran todos somalíes, incluyendo a Adan Hashi Farah «Eyrow», veterano de guerra que fundó a Al Shabaab, ala armada de la Unión de Cortes Islámicas.

Farah fue muerto en un ataque aéreo estadounidense contra su casa en la localidad de Dhuusomareeb, en el centro de Somalia, en mayo de 2008.

«Ofrecían un teléfono celular y un salario mensual de 50 dólares», dijo Osman. Pero añadió que esto no fue lo único que lo convenció de unirse a la organización. «Quería parecer poderoso y ser un hombre respetado, y las personas (entonces) respetaban a un hombre armado», indicó.[related_articles]

Durante cinco años, Osman recorrió las deterioradas calles de Mogadiscio y los bosques cercanos a la frontera con Kenia enfrentándose con soldados somalíes, etíopes o de las fuerzas de paz de la Unión Africana, con la esperanza de que con su misión se ganaría un lugar en el paraíso.

En octubre de 2011, Al Shabaab realizó un atentado suicida contra la sede del Ministerio de Educación en la capital somalí. Más de 70 personas murieron, la mayoría estudiantes que se encontraban en las oficinas realizando trámites.

«Entonces me di cuenta de que Al Shabaab ya no luchaba por motivos religiosos o por la yihad», dijo Osman a IPS. «Eso no es lo que representa la yihad».

Osman no es el primero ni el último en desertar de Al Shabaab. Cientos de combatientes islámicos en todo el sur de Somalia han entregado las armas y se han rendido desde 2010, cuando el gobierno les ofreció una amnistía, protección y oportunidades de trabajo.

El grupo islámico sufre ahora grandes dificultades financieras y ha perdido ciudades estratégicas en el país, por lo que se prevé que más combatientes abandonarán sus filas.

En un solo día de septiembre de 2012, en la localidad de Jowhar, a unos 80 kilómetros de Mogadiscio, 250 miembros de Al Shabaab se rindieron ante las fuerzas somalíes y de la Unión Africana.

El jefe de inteligencia en Mogadiscio, Khalif Ahmed Ereg, dijo en conferencia de prensa en febrero que las deserciones de combatientes islámicos crecían en forma drástica y que se esperaban más para los meses siguientes.

Antes de permitir que un excombatiente ingrese al programa de rehabilitación, la Agencia Nacional de Seguridad e Inteligencia (NISA) hace una investigación sobre su pasado.

No obstante, muchos han expresado sus dudas sobre este proceso, señalando que algunos excombatientes todavía mantienen estrechos vínculos con la organización extremista.

El analista Ibrahim Sheikh Hassan, exprofesor en el Colegio de Estrategia de Mogadiscio, dijo a IPS que el proceso de investigación de la NISA era débil e insuficiente, y que Al Shabaab se aprovechaba de eso para realizar una «infiltración planificada» en las fuerzas de seguridad del gobierno.

«Brindan información detallada para que sus falsas deserciones parezcan genuinas, mientras planean operaciones de destrucción dentro del gobierno», alertó.
La NISA niega estas sospechas, pero los últimos ataques extremistas, incluyendo una serie de atentados suicidas en la capital, parecen confirmarlas.

En enero, un miembro de Al Shabaab que había desertado del grupo intentó matar al primer ministro en un atentado con bomba en el palacio de gobierno. En el ataque murió un soldado y varios otros resultaron heridos.

La NISA «debería adoptar otra estrategia para aprovechar a los excombatientes pero sin oficialmente incorporarlos a la agencia», sostuvo Hassan.

El Centro de Rehabilitación de Sarendi, en Mogadiscio, donde reside Osman, es actualmente el único en su clase en el país.

Pero, hablando ante la Asamblea Nacional en marzo, el primer ministro Abdi Farah Shirdoon dijo que su gobierno planeaba abrir 10 centros más para dar lugar y rehabilitar a desertores de Al Shabaab y a combatientes capturados en la guerra.

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