El dólar rosa es la nueva moneda del turismo asiático

Las lesbianas Sarah Welton y Courtney Mitchell contraen matrimonio en Nepal bajo la órbita de la Blue Diamond Society, que promueve los derechos de las personas LGBT. Crédito: Sudeshna Sarkar/IPS.

Cuando Naomi Fontanos se fue de vacaciones en 2002 no vio personas transgénero en hoteles, restaurantes u otras empresas de Boracay, el popular destino turístico del sur de Manila, Filipinas. Pero ahora percibe un cambio.

Boracay reflejaba “la estrechez mental generalizada en la sociedad filipina de aquel tiempo hacia las lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT)”, dijo a IPS la fundadora de Gender and Development Advocates Filipinas, una organización de defensa de los derechos de las personas transgénero en su país.

“Muchos nunca habían visto una mujer transgénero”, relató.

Pero en la última década, cambios importantes transformaron los destinos turísticos. Al regresar a la isla, en noviembre de 2012, Fontanos vio que en su hotel flameaba una bandera con los colores del arcoiris, señal de bienvenida a turistas LGBT. Otros establecimientos también se promocionaban como amigables con los homosexuales.

Tris Reid-Smith, director y editor de Gay Star News, un sitio de noticias sobre cuestiones LGBT en todo el mundo, también observó los cambios en Londres.

Reid-Smith está reformando la sección de viajes de su sitio para aprovechar la creciente importancia de los “dólares rosa” en la industria turística.

“Las personas LGBT viajan más, se toman más vacaciones”, dijo a IPS. “Con la recesión en Europa y América del Norte, a las familias (heterosexuales) les resulta difícil viajar en vacaciones si tienen que cubrir sus prioridades económicas: alimentos, calefacción, educación de los hijos”.

“Las familias LGBT son más pequeñas, y viajar es más accesible para ellas”, agregó.

Este cambio económico ayudó a que la industria de los viajes se diera cuenta de que, si quería mejorar los márgenes de ganancias, tenía que cortejar a este segmento cada vez más importante.

A raíz de las promociones para atraer a visitantes de Australia y China, dos de sus mayores mercados turísticos, Tourism New Zealand (TNZ), la organización responsable de “vender” Nueva Zelanda como destino de viajes, ahora se centra en este sector desatendido.

El disparador es la nueva Ley de Enmienda Matrimonial, que legalizó los casamientos entre personas del mismo sexo en ese país a partir del 19 de agosto.

El día anterior se descargaron de Internet más de 1.000 formularios matrimoniales, triplicando el promedio habitual, según el Departamento de Asuntos Internos de Nueva Zelanda.

TNZ organizó una de esas bodas mediante concurso. La ganadora fue la pareja gay australiana conformada por el veterinario Paul McCarthy y su novio Trent Kandler.

La aerolínea nacional Air New Zealand patrocinó el casamiento a bordo de uno de sus aviones de las lesbianas Lynley Bendall y Ally Wanika, de Auckland.

Las reformas legales y la defensa de los derechos de los homosexuales de líderes como el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el papa Francisco, también han estimulado el turismo rosa.

[related_articles]“En los últimos tiempos, muchos países han aprobado matrimonios entre personas del mismo sexo”, dijo Reid-Smith, entre ellos “Gran Bretaña y algunos estados de Estados Unidos. En Asia, se debate en Tailandia y Vietnam. En India se cuestionan las leyes coloniales” contra la homosexualidad.

“Todo esto ha hecho que la comunidad confíe en que el gobierno y la sociedad están de su lado”, agregó.

Hace una década, muchos hoteles se negaban a dar habitaciones con camas dobles a parejas del mismo sexo que tenían que soportar la discriminación. “Pero ahora, con leyes que las reconocen como 100 por ciento iguales a otros ciudadanos, las parejas gay esperan más respeto”, sostuvo.

Internet y las redes sociales han desempeñado un rol clave.

“Los medios sociales permitieron a la gente descubrir lo que ocurre en el mundo y comentarlo”, destacó. “Esto creó relaciones, confianza y una comunidad global contra la homofobia”.

Cuando el activista gay Eric Ohene Lembembe fue asesinado en julio en Camerún, estallaron protestas en Londres. Y cuando el gobierno de Rusia exhibió sus inclinaciones antihomosexuales, se alzaron voces desde distintas partes del mundo reclamando un boicot a los Juegos Olímpicos de Invierno 2014, que se realizarán en la localidad rusa de Sochi.

“Es importante que la comunidad LGBT muestre que está dispuesta a boicotear acontecimientos, países o individuos homofóbicos”, dijo a IPS la activista Jean Chong, fundadora de Sayoni, una plataforma para mujeres lesbianas, bisexuales, transgénero y queer con sede en Singapur.

“Podemos (llevar) nuestro dinero a otra parte y podemos elegir”, añadió.

Singapur es percibido como más tolerante que sus vecinos Malasia, Indonesia y Brunei, de mayoría musulmana. Es anfitrión de festivales de cine gay y su reunión anual de gays Pink Dot convocó este año la friolera de 21.000 personas. También allí el opositor Vincent Wijeysingha pudo convertirse en el primer político en “salir del armario”.

De todos modos, tiene leyes que penalizan las relaciones sexuales entre hombres y desalientan el turismo. Todavía existen la vigilancia y la censura, y es poco frecuente el patrocinio de acontecimientos gay.

“Los turistas LGBT no se fiarán de países que no les den la bienvenida, porque en este momento hay muchas otras opciones”, dijo Chong.

“Las políticas discriminatorias también crean un obstáculo para acontecimientos que buscan crear conciencia y abastecer a la comunidad LGBT”, añadió.

Los derechos de los gays están profundamente influenciados por la forma en que tratan a estas comunidades India y China, los dos gigantes asiáticos con una población combinada de 2.500 millones de personas, dijo Sunil Babu Pant, fundador del movimiento de los homosexuales en Nepal.

Este país, otrora un reino hindú conservador cerrado al mundo exterior, reconoció a los homosexuales como “personas naturales” en 2008. La Corte Suprema pidió al gobierno que legislara para proteger sus derechos y permitir matrimonios entre personas del mismo sexo.

Pant cree que China e India, los vecinos de Nepal, están quedando rezagados.

China dejó de señalar la homosexualidad como una enfermedad mental en 2001, y las muestras públicas de afecto entre gays son vistas con indulgencia durante el festival de Qixi, paralelo chino del Día de San Valentín. Pero el Festival de Cine Queer de Beijing ha sido reiteradamente clausurado por el Estado.

Y aunque Shanghai, la capital comercial, realiza un festival gay anual desde 2009, todavía no están permitidas las marchas públicas.

En India aumentó la aceptación social desde 2009, cuando la Suprema Corte revocó parte de una ley antihomosexualidad que había convertido en delito penal las relaciones sexuales entre hombres.

“Vemos más personas gays salir del armario, una vibrante vida nocturna gay y marchas del orgullo en ciudades importantes”, dijo Suraj Laishram, asesor turístico en Indjapink, una agencia de viajes gay con sede en Nueva Delhi. Pero aún no es suficiente.

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