Los fantasmas de 1914 rondan a China y Japón

Soldados ingleses en una trinchera dura la Primera Guerra Mundial. Crédito: Dominio público

En el año que se cumple el centenario del estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Europa está en paz. No hay grandes disputas fronterizas. Los países integran un bloque económico unificado en lugar de alianzas rivales. Pero sus fantasmas rondan muy lejos, en China y Japón.

En los últimos 70 años, el único conflicto armado en Europa ocurrió durante la desintegración de Yugoslavia, en los años 90. En la Sarajevo actual, donde comenzó la Primera Guerra Mundial con el asesinato del archiduque Francisco Fernando y cuyos habitantes soportaron un asedio brutal, todo está tranquilo.

No sucede lo mismo en Asia. El primer ministro japonés, Shinzo Abe, comparó recientemente el conflicto emergente entre su país y China con la relación angloalemana de 1914. En ambos casos, los dos países mantuvieron relaciones económicas, incluso mientras fortalecían sus fuerzas armadas. La relación comercial entre Gran Bretaña y Alemania no impidió que se desatara la catastrófica guerra.

Japón y China tienen una larga historia de conflictos. En el siglo XIII, los mongoles de China intentaron invadir Japón en dos ocasiones y fueron derrotados en ambas ocasiones por los kamikazes y los “vientos divinos” de dos tifones. A finales del siglo XVI, Japón invadió a Corea, con la mirada puesta en la conquista de China, pero finalmente debió retirarse.

En la era moderna, los dos países fueron a la guerra en 1894. Duró nueve meses y Japón tomó Taiwán como botín de la victoria. Fue el comienzo del ascenso imperial japonés. Más tarde anexaría Corea, expandiría su influencia en China durante la Primera Guerra Mundial, se apoderaría de Manchuria y tomaría las principales ciudades chinas en el período previo a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Los historiadores asiáticos citan con frecuencia el proverbio chino “dos tigres no pueden compartir una montaña” para analizar la lucha por el dominio entre Japón y China en los últimos 1.000 años. En su mayor parte, los dos tigres compartieron el dominio regional.

En los últimos años, sin embargo, el resurgido Japón y la China en constante crecimiento se encontraron en la misma montaña. La referencia de Abe a 1914, a pesar de sus llamados a la paz y estabilidad de la región, sugieren que se aproxima un grave enfrentamiento.

El primer ministro japonés expresó su gran preocupación por el gasto militar chino. Beijing aumentó su presupuesto de defensa en dos dígitos anuales en los últimos 20 años, y es el segundo país del mundo, detrás de Estados Unidos que más gasta en sus Fuerzas Armadas. Washington gasta aproximadamente cuatro veces más.

Japón ocupa el quinto lugar en el gasto militar por país. El gobierno de Abe anunció este mes un incremento de cinco por ciento en el presupuesto militar japonés en los próximos cinco años.

La chispa que desencadenaría una reedición de 1914 en Asia es el conflicto actual por un pequeño archipiélago de islas deshabitadas en el mar de China Oriental, llamado Senkaku en japonés y Diaoyu en chino, que ocupan solo siete kilómetros cuadrados.

Japón controla actualmente el territorio y su soberanía sobre las islas se remonta a la derrota de China en 1895. Pero Beijing sostiene que el archipiélago era parte de su dominio antes de ese año. Taiwán también reclama su soberanía.[related_articles]

Las islas son menos importantes que el mar circundante. A Japón y China les interesa principalmente la pesca, el potencial de petróleo bajo sus aguas y el control de las rutas de navegación. En 2008, los dos países negociaron un acuerdo sobre la exploración conjunta de petróleo alrededor de las islas, pero no llegaron a aplicarlo.

Han ocurrido colisiones en el mar, como la de 2010 entre un pesquero chino y una patrulla japonesa, y Tokio amenazó con derribar aviones no tripulados chinos que se acercaron a las islas.

La alusión histórica a 1914 es preocupante en otro sentido. Europa, antes de la Primera Guerra Mundial, disfrutó de casi un siglo de rivalidad latente como parte del Concierto de Europa, que regulaba las relaciones entre los imperios en la estela de la derrota de Napoleón (1815).

La disputa entre China y Japón se lleva a cabo de manera similar dentro de un equilibrio de poder que se mantiene en el noreste de Asia, más o menos, desde el final de la Guerra de Corea (1950-1953). En la disputa, China y Corea del Norte aparecen como aliados incómodos, junto con la participación ocasional de Rusia, frente a la alianza de Japón, Corea del Sur y Estados Unidos.

La Primera Guerra Mundial se intensificó rápidamente porque las obligaciones de las alianzas empujaron a las grandes potencias a una guerra que si no, se hubiese impedido. Estados Unidos mantiene el compromiso de aliarse a Japón en caso de un choque con China por las islas Senkaku/Diaoyu.

Abe dio todos los indicios de que no retrocederá en este tema. Cultiva la imagen de un nacionalista orgulloso de serlo. Sembró esta reputación en su país y provocó a sus vecinos con la visita el 26 de diciembre al santuario Yasukuni, donde se consagran las almas de 14 criminales de guerra.

Se comprometió a revisar la “constitución de la paz” de su país y a restaurar una verdadera capacidad ofensiva de las Fuerzas de Autodefensa japonesas. Impulsó, además, una ley para establecer un Consejo de Seguridad Nacional y controlar de manera más rigurosa la disidencia interna.

Este nacionalismo va de la mano de la estrategia de seguridad de Estados Unidos, sin oponerse a ella. La visita a Yasukuni y la retórica más dura hacia China no cayeron bien en Washington, pero Abe en otros aspectos emprendió una ofensiva de seducción hacia su principal aliado.

El aumento del presupuesto militar incluye la compra de 28 aviones de combate F-35 y dos destructores equipados con sistemas Aegis.

Una promesa cuidadosamente calibrada de inversión económica en Okinawa acabó con la oposición del gobernador local a la construcción de una nueva base militar estadounidense en la isla, que es un punto de fricción importante en las relaciones entre los dos países.

Hay, de todos modos, muchas razones por las que 1914 no es una analogía adecuada para la situación actual en el noreste de Asia.

El equilibrio de la región, a diferencia de lo que sucedía en Europa hace 100 años, no está amenazado por imperios en decadencia.

La presencia de armas nucleares es a la vez un obstáculo para la escalada y también una garantía de que la guerra total tendría consecuencias mundiales inmediatas. Y la experiencia de la Primera Guerra Mundial asegura que ningún líder nacional pueda pretender que el próximo conflicto será la “guerra que acabe con todas las guerras”.

Pero las guerras no son asuntos racionales. China y Japón avanzan a una colisión. Si no encuentran una manera de dar marcha atrás y guardar las apariencias, ni el conocimiento histórico ni el comercio mutuo evitarán que Asia se encamine hacia la locura.

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