FMI y Banco Mundial ¿se baten contra la desigualdad?

Residentes del tugurio de Mathare, en Nairobi, uno de los más grandes de Kenia. Crédito: Miriam Gathigah/IPS

La desigualdad mundial de ingresos amenaza la viabilidad social y económica, señala un informe del Banco Mundial publicado este jueves 10, insistiendo en una nueva pero poderosa retórica que también procede del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Mientras las dos grandes instituciones financieras internacionales con sede en Washington llevan a cabo sus reuniones anuales, desde la vereda de los activistas antipobreza se les reclama que conviertan esta retórica en práctica.

“El presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, y la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, se han manifestado abiertamente contra el peligro de una desigualdad disparada, pero queda un largo camino para recorrer”, dijo a IPS el activista Max Lawson, de la organización humanitaria Oxfam – Gran Bretaña.

“No hay concesión entre crecimiento y desigualdad”, abundó su colega, Nicolas Mombrial, de Oxfam – Estados Unidos. “No habrá crecimiento inclusivo si la desigualdad económica sigue fuera de control”.

Esta y otras organizaciones están reclamando al Banco y al FMI que adopten acciones concretas para contrarrestar los problemas asociados con la desigual distribución de la riqueza en todo el mundo.

Las políticas del Fondo han sido especialmente criticadas por sus impactos negativos en las comunidades pobres y marginadas.

“Nos complace ver que el FMI reconoce que las políticas drásticas de consolidación fiscal han sido un lastre para el crecimiento, algo que los sindicatos vienen diciendo desde 2010”, dijo Sharan Burrow, secretaria general de la Confederación Sindical Internacional.[pullquote]3[/pullquote]

“El socavamiento del FMI de las normas laborales y las negociaciones colectivas en varios países europeos, por ejemplo, ya han tenido importantes impactos en la distribución del ingreso y es posible que se intensifiquen en adelante. Llamamos a una urgente revisión y a efectuar grandes cambios en las políticas del Fondo sobre mercados de trabajo”, añadió.

Lawson se refirió a tres áreas que deberían concentrar la atención de las instituciones de Bretton Woods.

“En primer lugar, se necesita desarrollar una medición más adecuada de la inequidad de ingresos”, dijo. “Hay que examinar no solo la renta del 40 por ciento más pobre, sino los flujos de ingresos del 10 por ciento más rico”.

Por su continua e influyente interacción con los gobiernos, el FMI está muy bien situado para impulsar una medición más adecuada de la desigualdad.

“En segundo lugar, hay que reformar los sistemas impositivos”, continuó Lawson. “No es justo que un multimillonario pague un porcentaje de impuestos menor que un conductor de autobús. Y en tercer lugar, es esencial suministrar atención de salud y educación universal”, indicó.

Oxfam sostiene que los gobiernos deben enfrentar de manera más enérgica la evasión fiscal y el secreto financiero. Junto a otras organizaciones reclama también una meta mundial para poner fin a la extrema desigualdad en los debates sobre los objetivos de desarrollo sostenible que deben entrar en vigor a partir de 2015.

“No podemos esperar el triunfo en la lucha contra la pobreza sin enfrentar la desigualdad”, señala Oxfam.

“La inequidad creciente está creando un círculo vicioso en el que la riqueza y el poder se concentran cada vez más en pocas manos, dejando al resto pelear por las migajas que caen de la mesa”, agregó.

La desigualdad se ha convertido en tema prominente en los debates internacionales de los últimos dos años, en parte porque, en el epílogo de la crisis económica mundial de 2008, los ricos se recuperaron mucho más rápido que los pobres, ampliando por tanto la brecha de desigualdad.

Una nueva lista de multimillonarios publicada por la revista Forbes revela el alcance del problema. Según esos datos, apenas 67 personas poseen tanta riqueza como los 3.500 millones de personas más pobres.

En las reuniones del año pasado, el presidente del Grupo Banco Mundial, Jim Yong Kim, anunció la meta de la institución de eliminar la pobreza extrema para 2030.

Pero este jueves, advirtió que el crecimiento económico no es suficiente para lograr ese objetivo.

“Incluso si todos los países crecieran a la misma tasa que lo hicieron en los últimos 20 años, y si la distribución de ingresos se mantiene igual, la pobreza mundial solo caerá 10 por ciento para 2030, respecto de 17,7 de 2010”, dijo.

“Si queremos terminar con la pobreza extrema, necesitamos una puntería como la de un rayo láser para hacer el crecimiento más inclusivo y dirigir más programas para asistir directamente a los pobres”, abundó.

La advertencia de Kim fue puesta de relieve en un documento publicado el jueves 10 por el Banco Mundial.

“En países donde la desigualdad estaba cayendo, la reducción de la pobreza lograda con una determinada tasa de ingreso fue más grande. Incluso si no hay cambios en la desigualdad, el poder reductor de la pobreza que tiene el crecimiento económico es menor en países que son inicialmente más desiguales”, sostiene el documento.

El reporte insiste en que los gobiernos y los donantes no pueden perseguir solamente el objetivo de sacar a la gente de la pobreza extrema, sino que deben asegurarse de que la gente “no permanezca pegada a la línea de pobreza por falta de oportunidades que les impiden progresar y obtener menores ingresos”.

“La desigualdad persistente, en la que los ricos están siempre aventajados y el resto lucha por mantenerse a flote, lleva a mucha gente a frustrarse con el sistema”, dijo a IPS la académica Carol Graham, de la Brookings Institution, un centro de pensamiento con sede en Washington.

En un comentario en un blog, Graham y otro investigador vinculan las recientes protestas en Chile, Brasil, Rusia, Turquía, Venezuela y Ucrania, e incluso la Primavera Árabe, a la creciente diferencia de ingresos.

“Los manifestantes no son gente que no tiene nada que perder, sino personas de edad mediana, de ingresos medios y más educadas que el promedio de la población, que están disconformes por la injusta ventaja de los ricos y la falta de oportunidades para los pobres”, sostienen.

Los disconformes “prototípicos” son “triunfadores frustrados”, afirman.

“La extrema desigualdad es especialmente peligrosa en países que se encuentran en transición económica y política”, subrayan.

 

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