COLUMNA: Militares hunden la revolución en Egipto

La brutal represión perpetrada por el ejército de Egipto aplastó las aspiraciones revolucionarias de justicia, dignidad y esperanza que los jóvenes de este país propagaron al mundo en enero de 2011.

Declarar estado de emergencia y sacar el ejército a la calle es, sin duda, una señal de que se trastocó la revolución de 2011, que derrocó a Hosni Mubarak (1981-2011).

A muchos egipcios les preocupa que figuras clave del régimen de Mubarak estén de regreso.

Egipto podría estar cayendo en una guerra civil y en el fracaso del Estado.

La renuncia del vicepresidente Mohammad el-Baradei indica que los liberales egipcios, quienes apoyaron al ejército cuando destituyó al presidente elegido en las urnas Mohammad Morsi, se dan cuenta de las intenciones de las Fuerzas Armadas de escapar al experimento democrático posterior a Mubarak.

La decisión del general Abdel Fatah al Sisi de designar a más de una decena de generales retirados como gobernadores en distintas partes de Egipto es otra señal de que las Fuerzas Armadas llegaron para quedarse.

Las masivas manifestaciones a las que Al Sisi se refirió como “mandatadas” para derrocar a Morsi pronto reaparecerán reclamando su propia partida. Una vez más movilizará a la Hermandad Musulmana y a sus seguidores.

No importa cuánto desprecien a la Hermandad Musulmana, los liberales egipcios ahora se dan cuenta de que un gobierno militar no puede ser sinónimo de democracia.

En una columna publicada en IPS y en LobeLog hace un mes, alerté sobre la posibilidad de que los militares secuestraran la democracia en Egipto. Eso fue lo que hizo el ejército el miércoles 14, 44 días después de sacar a Morsi de la Presidencia.

Numerosos líderes liberales que ahora trabajan en el gobierno provisorio de Al Sisi protestaron durante meses contra el gobierno del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.

Tras la caída de Mubarak, el ejército, al mando del general Mohammad Hussein Tantawi, preparó su regreso al poder y defendió el gobierno autocrático con el argumento de combatir la inestabilidad y el caos. Pero debieron dar un paso al costado por las protestas callejeras.

Esta vez, los militares usaron un argumento similar y repitieron el mismo patrón. Además de designar nuevos gobernadores, Al Sisi y el presidente interino Adly Mansur restituyeron normas y procedimientos, así como figuras políticas, de la época de Mubarak.

Una vez que el ejército liquide la revolución, el pueblo de Egipto saldrá otra vez a la calle a reclamar el regreso de una democracia genuina. Pero el conflicto civil, las divisiones sectarias y elementos descontrolados del viejo régimen complicarán la recuperación de la revolución de 2011.

El gobierno del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, trató, pero no pudo lograr un acuerdo entre las Fuerzas Armadas y los partidarios de Morsi, que incluía la liberación de presos de la Hermandad Musulmana y el respeto del derecho de reunión y de realizar protestas pacíficas.

El fracaso refleja la pérdida de influencia de Washington sobre las Fuerzas Armadas de Egipto, pese a los miles de millones de dólares de asistencia extranjera y militar que este país recibe de Estados Unidos.

Ya sea en Egipto o en Bahrein, Washington quedó atrapado en medio de países profundamente divididos. Según reportes de prensa, algunos revolucionarios egipcios y partidarios del gobierno bahreiní ya no tienen interés en recibir ayuda de ese país.

En Egipto se considera que Estados Unidos apoya a la dictadura militar.

En Bahrein, figuras favorables al régimen piensan que la presencia militar estadounidense convalida al movimiento reformista, incluida la oposición chiita, e impide que las autoridades repriman a la oposición.[related_articles]

La declaración del secretario de Estado (canciller) de Estados Unidos, John Kerry, condenando la cruenta violencia empleada por el ejército y la policía contra manifestantes pacíficos, fue contundente pero ineficaz.

El ejército ya había perpetrado su sucia acción sin temor a ninguna condena internacional.

Los militares de Egipto ya utilizaron a los medios locales y ahora tratan febrilmente de ganarse a los internacionales. El régimen restringió sus actividades y prohibió a algunos periodistas extranjeros trabajar en el país.

Tres reporteros internacionales fueron asesinados el miércoles 14 durante una de las brutales represiones.

Los funcionarios estadounidenses deberían preguntarse qué influencia tiene actualmente Washington, si es que la tiene, para incidir en el terreno.

A pesar de su posición considerada débil en la región, Estados Unidos mantiene una relación especial con las Fuerzas Armadas egipcias.

Si los militares quieren recuperar la calma en el país, deben tomar varias medidas urgentes. Washington sin duda estará dispuesto a ayudar si se lo piden.

Primero: Los enfrentamientos violentos con manifestantes pacíficos, entre los que se encuentran miembros de la Hermandad Musulmana y otros opositores, deben cesar de inmediato.

Segundo: La restitución de un gobierno civil, mediante elecciones parlamentarias y presidencias, debe ocurrir en los próximos meses.

Todos los partidos y grupos políticos, incluida la Hermandad Musulmana y otros islamistas, deben poder participar sin temores ni intimidaciones.

Tercero: Todos los presos políticos, incluido el depuesto presidente Morsi y los dirigentes de la Hermandad Musulmana, deben quedar libres de inmediato y recibir una invitación para participar en un diálogo de reconciliación nacional bajo los auspicios de Al-Azhar.

Cuarto: Las Fuerzas Armadas de Egipto son plenamente conscientes de que la estabilidad de este país es fundamental para la estabilidad de Medio Oriente, pero esta no puede imponerse a punta de pistola.

Si Egipto no restituye un gobierno civil, no es impensable que se instale el caos, haya violencia política, se desate una guerra civil y posiblemente se destruya el Estado.

Emile Nakhleh es exfuncionario de inteligencia, profesor de la Universidad de Nuevo México y autor del libro “A Necessary Engagement: Reinventing America’s Relations with the Muslim World and Bahrain: Political Development in a Modernizing Society” (Un compromiso necesario: Reinventando las relaciones de Estados Unidos con el mundo musulmán y Bahrein. Desarrollo político en una sociedad que se moderniza).

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