India entra en época de cambios con gobierno nacionalista

Narendra Modi, el nuevo primer ministro de India. Crédito: Narendramodiofficial/CC-BY-SA-2.0

Las elecciones parlamentarias de India entregaron el poder al partido nacionalista hindú Bharatiya Janata (Partido del Pueblo Hindú, o BJP) e infringieron una gran derrota del Partido del Congreso. Ahora todas las miradas se posan sobre Narendra Modi, el primer ministro desde el lunes 26.

El líder del BJP, que gobernará este país asiático con más de 1.200 millones de habitantes, es de origen humilde y fue vendedor de té. Eso lo ubica en un mundo diferente al de la dinastía Nehru, que gobernó al país a través del Partido del Congreso durante la casi totalidad de los 66 años de vida independiente de India.

Rahul Gandhi, bisnieto de Jawaharlal Nehru, resultó ser un candidato aburrido y escasa competencia para el carismático y elocuente Modi, que triunfó en las elecciones cuyos resultados se dieron a conocer el día 16, tras un proceso de votación que comenzó el 7 de abril y terminó el 12 de este mes.

Parecería que existen dos Narendra Modi. El primero es el eterno acólito del RSS (Rashtriya Swayam Sevak Sangh, o Sociedad Nacional de Voluntarios). Se trata de un movimiento ultranacionalista hindú conocido por sus ejercicios marciales, sus uniformes y la creencia en la calidad especial, de hecho, en la superioridad de la civilización hindú.

El movimiento está comprometido con el principio hindutva (hinduidad o calidad de hindú), para el cual los términos “indio” e “hindú” son intercambiables. Modi se ha nutrido del RSS todos estos años, lo que explica la ansiedad de los indios laicos y de quienes no son hindúes, especialmente de los 170 millones de musulmanes que viven en el territorio indio.

También existe el Modi administrador competente –del occidental estado de Gujarat, al que gobernó como ministro en jefe entre 2001 y 2014- y gestor favorable a las empresas privadas que produce resultados positivos, domina la jerga de los negocios, valora la inversión extranjera y hace a un lado la burocracia.

En definitiva, Modi es considerado el autor intelectual del ‘milagro de Gujarat’, uno de los estados más industrializados de India y cuyos indicadores económicos mejoraron considerablemente durante su gobierno.

Modi puso énfasis en estos atributos durante la campaña electoral como táctica para conquistar a quienes los politólogos llaman el ‘votante medio’. En el camino, esquivó con astucia los fantasmas de los disturbios desatados en 2002 que provocaron la muerte a 1.000 habitantes de Gujarat, en su mayoría musulmanes, y dejaron sin hogar a unas 100.000 personas.

“Permítanme tomar el timón y haré por el país lo que hice por Gujarat”, fue, básicamente, su mensaje electoral. Y los votantes, desencantados con el Partido del Congreso, le dieron el mando.
Ahora la pregunta es si veremos al Modi ideólogo o al pragmático. Creo que prevalecerá este último, aunque es inevitable que el primero haga notar su presencia, porque Modi actuará periódicamente para las bases del BJP y porque su discurso no busca solo el efecto, sino que refleja sus creencias profundamente arraigadas.

Desde la victoria arrolladora del BJP hubo mucha especulación en Estados Unidos acerca de qué tipo de política exterior aplicará Modi. No hay que esperar ninguna corrección drástica de rumbo.

Modi mantendrá los fuertes vínculos de India con Rusia. Existe una larga historia de cooperación entre Nueva Delhi y Moscú, que se remonta a los primeros años de la Guerra Fría.

Mientras el comercio y la inversión con Rusia son mucho menos importantes ahora para India, Moscú sigue siendo el proveedor principal de armas de Nueva Delhi. El primer ministro electo no tiene ningún motivo para hacer olas en ese sentido.

Con respecto a China, tanto el Partido del Congreso como el BJP creen desde hace mucho tiempo que el país más poblado del mundo es el principal adversario geoestratégico de India. Ese panorama no va a cambiar. Sin embargo, las cosas se complicaron en las últimas dos décadas.

China es ahora el principal socio comercial de India, por lo que la relación ya no se agota en la seguridad y los conflictos. La alineación con Rusia que se mantuvo durante la Guerra Fría como forma de mantener a China a raya ya no será una estrategia tan eficaz. Beijing superó a Moscú en casi todas las medidas del poder.

Más importante es que el viejo cisma chino-soviético es cosa del pasado. Moscú y Beijing están unidos, desde principios de la década de 1990, por lo que cada uno llama una “asociación estratégica”.

De esta forma, pusieron su disputa territorial en suspenso, Moscú es el principal proveedor de armas de Beijing, y la energía de Rusia fluye a China, como quedó demostrado por el gigantesco acuerdo de suministro de gas durante 30 años y 400 mil millones de dólares que concretaron el miércoles 23 el presidente ruso Vladimir Putin y su par chino Xi Jinping.

Si se le suma a esto la relativa debilidad económica y militar de India ante China, entonces se concluye que Modi no buscará peleas con Beijing, a pesar de que es un nacionalista que en el pasado criticó a los gobernantes indios por no hacerle frente al país oriental.

Modi sabe que India puede cerrar la brecha de poder con China solo si logra y mantiene altas tasas de crecimiento económico. Después de todo, eso hizo de Beijing una potencia mundial.

Eso significa arreglar lo que aqueja a la economía india, como la corrupción, la burocracia y la pésima infraestructura, por ejemplo. Esto llevará tiempo, pero es de esperar que Modi sacuda las estanterías en ese frente.

Pero hay otro motivo que hará de la economía su prioridad. Él sabe que es el principal interés de los indios y en gran medida la razón por la cual fue elegido. Los gestores económicos de India les fallaron a los pobres. Como populista que es y hombre que surgió de circunstancias humildes, Modi quiere sacar de la pobreza a los más desfavorecidos.

Pakistán será la otra preocupación de la política exterior de Modi, pero es probable que se equivoquen quienes piensan que adoptará una línea mucho más dura hacia Islamabad.

Ya sorprendió a todos cuando invitó al primer ministro paquistaní, Nawaz Sharif, a su toma de posesión y, sin duda, entiende que los enfrentamientos intermitentes con el vecino país desviarán su atención de la economía.

La guerra con Pakistán también es más arriesgada dado el peligro de que pueda escalar hacia el conflicto nuclear. El elemento imprevisible puede ser un atentado terrorista en India originado en Pakistán. Modi se encontrará bajo una tremenda presión para que actúe con decisión, sobre todo porque su mensaje de “no se metan con India” es clave en su atractivo.

Con Modi, India seguirá fortaleciendo sus lazos con Israel. El BJP, en general, y Modi, en particular, admiran al país de Medio Oriente y creen que la tradicional política propalestina de Nueva Delhi le granjeó escasa buena voluntad en el mundo árabe que, a la hora de la verdad, respalda a Pakistán.

Modi visitó Israel en dos ocasiones, donde expresó su admiración por sus logros económicos y tecnológicos. Ambos tendrán más cooperación en cuestiones económicas y en el intercambio de información inteligencia sobre terrorismo.

Israel no puede suplantar a Rusia como fuente de armas, pero es probable que Nueva Delhi, de por sí un gran importador de armas israelíes, adquiera más en el futuro a Israel, especialmente aviones no tripulados.

Hablar de una alianza entre India y Estados Unidos como forma de equilibrar a China es una hipérbole. Nueva Delhi y Washington renovaron gradualmente su cooperación en defensa en los últimos años. Eso continuará, pero ninguno de los dos gobiernos querrá comprometerse a una alianza.

Modi tiene interés en reforzar sus lazos de seguridad con Japón. El Partido del Congreso estableció las bases para esto, y el BJP lo aprovechará. El primer ministro japonés, Shinzo Abe, fue el invitado de honor de India en su celebración del Día de la República en enero, que conmemora la entrada en vigor de la primera Constitución india en 1950.

Modi también invitó a Abe a su toma de posesión. India es la única potencia asiática a la que no le inquieta el compromiso de Abe de cambiar la política de defensa minimalista de Japón. Nueva Delhi quiere un socio fuerte en el flanco oriental de China y ve a Japón, con su poderío económico y tecnológico, adecuado para ese papel.

Tanto Tokio como Nueva Delhi ven a China como su mayor problema de seguridad. Del mismo modo, India fortalecerá sus lazos con Vietnam, otro país asiático profundamente preocupado por los reclamos e intenciones territoriales de Beijing, como demostraron a mediados de mayo los enfrentamientos entre ellos en el mar del sur de China.

En definitiva, es probable que quienes esperen grandes cambios de Modi en el frente de la política exterior se vean decepcionados. Aunque el gobernante cree que India está destinada a ser una potencia mundial, también entiende que esa meta no se alcanzará a menos que India resuelva sus problemas económicos. Si Modi hace grandes cambios, van a estar en el frente interno.

Rajan Menon es profesor de ciencias políticas en la Escuela de Powell, del City College y City University de Nueva York e investigador del Centro de Sur de Asia del Consejo Atlántico. Entre sus publicaciones se encuentran Soviet Power and the Third World (El poder soviético y el Tercer Mundo, 1986) y The End of Alliances (El fin de las alianzas, 2007).

 

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