América Latina puede alimentar al mundo

Con sus recursos naturales, capacidad de producción y una mayor inversión, América Latina se proyecta como uno de los principales proveedores de alimentos para abastecer la creciente demanda mundial, diversa y cada vez más sofisticada.

El reto es aprovechar la oportunidad, sin desatender las necesidades de una región en la que hay aún 66 millones de indigentes, 11,4 por ciento de la población, según los últimos datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

Si bien el mercado internacional afronta dificultades derivadas de la volatilidad de precios, la especulación y la competencia de los biocombustibles por el suelo, expertos consultados por IPS se manifestaron convencidos de que la región puede atravesar con éxito el desafío.

Variedades de arroz, cereales, oleaginosas, frutas, lácteos, carnes, aceites, vinos, todo se produce y exporta cada año en grandes volúmenes en América Latina, especialmente en el sur, sorteando sequías, inundaciones y otros eventos meteorológicos vinculados al cambio climático.

El chileno Gino Buzzetti, responsable del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en Buenos Aires, explicó a IPS que por ahora no se aprecia crisis alimentaria mundial alguna, como sí ocurrió en 2007-2008.

Pero sí existe una “preocupación a mediano plazo” por el aumento de la población, que además tendrá más ingresos y una demanda sofisticada. “Ya no será solo arroz, habrá que producir más carne, que requiere mayor inversión”, anticipó.

[related_articles]“Las potenciales tierras para abastecer esa mayor demanda están entre los trópicos templados, pero África no tiene el desarrollo ni la tecnología, en cambio América Latina sí los tiene, sobre todo el Cono Sur”, subrayó.

Buzzetti remarcó que Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay suman 1.000 millones de toneladas anuales de producción de granos en 72 millones de hectáreas cultivadas, que representan 10 por ciento de las tierras agrícolas del mundo. Por ejemplo, 47 por ciento de la producción global de soja se obtiene en esos países y también 28 por ciento de las exportaciones de maíz.

Además, la región es una relevante proveedora de carne para la mesa de la humanidad, tanto que 21 por ciento de la vacuna y 17 por ciento de pollos que se producen en el globo vienen de esta zona latinoamericana, y las exportaciones cárnicas del área implican alrededor de un tercio de lo que se comercializa en el mundo, dijo el titular del IICA.

Ya no hay protagonismos tradicionales. En materia de carne vacuna, donde hace algunas décadas reinaba Argentina, ahora Brasil, Uruguay y Paraguay superan en volumen la producción proveniente del otrora “país del bife (churrasco)”.

Políticas equivocadas como el control de exportaciones para bajar los precios del mercado interno, según opinión del ingeniero agrónomo Fernando Vilella, llevaron a que Argentina disminuyera drásticamente en los últimos años el número de vacunos, a expensas de la producción de pollo y de la expansión de la soja.

Vilella, responsable del área de Agronegocios y Alimentos de la Facultad de Ingeniería de la estatal Universidad de Buenos Aires, considera empero que, con inversiones y más “feed lot” (cría intensiva en corral de engorde), la producción vacuna puede volver a aumentar en este país.

De hecho, ya ha comenzado a recuperarse. Argentina debería hacer como Uruguay, que optó por establecer qué cortes se mantenían con precios regulados para el mercado interno y cuáles se exportaban a precio internacional, apuntó.

Para graficar las necesidades futuras, Vilella explicó a IPS que se estima que en 2030, Asia podrá autoabastecerse en 75 a 82 por ciento de los alimentos, África subsahariana apenas en 15 por ciento y el norte de África y el Medio Oriente en 85 por ciento.

“Esos requerimientos deberán ser atendidos por América del Sur, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Ucrania, que deberán alimentar un mercado insatisfecho de unas 3.000 millones de personas”, vaticinó.

“El rol de Argentina y Brasil será muy relevante”, advirtió. El reto mayor será aumentar la productividad por hectárea, pues las tierras cultivables en el planeta ya casi no tendrán margen para seguir creciendo, puntualizó el experto argentino.

Vilella consideró clave la producción mediante siembra directa, o sin labranza, difundida en Argentina para el cultivo de soja, porque es la más eficiente, “siempre que se haga en los mejores suelos” para evitar el deterioro ambiental, aclaró.

En cuanto a la competencia con los biocombustibles, Buzzetti señaló que el conflicto surge cuando cultivos alimenticios se derivan al mercado energético, como ocurre en Estados Unidos con el maíz destinado a elaborar etanol.

“Hay que orientar la producción a los biocombustibles de segunda generación, que son los que utilizan biomasa no alimenticia”, recomendó.

Pero además de los desafíos prácticos, Buzzetti consideró que también hay que discutir el problema ético del hambre en un mundo en el que se producen alimentos de sobra, y afrontar ese panorama con medidas de consenso internacional.

“En Río+20 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible de 2012) se habló de la necesidad de ir hacia un modelo económico que asegure una mejor distribución de los ingresos, y el tema se retomó en la cumbre del G-20 (Grupo de los 20 países industrializados y emergentes) y en las apelaciones del Banco Mundial”, remarcó.

“Hay que pensar en un modelo de desarrollo capitalista que contemple una mejor distribución de ingresos y de alimentos para hacer más sustentable y equilibrado el sistema mundial”, declaró.

Para lograrlo, hay propuestas que apuntan a disminuir la volatilidad de los precios, que en los últimos años tienden al alza, y a contener la especulación financiera en los mercados alimentarios, pero esos procesos llevan tiempo, advirtió.
Entretanto, las fuentes consultadas coincidieron en que resulta inconcebible que haya países de la región donde todavía el alimento no esté asegurado. Algunos, como México, países de América Central y el Caribe, dependen de las importaciones para completar su dieta.

“Entre 1999 y 2009, los países importadores netos de alimentos en la región pasaron de 11 a 16”, alertó a IPS el colombiano Antonio Hill, experto en agricultura y cambio climático de la organización no gubernamental Oxfam que trabaja para erradicar la pobreza y el hambre.

Para Hill, América Latina tiene una mayor responsabilidad como productora de alimentos porque, al mismo tiempo que debe aumentar la productividad, tiene que “reducir sus niveles de desigualdad, su inseguridad alimentaria y su huella ecológica”.

“Lo más sensato” sería incrementar esa productividad, ampliando el apoyo a la agricultura familiar, especialmente a las mujeres rurales, dijo, a fin de asegurar mayor disponibilidad de alimentos entre los más pobres.

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