Represas brasileñas: ¿culpables de inundaciones en Bolivia?

Una mujer intenta guardar algunos enseres durante las inundaciones en el amazónico departamento de Beni, en Bolivia. Crédito: cortesía de Diario Opinión

Un aumento extraordinario de las lluvias, el cambio climático, la deforestación y, como novedad, dos represas brasileñas se señalan como origen de las mayores inundaciones de la zona amazónica de Bolivia desde que existen registros, según diferentes fuentes consultadas por IPS.

Organizaciones ambientalistas debaten si presentan una denuncia internacional contra las centrales hidroeléctricas brasileñas de Jirau y Santo Antônio, a las que responsabilizan del desastre que en Bolivia ya costó este año la vida de 59 personas y pérdidas materiales por 111 millones de dólares, según la Fundación Milenio.

El propio presidente, Evo Morales, se sumó el miércoles 2 a quienes sospechan que las dos represas brasileñas tuvieron que ver con las inundaciones amazónicas. “Se requiere una profunda investigación para saber si en verdad afectan las plantas de Brasil”, dijo.

El mandatario encomendó a la cancillería que encabece la investigación. “Hay un informe preliminar que preocupa mucho… y debe verificarse en un trabajo conjunto de los dos países”, afirmó.

Un tercio de los 327 municipios bolivianos y unas 30.000 familias soportaron inundaciones sin precedentes en las regiones del valle y las llanuras, y la búsqueda de las responsabilidades se volvió un asunto diplomático y político.

Los ecologistas están convencidos de que entre los culpables están esas represas construidas en el estado brasileño de Rondônia sobre el río Madera (Madeira en portugués), el mayor afluente del Amazonas y cuya cuenca comparten Bolivia, Perú y Brasil.

En Bolivia, donde nace, desembocan en el Madera 250 ríos que se originan en cordilleras y valles andinos.

“Se sabía que las represas de Jirau y San Antonio (como se la llama en Bolivia) se convertirían en un tapón para las aguas de los ríos que son afluentes del Madera”, explicó a IPS la ambientalista independiente Teresa Flores.

“La construcción de una represa provoca la elevación de los niveles de agua con respecto a los niveles naturales y como consecuencia la disminución de la velocidad de flujo (efecto remanso)”, comentó a IPS la vicepresidenta del Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Fobomade), Patricia Molina.

Su afirmación se sustenta en el estudio “El impacto de las represas del río Madera en Bolivia”, publicado por el Fobomade en 2008.

“Las represas del Madera (proyecto de Brasil) provocarán inundaciones; pérdida de bosques de castaña, flora, fauna nativa, peces; aparición y recurrencia de enfermedades, fiebre amarilla, malaria, dengue; desplazamiento –de personas- más pobreza y desaparición de comunidades íntegras”, señala el estudio.

“Considerando toda la información generada por activistas ambientales en Brasil y Bolivia, hacia fines del 2013, todo parecía indicar que los elementos para un gran desastre ambiental estaban listos”, escribió el investigador de la Liga de Defensa del Medio Ambiente, Marco Octavio Ribera, en un artículo publicado el 22 de febrero.

Pero el director-presidente del consorcio Energía Sustentable de Brasil (ESBR), Víctor Paranhos, rechazó las acusaciones. Las represas ni provocan ni agravan las inundaciones bolivianas “porque son centrales a hilo de agua, es agua que entra y sale pronto; los embalses son pequeños y quedan a muchos kilómetros de la frontera”, aseguró a IPS.[related_articles]

A su juicio, “lo que ocurre es que nunca llovió tanto” en la región boliviana afectada.

El flujo del Madeira, que en Jirau alcanzaba un máximo de “cerca de 46.000 metros cúbicos por segundo, ahora llegó a 54.350 metros cúbicos por segundo”, añadió.

Además, en Bolivia las inundaciones tienen lugar en gran parte del país, no solo cerca de las hidroeléctricas del Madeira, abundó.

ESBR es la concesionaria de la hidroeléctrica de Jirau, a 80 kilómetros de la frontera con Bolivia, y está encabezada por el grupo franco-belga GDF Suez, con participación de dos empresas estatales brasileñas y de Mizha Energia, subsidiaria de la japonesa Mitsui.

En Jirau y Santo Antônio ya se construyeron las dos represas y en ambas se están instalando el medio centenar de turbinas de cada central. Cuando estén plenamente operativas contarán con una capacidad instalada de más de 3.500 megavatios.

Claudio Maretti, responsable de la Iniciativa Amazonia Viva del Fondo Mundial para la Naturaleza, afirmó que “no hay evidencias y estudios concluyentes que comprueben que las represas construidas en el río Madera son la causa de las inundaciones en los territorios amazónicos boliviano-brasileño en estos primeros meses de 2014, por lo menos por ahora”.

En un comunicado, Maretti recomendó una “planificación integrada de conservación, monitoreo de impactos de los proyectos de infraestructura en la conectividad y el flujo de los ríos, en la biodiversidad acuática, en los recursos pesqueros y en la capacidad de los ecosistemas de adaptarse a las fuertes alteraciones impuestas por el ser humano”.

La intensidad de las lluvias es reconocida en un análisis de la Fundación Milenio que compara las precipitaciones del último año en el eje central del departamento de Beni, el más afectado, y del altiplano y sur de Bolivia, para concluir que “ha llovido el doble de lo normal”.

Hubo que lanzar varias alertas, como la del 23 de febrero para las poblaciones cercanas al río Piraí, que cruza de sur a norte departamento de Santa Cruz, vecino al sur de Beni.

Entonces, una “crecida extraordinaria”, la mayor en los últimos 31 años, alcanzó los 7,50 metros, atrapó a una decena de personas en un islote y obligó a su evacuación urgente.

Los datos se incluyen en un informe del Servicio de Encauzamiento de Aguas y Regularización del río Piraí (Searpi), en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, al que tuvo acceso IPS. Sus caudalosas aguas desembocan en las llanuras de Beni y contribuyeron a las inundaciones, junto a los grandes volúmenes pluviales en las zonas andina y valluna.

El Searpi registra como dato máximo histórico un nivel de 16 metros de altura en el Piraí en 1983.

La ecologista Flores también admite “excesos extraordinarios” de lluvias, que atribuye a impactos del cambio climático en los departamentos de La Paz (noroeste), Cochabamba (centro) y los municipios de Rurrenabaque, Reyes y San Borja, en Beni.

Molina, la vicepresidenta del Fobomade, identifica “incursiones intensificadas de flujos de humedad del Atlántico tropical sur hacia el sur de la cuenca amazónica” como explicación de las intensas precipitaciones.

Ella y Flores coinciden en señalar a la deforestación en las cabeceras de la cuenca amazónica como el tercer gran factor que agrava las inundaciones.

En Cochabamba, el exsenador Gastón Cornejo lidera una corriente a favor de una auditoría ambiental internacional y un proceso en un tribunal de la Organización de las Naciones Unidas para evitar una catástrofe en la región amazónica.

“El Estado de Bolivia peca de negligente y mantiene un silencio irresponsable”, declaró a IPS.

Molina propone denunciar a la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, los supuestos daños ambientales de las dos represas brasileñas.

También pide al gobierno de Morales “dejar de negar los impactos porque no son abogados de los consorcios” eléctricos del gran vecino sudamericano.

Con aportes de Mario Osava (Río de Janeiro).

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