Sandy elevó la percepción de riesgo en Santiago de Cuba

El emblemático parque Carlos Manuel de Céspedes, en el corazón de la urbe, tendrá que esperar muchos años para reemplazar los árboles que perdió. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Pasados nueve meses, en esta oriental ciudad cubana se sigue considerando el paso del huracán Sandy como la peor catástrofe sufrida en muchas décadas, aunque sus vecinos han logrado restañar parte de las heridas infligidas y aseguran que estarán mejor preparados si el fenómeno se repite.

“Ahora tenemos más información (…), más conciencia de lo que pasó, que fue muy duro”, dijo a IPS la música Melly Álvarez, de 31 años, residente en el castigado centro santiaguero. “Nunca pensamos que nos podía suceder algo así. Después de Sandy seguimos alertas a los avisos meteorológicos, tomamos medidas, así que ya no habrá sorpresas”, señaló.

Para expertos, toda ciudad debe tomar previsiones ante un huracán y más aún con las características de Santiago de Cuba, con una topografía montañosa y edificios densamente poblados.

“En áreas del paí¬s que no sufren estos eventos meteorológicos con frecuencia hay que reforzar la educación y elevar la percepción del riesgo”, explicó el meteorólogo José Rubiera, en una entrevista reciente con IPS.

El derrumbe de una edificación aledaña causó serios daños a la casa de Álvarez, aún construida a medias y con mucho esfuerzo por su familia. “Al principio hubo corrupción en la distribución de los materiales, pero las autoridades tomaron medidas y se aceleró el proceso de rehabilitación. Hay más organización”, relató.

[related_articles]Sin lugar a dudas, el sector habitacional sufrió el mayor rigor de los vientos de hasta 200 kilómetros por hora que cruzaron la ciudad en la madrugada del 25 de octubre de 2012.

Según cifras oficiales, fueron destruidas 15.888 casas y otras 22.000 sufrieron derrumbes parciales. El total significa la mitad del parque habitacional de esta ciudad distante 847 kilómetros de La Habana.

Muchos inmuebles perdieron sus techos y la demora en recuperarlos genera impaciencia y malestar en las familias. “Necesitamos seis millones de metros cuadrados de cubiertas y la producción del país apenas supera el millón”, indicó a corresponsales extranjeros Madeleine Cortés, vicepresidenta del estatal Consejo de Administración de la provincia de Santiago.

Las personas cuyas viviendas resultaron dañadas cuentan con la bonificación estatal de 50 por ciento del precio de los materiales y créditos bancarios con bajas tasas de interés y mayores plazos de pagos. En el caso de quienes directamente se quedaron sin vivienda, el Estado asume los costos de los préstamos y además subsidia a las familias de menores ingresos.

Cortés explicó que como parte de la estrategia de recuperación se trazó un programa que debería concluir en 2019 con 21.400 viviendas construidas para beneficio de los damnificados del huracán Sandy y familias de barrios precarios.

Según las autoridades, en toda nueva edificación se tiene en cuenta tanto el riesgo de huracanes y de sismos.

En Mar Verde, el pequeño balneario situado al oeste de la urbe santiaguera por cuyas cercanías tocó tierra el huracán Sandy, más de 40 familias aguardan esperanzadas la construcción de una comunidad que reemplace a la que fue arrasada por el mar. Mientras tanto, permanecen alojadas en las cabañas antaño dedicadas a vacacionistas.

“Se está buscando el terreno, que debe ser firme y más alejado de la costa, como estaba decidido desde antes del desastre”, apuntó Heriberto Téllez, de 53 años, custodio de una cooperativa agropecuaria, quien, como sus vecinos, aspira a que las nuevas viviendas vengan con los equipos electrodomésticos que se llevaron las aguas.

“Somos un país pobre, todo a la vez no se puede. Ya nos tocará”, comentó a IPS.

Campesinos del litoral sur de la provincia santiaguera relataron que en esa zona lo peor fueron las secuelas del huracán. “Con los ciclones, uno se pone contento porque traen agua, pero Sandy no alivió la intensa sequía que hay por aquí. Prácticamente no ha llovido en estos nueve meses”, contó a IPS el productor Carlos Arias, presidente de una cooperativa agropecuaria de la zona.

Arias añadió que, debido al estrés posterior al desastre, las conejas, cerdas y otras reproductoras de ganado menor dejaron de parir, las aves ponedoras bajaron su producción de huevos, las vacas dieron menos leche y hasta las abejas estuvieron un tiempo sin elaborar miel. “Fue una catástrofe que vamos sentir por unos cuantos años”, se lamentó.

El gobierno de Raúl Castro estimó a fines de julio en casi 7.000 millones de dólares los daños provocados por Sandy en el sector inmobiliario, viales y de servicios de energía eléctrica y telefonía, tanto en Santiago de Cuba como en las vecinas Holguín y Guantánamo, las tres provincias más afectadas, como en los causados por las intensas lluvias e inundaciones en la región central del país.

Solo en Santiago, las pérdidas ascendieron, según sus autoridades, a unos 4.700 millones de dólares, de los cuales 2.600 se deben a la destrucción total o parcial de las viviendas, un sector que habitualmente sufre con mayor rigor el embate de los frecuentes huracanes.

En 2008, la tormenta tropical Fay y los huracanes Gustav, Ike y Paloma dañaron 647.111 casas en el país.

La incidencia de los eventos climatológicos ha obligado al gobierno cubano a destinar la mayoría de los recursos asignados a vivienda a reponer los inmuebles dañados total o parcialmente por huracanes e intensas lluvias. El déficit habitacional del país ronda ya las 700.000 unidades, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

La porción más oriental de Cuba afronta también el peligro latente de desastres telúricos debido a la cercanía del sistema de fallas Bartlett-Caimán, que constituye el límite activo de las placas litosféricas de América del Norte y del Caribe. También en este caso, la calidad de las viviendas constituye una de las mayores vulnerabilidades en esta nación con 11,2 millones de habitantes.

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