Mujeres saltan a primer plano en defensa del ambiente

Activista india Suryamani Bhagat lucha contra las autoridades del oriental estado de Jharkhand para proteger los derechos de su pueblo selvático. Crédito: Amantha Perera/IPS

Aleta Baun, es una ambientalista de Indonesia a la que le gusta usar un pañuelo colorido sobre su cabeza porque representa a la selva, que es el alma del pueblo mollo, que ocupa Timor Occidental, parte de la provincia de Nusatengara Oriental. Pero Mama Aleta, como la conocen en su comunidad, no es la única.

“La selva es la vida de mi pueblo, los árboles son como los poros de nuestra piel, el agua es como la sangre que nos corre por dentro y la selva es la madre de esta tribu”, dijo Aleta a IPS.

Esta ganadora del Premio Ambiental Goldman 2013, es parte de un movimiento internacional creciente que se opone a la destrucción del ambiente y que está encabezado por mujeres indígenas pobres del medio rural.[pullquote]3[/pullquote]

Durante años, Aleta encabezó la lucha de su pueblo para evitar que las compañías mineras destruyeran la selva que rodea el monte Mutis, en Timor Occidental.

Desde hace tiempo, el pueblo mollo vive en armonía con la selva, depende de su suelo fértil y usan colorantes naturales de plantas que cosecha especialmente para tejer, un arte que las mujeres de este grupo étnico cultivan desde hace siglos.

En la década de los años 80, las corporaciones que buscaban mármol consiguieron permisos de autoridades locales y comenzaron a extraer y deforestar vastas extensiones de tierra, lo que generó deslaves y una enorme contaminación de los ríos de Timor Occidental, que nacen en el monte Mutis.

La población que vivía río abajo sufrió las consecuencias de esas operaciones y las consideraron un atentado contra su modo de vida.

Mama Aleta y otras tres indígenas mollos comenzaron a trasladarse a pie de una aldea a la otra generando conciencia sobre las consecuencias ambientales de la minería. En uno de esos viajes, en 2006, fue acuchillada por unos hombres que la habían estado esperando. Pero eso no la desanimó.

La iniciativa terminó con una movilización pacífica en la montaña, en la que Aleta encabezó un grupo de 150 mujeres que se sentaron en silencio en la mina y sus alrededores agitando su vestimenta tradicional en protesta por la destrucción.

“Queríamos explicarles que lo que hacían era como desnudarnos; dejaban desnuda a la selva al cortar los árboles”, indicó.Indígenas de la isla de Lombok, Indonesia, fabrican artesanías con materiales que encuentran en la selva. Crédito: Amantha Perera/IPS

Indígenas de la isla de Lombok, Indonesia, fabrican artesanías con materiales que encuentran en la selva. Crédito: Amantha Perera/IPS

Un año después, las compañías mineras debieron cancelar las operaciones en cuatro sitios dentro del territorio mollo y, luego, abandonar definitivamente el proyecto.

La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) estima que las mujeres representan uno de los grupos más vulnerables a las consecuencias de eventos climáticos extremos.

Además, las agricultoras de pequeña escala (unas 560 millones de personas en el mundo) producen entre 45 y 80 por ciento del alimento que se consume a escala global, mientras las campesinas pobres, en especial en Asia y África subsahariana, destinan unas 200 millones de horas al día a buscar agua, según ONU Mujeres. Cualquier cambio en su ambiente, lo sienten mucho, remarcaron especialistas.

Mujeres ordinarias logran hazañas extraordinarias

En el oriental estado indio de Jharkhand, Suryamani Bhagat, fundadora del centro cultura y derechos indígenas Torang, trabaja con otras mujeres en Kotari, su aldea, para proteger la selva.

En el marco del Movimiento Jharkhand para Salvar la Selva (conocido como Jharkhand Jangal Bachao Andolan), Bhagat reunió a unas 15 mujeres adivasis para protestar contra un funcionario del estado que quería plantar árboles con fines comerciales y que no conservaban la biodiversidad ni servían para el consumo de la población local.

Las mujeres fueron a la comisaría, junto con sus hijos, maridos y ancianos, y comenzaron a comer guayabas, tras lo cual anunciaron a los oficiales de turno que solo querían árboles que beneficiaran a la comunidad.[related_articles]

En otro incidente, cuando la policía quiso detener a varias lideresas, entre las que estaba Bhagat, las mujeres anunciaron que irían voluntariamente, pero solo si las arrestaban con sus hijos y animales, pues las necesitaban para cuidarlos, con lo que desbarataron las intenciones de los agentes.

Ahora las mujeres patrullan la selva y se aseguran de que nadie corte más madera que la necesaria. Bhagat cree que ser mujer la benefició en la situación que vivió en el distrito de Ranchi, en Jharkhand.

“Si fuera un hombre, ya me hubieran detenido y encarcelado”, explicó a IPS. “Pero como las mujeres nos mantenemos juntas, los policías no quieren actuar así”, añadió.

A unos 7.000 kilómetros de distancia, en Papúa Nueva Guinea, Ursula Rakova encabeza un movimiento que lucha por proteger al atolón de Carteret de los efectos devastadores del cambio climático.

En esa diminuta isla de 0,6 kilómetros cuadrados, con una elevación máxima de 1,5 metros, desde hace casi 20 años, la población local sufre el aumento del nivel del mar, que penetró en el suelo, arrastró sus casas e imposibilitó la agricultura.

Con pronósticos que indican que el atolón podría quedar totalmente sumergido tan pronto como en 2015, Rakova dejó un empleo pago en la vecina isla de Bougainville y regresó a Carteret, donde ayudó a fundar Tulele Peisa, una organización dedicada a planificar e implementar la reubicación voluntaria de sus residentes ante la inacción de las autoridades.

“Es mi isla, mi pueblo, no los voy a abandonar”, explicó a IPS. “Es nuestro estilo de vida que se hunde en el mar”, añadió.

Michael Mazgaonkar, coordinador y asesor del Global Greengrants Fund (GGF), dijo a IPS que eso no es nuevo, las mujeres siempre han desempeñado un papel integral en la protección del ambiente. La novedad es su creciente y fuerte presencia en el ámbito global como intrépidas defensoras y protectoras del ambiente.

“La expansión del papel de las mujeres como lideresas climáticas ha sido gradual”, explicó Mazgaonkar. “En algunos casos han sido impulsoras porque no les quedó más remedio que pasar a la acción, y en otros, voluntarias para desempeñar un papel de liderazgo”, añadió.

El resultado concreto de cada iniciativa es incierto, pero lo seguro es que el mundo “seguirá viendo cómo asumen un papel más prominente”, remarcó.

La directora ejecutiva del GGF, Terry Odendahl, cree que los “hombres hacen un trabajo igualmente importante”, pero “históricamente las mujeres fueron subestimadas, igual que el papel que desempeñaban. Debemos crear un espacio para escuchar sus voces”, subrayó.

“Si ampliamos las opciones para las mujeres, podemos mejorar el nefasto problema ambiental que afrontamos”, concluyó.

Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Verónica Firme

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