Guerra al desperdicio de alimentos

Se estima que la mitad de los productos frescos en Papúa Nueva Guinea se pierden entre la cosecha y la comercialización. Crédito: Catherine Wilson/IPS.

La cuarta parte de todas las calorías derivadas de alimentos cultivados para el consumo humano se pierden o se derrochan, ya sea a propósito o no, según nuevas estimaciones.

Ahora que la carestía de los alimentos se considera algo normal aunque la demanda de estos productos en todo el planeta continúa expandiéndose rápidamente, activistas y expertos en desarrollo en Washington reclaman una acción nacional e internacional concertada de un modo sin precedentes.

“El mundo enfrentó un fracaso análogo de la eficiencia en los años 70 con la energía”, plantea un nuevo documento de trabajo elaborado en conjunto por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés), una organización dedicada al ambiente y el desarrollo con sede en la capital estadounidense.

El estudio señala que la combinación de precios récord y demanda creciente de petróleo hizo que el mundo librara una guerra por la eficiencia energética, y que algo similar ocurrirá con los alimentos.

También estima que la cantidad de tierra usada para cultivar estos alimentos que se derrochan equivale a la superficie de México y consume 28 millones de toneladas de fertilizantes. Sin embargo, los motivos de este desperdicio de recursos son muy diversos, y van desde la ineficiencia en el almacenamiento en las fincas rurales y durante el transporte al mercado hasta la confusión de los consumidores sobre qué hacer con los alimentos “viejos”.

Las nuevas conclusiones coinciden con la divulgación de estadísticas sorprendentes sobre el alcance del hambre en el mundo. Según una serie de estudios publicados el jueves 6 en la revista médica británica The Lancet, la desnutrición es responsable de alrededor de 45 por ciento de todas las muertes de niños y niñas menores de cinco años, mucho más que la proporción de aproximadamente un tercio que antes se creía.

“En buena medida, el alcance de este despilfarro de alimentos es un fracaso de la tecnología. Por ejemplo, en África hay agricultores que todavía no tienen la electricidad que necesitan para almacenar en frío”, explicó Craig Hanson, coautor del documento de trabajo del WRI, a IPS.

“Por un lado, podemos decir que hay muchas maneras de bajo costo en que los donantes pueden ayudar en esta situación. Pero también tenemos que reconocer que la investigación agrícola sobre asuntos posteriores a la cosecha ha sido diminuta, de apenas cinco por ciento de las inversiones totales. Ese es un desequilibrio enorme”, sostuvo.

Hanson dijo que aunque los donantes y los filántropos puedan duplicar esa cifra, llegando a apenas 10 por ciento de todas las investigaciones agrícolas, “se obtendrá una ganancia enorme en las calorías disponibles para la población”.


10.000 millones más

En vista de esto, los niveles de derroche de alimentos parecen ser ampliamente similares entre los países industrializados y los que están en desarrollo. Alrededor de 56 por ciento del despilfarro total tiene lugar en las naciones ricas, mientras que aproximadamente 44 por ciento ocurre en las pobres.

De hecho, Asia meridional y sudoriental son responsables de casi la cuarta parte de todo el despilfarro mundial de alimentos, mientras que los países de la parte industrializada del continente lo son de otro 28 por ciento.

De todos modos, esas cifras enmascaran discrepancias mucho más grandes por persona, particularmente en relación a América del Norte. El gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, estima que el país solo derrocha alrededor de 40 por ciento de su suministro de alimentos.

La mayoría de las regiones del mundo desperdician entre 400.000 (Asia meridional y sudoriental) y 750.000 calorías (Europa) por persona cada día, según el nuevo informe. Pero en América del Norte esa cifra se dispara a más de 1,5 millones, en base a estadísticas de 2011.

Según los actuales estándares internacionales, un adulto activo requiere entre 2.200 y 3.000 calorías por día.

Pero “las grandes eficiencias sugieren grandes oportunidades de ahorro”, plantea el documento. “Reducir la pérdida y el derroche de alimentos puede ser una de las principales estrategias mundiales para lograr un futuro alimentario sostenible”.

[related_articles]Por supuesto, el fantasma que acecha a este asunto son los cerca de 10.000 millones de habitantes que el planeta tendrá para 2050, y el 60 por ciento más de calorías que se estima serán necesarias para alimentarlos, tomando como base los niveles de 2006.

Simplemente reducir a la mitad el actual derroche de alimentos para 2050 permitirá evitar alrededor de 22 por ciento de esa escasez que se proyecta, sugiere la nueva investigación.

De todos modos, la culpa parece recaer sobre productores, transportistas… y consumidores, que resultaron ser responsables de alrededor de 35 por ciento de todo el derroche de alimentos.

Según los expertos, estas características abren importantes oportunidades para realizar campañas dirigidas a las mujeres, quienes en todo el mundo son las principales responsables de la toma de decisiones relativas a la agricultura y al hogar.

“Las mujeres producen, procesan, cocinan y distribuyen alimentos, por lo que ayudarlas a encontrar maneras de reducir el desperdicio y la pérdida de alimentos en el campo, en el almacenamiento, en el plano del consumidor y en casa es clave”, dijo Danielle Nierenberg, cofundadora del grupo de expertos Food Tank, a IPS.

“Cuanto más acceso tengan ellas a recursos, educación e infraestructura, más podrá prevenir pérdidas y derroches, lo que no solo beneficiará a sus familias, sino también a sus ingresos y al ambiente”, opinó.


Reducción de 50 por ciento

En Estados Unidos, el derroche de alimentos aumentó 50 por ciento en las últimas cuatro décadas. El martes 4, las principales agencias de ambiente y agricultura del país anunciaron una importante iniciativa que busca educar a consumidores y empresas sobre la escala que alcanza el problema del despilfarro de alimentos en su territorio.

La Unión Europea fue incluso más lejos, fijándose el objetivo de reducir ese derroche a la mitad para 2020. Ese objetivo es muy optimista (todavía falta que cada país del bloque calcule cómo implementarlo), pero según Hanson, del WRI, las empresas europeas han expresado un entusiasmo significativo con tal plan.

“Las metas logran cosas sorprendentes”, dijo. “La actual creación de conciencia es el primer paso. Pienso que todavía tenemos que llegar a que una gran cantidad de personas se den cuenta de que tenemos un problema real. Pero el próximo paso tendrá que ser fijar una meta, y que incluso sea voluntaria es un buen comienzo”.

Con la reciente publicación de un informe por parte de un panel designado por la Organización de las Naciones Unidas, los debates sobre la próxima fase de los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio ahora adoptan una forma concreta. Una de las metas propuestas en ese reporte incluirá reducir “la pérdida y el desperdicio post-cosecha” en cierto porcentaje, que todavía debe acordarse.

Hanson sugirió 50 por ciento para ese objetivo. Él y sus colegas también reclamaron un protocolo internacional que ofrezca una metodología estándar para que países y empresas de todo el mundo determinen cuántos alimentos se derrochan y dónde.

“Creo firmemente en la idea de que lo que se puede medir se puede abordar”, dijo.

“Con la pérdida y el desperdicio de alimentos ahora tiene que ocurrir lo mismo que vimos en relación al cambio climático y las emisiones (contaminantes) hace una década. No empezaremos a manejar esto hasta que sepamos cuánto estamos perdiendo y dónde”, añadió.

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