Desplazados viven una pesadilla en el norte de Pakistán

Médicos examinan a niñas y niños desplazados de la agencia de Waziristán del Norte en una clínica gratuita en Bannu, un distrito de la noroccidental provincia de Jyber Pajtunjwa. Crédito: Ashfaq Yusufzai/IPS

Algunas personas huyen a pie, otras se suben a camiones con sus pertrechos, alimentos y animales. Muchas se separan de sus familias o quedan exhaustas en el camino. No saben cuándo volverán a comer ni cómo podrán cuidar a sus hijos.

En la vasto campamento para desplazados internos en la noroccidental provincia pakistaní de Jiber Pajtunjwa, muchos civiles que huyeron de la ofensiva que el ejército de Pakistán lleva adelante contra el movimiento extremista Talibán en la región de Waziristán, caminan en un estado de confusión.

Los médicos del campamento dijeron que casi todas las 870.000 personas desplazadas están profundamente traumatizadas por una década de guerra en el norte, donde quedaron en medio del fuego cruzado entre las fuerzas estatales y los insurgentes que llegaron de Afganistán en 2001 a las Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA).

Ahora que el gobierno lanzó una operación aérea en la agencia de Waziristan del Norte, con 11.595 kilómetros cuadrados, dispuesto a acabar con el Talibán, la población civil otra vez soporta la carga más pesada del conflicto.

La gente no tiene más opción que abandonar sus hogares ancestrales y refugiarse en la vecina provincia de Jiber Pajtunjwa, donde el agua potable, los alimentos y los suministros médicos se estiran para hacerlo rendir lo más posible.[pullquote]3[/pullquote]

Comenzaron a llegar personas desplazadas a esta provincia desde el inicio de la operación militar el 15 de junio, y este mes ya son casi un millón, según fuentes oficiales. La ayuda humanitaria recibida consta de raciones de alimentos y suministros médicos para los heridos y deshidratados por el abrasador calor de 45 grados centígrados.

“Las personas desplazadas se están quedando en casas alquiladas o con familiares, pero carecen de agua, saneamiento y alimentos y se enferman”, dijo a IPS el psiquiatra Mian Iftijar Hussain. “Pero el principal problema son los de orden psicológico, que no se ven”, remarcó.

Sentada frente al Hospital Psiquiátrico Iftijar, en esta capital de Jiber Pajtunjwa, Zarsheda Bibi, de 50 años, contó a IPS que toda su familia tuvo que huir de Waziristán y dejar todo.

El centro médico se encuentra a unos 400 kilómetros del campamento de refugiados más grande de Bannu, un distrito de esta provincia.

Pero peor que la pérdida de su casa y sus pertenencias, subrayó, fue la muerte de su nieto de un año, quien no soportó la larga y dura travesía.

“No puede dormir bien porque todas las noches sueña con su nieto fallecido”, explicó Iftijar, quien atiende a Bibi por estrés postraumático.

Javid Jan, de la Autoridad Nacional de Gestión de Desastres, señaló que ese es uno de los grandes problemas de las personas desplazadas. En el campamento de Bannu se encontró con una mujer cuyo esposo murió en un bombardeo en Miramshah, en Waziristán del Norte.

“Ahora está totalmente desorientada y extremadamente preocupada por el futuro de sus tres hijos y una hija”, relató. Las personas desarraigadas tienen grandes probabilidades de tener problemas a corto y largo plazo debido al prolongado estrés, ansiedad y miedo.

Otro problema es la despersonalización, considerada por el Manual de Diagnóstico y Estadísticas de Trastornos Mentales de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, como un desorden disociativo que causa una gran desorientación, así como una alteración en la percepción del mundo exterior al punto de que parece irreal o como un sueño.

Jan también dijo que las mujeres, las niñas y los niños, que representan 73 por ciento de las personas desplazadas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), tienen grandes probabilidades de sufrir estrés postraumático, así como ansiedad, pánico y depresión.

El psicólogo Muhammad Junaid dijo que estas personas también padecen baja autoestima, pues están obligadas a vivir en tiendas de campaña y chozas en lamentables condiciones de higiene.

Las madres sufren especialmente por su incapacidad para cuidar a su familia, remarcó, y añadió que no son raras las fobias permanentes.[related_articles]

El personal médico está especialmente preocupado por la situación de los menores.

“Desde la infancia hasta la adolescencia, los niños pasan por distintas etapas importantes de desarrollo físico y mental”, explicó Junaid. “En esa transición se conforma su identidad, crecen físicamente y crean lazos familiares, así como vínculos con su comunidad y la sociedad en su conjunto”, añadió.

Los padres también están preocupados por las consecuencias del desplazamiento en la educación de sus hijos.

“Dos de mis hijos son muy buenos alumnos”, dijo a IPS el tendero Muhammad Arif, procedente de Mirali, una división administrativa de Waziristán del Norte. “Les iba bien en clase, pero ahora no tienen escuela y temo que no avancen”, añadió.

Aun si regresaran a Waziristan, el futuro es desolador. La operación del ejército destruyó casas, edificios y comercios. Habrá que reconstruir todo antes de que la gente pueda regresar a una vida normal, se lamentó.

Tras casi un mes en el campamento, Sadiq, el hijo de 10 años de Arif, dijo a IPS con lágrimas en los ojos que los niños como él no pueden “dormir, jugar ni educarse”.

Para los especialistas que trabajan en la región desde hace tiempo, la situación alcanzó un punto de inflexión en una crisis que se gesta desde que el ejército comenzó a combatir a la insurgencia en las escarpadas montañas del norte de Pakistán hace más de 12 años.

“Alrededor de 50 por ciento de la población de las FATA sufre problemas psicológicos debido a la insurgencia y las consiguientes operaciones militares”, señaló Muhammad Wajid, psiquiatra del hospital de clínicas de Peshawar, al ser consultado por IPS.

“Examinamos con unos 300.000 pacientes en el área psiquiátrica del hospital de esta provincia en 2013, 200.000 de los cuales procedían de FATA. Eso incluye a 145.000 mujeres y 55.000 menores”, puntualizó.

Desde 2005, casi 2,1 millones de residentes de FATA se han refugiado en Jiber Pajtunjwa, indicó Javid, lo que supuso un gran desafío para el gobierno, que trata de mantener un equilibrio entre las necesidades de las poblaciones desplazadas y las de esta provincia que viven en la pobreza.

La última ola de refugiados no hizo más que agravar los problemas del gobierno. Muchos funcionarios temen que la situación esté al límite, en especial en este mes sagrado musulmán de Ramadán, cuando hay una gran necesidad de condiciones sanitarias adecuadas y de alimentos para romper el ayuno diario.

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe