ONU deplora que el agua se use como arma de guerra

Gaza se queda sin agua potable. Crédito: Eva Bartlett/IPS

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), que intenta resolver la escasez hídrica en el mundo en desarrollo, afronta un nuevo problema: la privación de agua como arma de guerra en zonas de conflicto.

Los últimos casos están en África y en Medio Oriente: Botswana, Egipto, Iraq e Israel, que corta el servicio a los territorios palestinos que ocupa.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, expresó su preocupación la semana pasada tras denuncias de que grupos armados cortaron el suministro hídrico a la asediada ciudad siria de Alepo y dejaron a 2,5 millones de personas sin agua potable ni saneamiento durante ocho días.

“Dejar a la gente sin agua potable es una violación de un derecho humano fundamental”, dijo Ban. “Poner a la población civil como blanco y negarle suministros esenciales es una clara violación a los derechos humanos y al derecho humanitario internacional”, remarcó.

En los tres años que lleva la guerra civil de Siria, todas las partes enfrentadas, incluso el gobierno del presidente Bashar al Assad y el abanico de grupos rebeldes que tratan de derrocarlo, han dificultado el acceso al agua como arma de guerra.

El conflicto sirio ya dejó 150.000 personas muertas y casi nueve millones desplazadas.

Las violaciones al derecho humanitario internacional incluyen torturas y privación de alimentos y agua.

Maude Barlow, representante del Consejo de Canadienses y de la organización Food and Water Watch, dijo a IPS que cada vez se usan más los cortes deliberados de agua como estrategia bélica.

Durante el enfrentamiento entre Irán e Iraq en la década de los años 80 se drenaron las Marismas de Mesopotamia.

El entonces presidente de Iraq, Saddam Hussein (1937-2006) los siguió secando durante las represalias de los años 90 contra los chiitas que se escondían en esa región y contra los árabes de las marismas que los protegían, acotó Barlow, asesora sobre temas de agua del presidente de la Asamblea General de la ONU entre 2008 y 2009.

En Egipto, la privatización del agua y su desvío hacia la población rica fue uno de los principales factores de la Primavera Árabe, remarcó Barlow.[related_articles]

Miles de personas se quedaron sin agua potable y las “protestas por sed” fueron uno de los catalizadores del alzamiento.

Más de cuatro décadas de ocupación israelí en los territorios palestinos han hecho imposible construir o mantener la red de agua potable en Gaza, lo que a su vez ha contaminado las fuentes de agua potable y causado la muerte de muchas personas, añadió.

Barlow también mencionó el caso de Botswana, que usó el agua como arma de guerra contra los bosquimanos con el fin de obligarlos abandonar el desierto de Kalahari, donde se habían encontrado diamantes.

En 2002, el gobierno prohibió a los bosquimanos acceder a su única fuente de agua, una acción terrible que fue anulada años después por un tribunal de apelaciones, apuntó la especialista.

Anand Grover y Catarina de Albuquerque, dos expertos en agua y saneamiento de la ONU, dijeron la semana pasada que la falta de suministro hídrico, aun en contextos bélicos, es totalmente inaceptable.

La ciudad siria de Alepo tuvo un servicio intermitente desde mayo de 2014, y un corte total el 10 de este mes que dejó a muchas personas, quizás un millón, sin agua ni saneamiento, dijeron ambos expertos.

El problema afectó viviendas, pero también hospitales y centros de salud, añadieron.

Los cortes obedecen a una interferencia deliberada, pero las acusaciones mutuas de los grupos rebeldes armados y del gobierno sirio dan a entender que ambas partes tuvieron responsabilidad en diferente grado y en distintos momentos.

El río Nilo en Egipto. En Egipto, la privatización del agua y su desvío hacia la población rica fue uno de los principales factores de la Primavera Árabe. Crédito: Khaled Moussa al-Omrani/IPS.
El río Nilo en Egipto. En Egipto, la privatización del agua y su desvío hacia la población rica fue uno de los principales factores de la Primavera Árabe. Crédito: Khaled Moussa al-Omrani/IPS.

Barlow indicó que la participación del gobierno de Al Assad en los cortes del servicio es coherente con sus antecedentes de usar el agua para castigar a sus enemigos y favorecer a sus amigos.

En 2000, el régimen sirio desreguló la tenencia de la tierra y cedió vastos territorios y agua a sus aliados adinerados, lo que redujo las reservas y desplazó a casi un millón de pequeños agricultores y pastores de sus tierras, recordó Barlow.

Lo irónico y trágico a la vez es que esas personas se asentaron en Alepo, donde de vuelta sufren la escasez hídrica, apuntó.

Barlow también se refirió al problema de cuando se blande el agua en la “guerra de clases”.

En la ciudad estadounidense de Detroit, en el nororiental estado de Michigan, se cortó el servicio de agua a varios miles de personas que no podían pagar su factura. Y no hace mucho ocurrió lo mismo en Bulgaria, España y Grecia a raíz de las medidas de austeridad adoptadas en esos países europeos.

“El uso del agua como arma de guerra es un argumento sólido para que los gobiernos y la ONU hagan realidad el derecho humano al agua y al saneamiento, sin importar que haya otros conflictos”, remarcó Barlow.

Desde 1990, casi 2.000 millones de personas accedieron a infraestructura de saneamiento y 2.300 millones tienen agua potable gracias a fuentes mejoradas, según un informe de la ONU divulgado la semana pasada.

El documento, elaborado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y la Organización Mundial de la Salud, dice que de esa población unos 1.600 millones de personas tienen ahora agua por cañería en sus viviendas.

El informe señala que más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, y que las áreas urbanas siguen teniendo un mejor suministro de agua y saneamiento que las rurales.

“Pero la brecha disminuye”, advierte el informe.

En 1990, más de 76 por ciento de los habitantes de las ciudades tenían saneamiento, pero eran solo 28 por ciento en las áreas rurales. En 2012, la proporción pasó a 80 por ciento y 47 por ciento respectivamente.

“A pesar de los avances, todavía hay desigualdades geográficas, socioculturales y económicas en el acceso al agua potable y al saneamiento en el mundo”, alerta el informe.

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