Ayuda alimentaria eterniza el hambre haitiana

El arroz estadounidense invade Haití. Crédito: Marc Schindler Saint-Val/HRW

Haití lleva medio siglo recibiendo ayuda alimentaria, y solo de Estados Unidos han llegado más de 1,5 millones de toneladas de alimentos en las últimas dos décadas.

Sin embargo, agencias internacionales acaban de lanzar un grito de alerta: cerca de dos tercios de todos los haitianos, casi siete millones de personas, pasan hambre. Y alrededor de 1,5 millones, el doble que el año pasado, afrontan una “severa” o “aguda” inseguridad alimentaria. ¿Por qué?

Una nueva serie de cinco investigaciones se dedica a echar luz sobre este problema, sus causas estructurales, las ineficiencias y lo que un funcionario definió como “los efectos perversos” de la asistencia alimentaria.[pullquote]3[/pullquote]

El sector agrícola haitiano languidece desde hace tiempo, ignorado por sucesivos gobiernos y donantes internacionales. La agricultura representa alrededor de 25 por ciento del producto interno bruto, y hasta hace poco daba empleo, directa o indirectamente, a más de dos tercios de la población.

Sin embargo, por varias décadas hubo muy poca inversión. El Ministerio de Agricultura recibe menos de cinco por ciento del presupuesto público y, hasta hace poco, el financiamiento externo de la ayuda alimentaria superaba, a veces en más del doble, lo destinado al desarrollo agrícola.

En 2009, una misión del Equipo de Tareas de Alto Nivel de la Organización de las Naciones Unidas sobre la Crisis Alimentaria Mundial deploró “el abandono del sector agrícola y de la producción nacional en las últimas tres décadas”.

Ese grupo criticó también al gobierno haitiano, a otros países y a agencias no gubernamentales por la “multiplicidad de estrategias y programas, muchas veces contradictorios”, así como por “las interminables conferencias que no dan ningún resultado concreto”.[pullquote]1[/pullquote]

Otros problemas, como el inadecuado sistema de tenencia de tierras, la deforestación, la degradación ambiental y la falta de semillas, fertilizantes y caminos, juegan su parte en el colapso de la producción agrícola.

Pero el sector también ha tenido que lidiar con la inundación de productos importados, más baratos por ser muchas veces subsidiados, en especial el arroz de Estados Unidos. Este fenómeno se agravó a partir de 1995, cuando Puerto Príncipe redujo los aranceles bajo presión de Washington y de las instituciones financieras internacionales.

Haití importaba menos de 20 por ciento de sus alimentos a comienzos de los 80, y ahora adquiere más de 55 por ciento del exterior, sobre todo de Estados Unidos y de la República Dominicana.

Desde el terremoto de 2010, el gobierno y los donantes extranjeros lanzaron una serie de programas para resolver esta situación, reconstruyendo caminos, dragando canales y ayudando a mejorar la productividad agrícola.

Pero en Grande Asne, unas de las provincias más verdes y productivas del país, los agrónomos están preocupados.

“Grande Asne era el granero para otras provincias”, dijo Vériel Auguste. “Pero ya no. Estamos perdiendo ese potencial”.

Auguste tiene un huerto donde cultiva árboles, cereales y tubérculos con los que intenta entusiasmar a otros integrantes de la cooperativa a la que pertenece. Pero las huertas cercanas están vacías, señaló.

“La gente dejó su tierra”, por la falta de apoyo técnico y porque sus cultivos no pueden competir con los alimentos más baratos que llegan del exterior, dijo. “No lejos de aquí hay una serie de hermosos campos con buena tierra. Pero están cerrados. La gente se fue”.

Durante la mayor parte de 2012 y hasta comienzos de este año, cerca del predio de Auguste, abundaban los avisos publicitarios sobre un programa de ayuda alimentaria que, según él y varios expertos, contribuyó a expulsar a los agricultores de sus tierras.

Un “ensayo” de ayuda

Aunque solo proveyó de alimentos a 18.000 familias en este país de 10 millones de habitantes, el programa administrado por la organización internacional contra la pobreza CARE, aprobado por Puerto Príncipe, demostró que la asistencia alimentaria puede ser un arma de doble filo.

Con financiamiento de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), el programa “Tikè Manje” (Cupón de alimentos) distribuía vales para adquirir productos como arroz, aceite y frijoles hasta agosto de este año, la mayoría estadounidenses.

La iniciativa había sido diseñada originalmente para asistir a las víctimas del huracán Tomás, que en noviembre de 2010 afectó severamente plantaciones haitianas.

Sin embargo, se lanzó 11 meses después, y solo entró en pleno funcionamiento en 2012, más de un año después del paso de la tormenta. Al principio iba a beneficiar a 12.000 personas, pero se extendió a casi 18.000 luego de que otro huracán, Sandy, azotó nuevamente el país.

La demora probablemente se debió a que la zona dañada por Tomás “ya había comenzado a recuperarse”, dijo Jean Robert Brutus, director de otra iniciativa de ayuda, esta vez gubernamental, llamada “Aba Grangou” (Acabemos con el hambre), que se asoció al programa “Tikè Manje”.

“Pero como ya se había aprobado, el gobierno de Estados Unidos decidió implementarlo”, aseguró Brutus.

La oficina de CARE en Haití dio otra razón. El programa fue una suerte de “ensayo” de un nuevo sistema de cupones para comprar alimentos, en el que la compañía de telefonía Digicel, con sede en Jamaica, transfiere efectivo a los beneficiarios.[related_articles]

Digicel y el gobierno haitiano se quedan con un porcentaje cada vez que se hace una de esas transferencias de dinero. Fue “simplemente un ensayo en ciertas regiones para ver si podemos implementarlo en el resto del país”, explicó su coordinadora, Tamara Shukakidze, en una entrevista en marzo de este año, cuando el Tikè Manje todavía estaba en marcha.

Entonces, CARE esperaba participar de un nuevo proyecto de 20 millones de dólares, financiado por Usaid, para crear una “red de seguridad social”, que incluiría vales de alimentos, según el portavoz de esa organización, Pierre Seneq.

Agricultores y agrónomos como Auguste todavía se indignan con el programa de cupones, pues los beneficiarios solo podían adquirir productos estadounidenses en lugar de los locales.

“Al programa le llaman ‘Derrotemos el hambre’, pero para mí es ‘Larga vida al hambre’”, dijo Auguste.

Dejoie Dadignac, coordinadora de la Red de Productores Agrícolas de Dame Marie, asegura que la federación de 26 organizaciones que dirige estaba consternada.

“En cada uno de los pequeños negocios que visitamos, incluso los que antes vendían cemento o chapas de aluminio, veíamos un cartel que decía: Usaid”, dijo Dadignac en una entrevista de diciembre de 2012.

“Una publicidad por la radio decía que se distribuían plátanos y frutos del árbol del pan a la gente, pero nosotros no lo vimos. Vimos arroz, espagueti y aceite, mientras nuestros productos quedaban afuera”, señaló.

Consultado al respecto, Seneq, el portavoz de CARE, respondió que los futuros programas utilizarán productos locales y por lo tanto “contribuirán con la economía en vez de promover los alimentos extranjeros”.

El 27 de septiembre, Usaid anunció que CARE había obtenido un contrato para un nuevo programa de cupones de alimentos para 250.000 personas. Cuando se le preguntó cómo serían distribuidos los vales, y si estos servirían para adquirir productos locales, Seneq prometió dar detalles, pero nunca cumplió con su palabra.

El nuevo esquema se financia en parte con un fondo de ayuda alimentaria de Usaid, “Food For Peace” (Comida por paz), que exige que la mayor parte del dinero se use para comprar productos estadounidenses.

Ningún otro plan de ayuda alimentaria en el mundo tiene requisitos similares.

El gobierno de Barack Obama propuso una serie de cambios a estos requisitos al presentar su proyecto de Ley Agrícola 2013, que incluye ayuda alimentaria, cupones y subsidios, pero el texto todavía no ha sido aprobado por el Congreso.

Merilus Derius, de 71 años, cree que los jóvenes no se dedican a la agricultura porque no tienen medios para afrontar la degradación ambiental y para competir con los productos extranjeros, que ahora son más deseados por la población.

“Antes, los agricultores plantaban sorgo y lo molían. Cultivaban guisantes, plantaban papas, mandioca… En una mañana como esta, un productor podía hacerse su café y luego molía la caña de azúcar y la hervía en agua, y comía pan de mandioca, y tenía buena salud”, contó.

“Cuando vivíamos de nuestro huerto, éramos independientes”, afirmó.

Lea la serie completa y vea dos vídeos, filmados en Savanette y Grande Asne, haciendo clic aquí.

Haiti Grassroots Watch es una asociación de AlterPresse, la Sociedad de Animación y Comunicación Social (SAKS), la Red de Mujeres de Radios Comunitarias (REFRAKA), radios comunitarias de la Asociación de Medios Comunitarios Haitianos y estudiantes del Laboratorio de Periodismo de la Universidad del Estado de Haití.

 

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