La educación sexual integral, asignatura pendiente en América Latina

Alumnos de primaria de escuela pública rural Cornelio Saavedra, en la localidad de Bower, en la provincia de Córdoba, en Argentina. La educación sexual integral llega con especial dificultad a los centros rurales de Argentina y del resto de América Latina. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS
Alumnos de primaria de escuela pública rural Cornelio Saavedra, en la localidad de Bower, en la provincia de Córdoba, en Argentina. La educación sexual integral llega con especial dificultad a los centros rurales de Argentina y del resto de América Latina. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS

En la mayoría de los países latinoamericanos la educación sexual ha entrado en las escuelas, pero con un enfoque casi siempre restringido a la prevención de enfermedades transmisibles, que no ha modificado sustancialmente el comportamiento de los adolescentes, sobre todo entre las capas más pobres.

El compromiso de una Educación Sexual integral (ESI) fue adquirido durante la Conferencia Internacional sobre la Población y Desarrollo, celebrada en El Cairo en septiembre de 1994.

Allí se incorporó un enfoque de derechos humanos y género, para que mujeres y varones puedan disfrutar a plenitud su salud y derechos sexuales y reproductivos, incluyendo aspectos emocionales, psicológicos y afectivos, y la capacidad de aceptar el derecho al placer.

«Si bien se han dado algunos avances en inclusión de la educación sexual y reproductiva en los currículos en Latinoamérica y el Caribe, hemos constatado que no todos los países y sus diferentes jurisdicciones han logrado incorporar esos conceptos plenamente en las actividades áulicas”, dijo a IPS la coordinadora del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem), la paraguaya Elba Núñez.[pullquote]3[/pullquote]

En el estudio Sistematización sobre educación de la sexualidad en América Latina, publicado en 2010 por Cladem, se destaca que Argentina, Brasil, Colombia, México y Uruguay son los países que más se acercan al concepto educativo de sexualidad integral. Son, además, los que legislaron al respecto.

Otros, como Costa Rica, Chile, El Salvador, Guatemala y Perú, mantienen enfoques de “abstinencia” y de métodos anticonceptivos, y enfatizan los aspectos espirituales de la sexualidad, la importancia de la familia y la necesidad de retardar el inicio de la actividad sexual.

Pero en todos, subsisten problemas “en el goce y ejercicio de este derecho”, especialmente en las minorías étnicas y rurales, remarcó Núñez, coincidió con otras especialistas que analizaron para IPS la situación regional de la ESI.

También hay dificultades para aplicar los programas en sus regiones, como en Argentina, Brasil y México.

En Argentina, se aprobó en el 2006 una Ley Nacional de Educación Sexual Integral, que creó un Programa Nacional de Educación Sexual Integral.

Un logro “importante” para Ana Lía Kornblit, del Instituto de Investigaciones Gino Germani, porque permite “ejercer un derecho que no existía previamente”.

Pero en algunas provincias no se utilizan los materiales didácticos “que son de alta calidad, aduciendo que no están de acuerdo con algunos de sus contenidos y que pretenden diseñar materiales acordes a los valores culturales y religiosos locales”, dijo.

Según Cladem, la influencia religiosa conservadora también es un obstáculo, sobre el “enfoque de género y derechos, y su vinculación con la sexualidad”, aun cuando muchas constituciones latinoamericanas reconocen la libertad de culto.

“Los chicos y chicas pueden ver de todo en la televisión o están expuestos a Internet, mientras en la escuela no se habla de eso por temor a incitarlos a tener relaciones sexuales”, sintetizó la realidad dominante Mabel Bianco, presidenta de la argentina Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM).

“Pero en los medios todo está erotizado y desde allí se los incita y, lo peor, no tienen herramientas para resistir la presión de los pares y de la sociedad para iniciarse sexualmente”, analizó. La ESI “les permitiría decir no, a relaciones sexuales que no quieren tener”, agregó.

Lourdes Ramírez, de 18 años, acaba de terminar la secundaria en una escuela pública en Mendiolaza, en la central provincia argentina de Córdoba y contó a IPS que en su escuela muchos padres de los primeros años del secundario “arman lío”, cuando se dan clases de ese tipo “porque dicen que sus hijos son chicos y que esa clases los harán tener relaciones desde antes”.

“Es absurdo que en la televisión uno ve de todo, programas de chicas con tangas minúsculas y que después en la escuela no se pueda enseñar a cómo usar un preservativo o a que tengan una relación cuando quieran”. En su centro, los libros didácticos del Ministerio de Educación llegaban “pero quedaban en la biblioteca a disposición” del que quiera consultarlos.

La argentina Cristina Zurutuza, de Cladem, consideró que el problema de fondo es que en la región no se modificaron “los patrones socioculturales sexistas y estereotipados culturales”, aunque algunos gobiernos como el de su país impulsaron “iniciativas para quitar contenidos sexistas, racistas y xenofóbicos de los libros de texto”.

En la mayoría de la región prevalece, adujo la dominicana Zobeyda Cepeda, otra integrante de Cladem, un abordaje “biologicista o religioso, enfocando la sexualidad solo dentro del matrimonio”.

Falencias que se traducen en la segunda tasa regional más alta de embarazos en adolescentes (38 por ciento de las mujeres se embarazan antes de cumplir 20 años), incidiendo, además, en una elevada deserción escolar.[related_articles]

Carmen Dueñas, profesora de biología de educación secundaria en Berazategui una localidad a 23 kilómetros al sudeste de Buenos Aires, relató que sorprende que aun explicando a los alumnos cuales son los métodos anticonceptivos disponibles, “muchas quieran embarazarse igual”.

“Piensan que al embarazarse cambiará su situación afectiva. Que tendrán alguien a quien aferrarse, que de esa forma van a tener un papel protagónico en su vida, al tener una familia propia”, analizó la docente, que integra un proyecto municipal-nacional de ESI.

“Hay un porcentaje significativo de conflictos y violencia en familias, donde los adolescentes no se sienten contenidos, ya que dentro del ámbito familiar hay separaciones en repetición, violencia familiar, abuso, alcohol y drogas”, explicó Marité Gowland, especialista en educación preescolar de Florencio Varela, a 38 kilómetros de la capital argentina.

“Todo esto lleva a que los adolescentes repitan el modelo y allí es donde se les dificulta llevar a la práctica lo aprendido en la escuela”, afirmó. “En muchas escuelas hay espacios de contención donde los chicos pueden hablar de sus problemas, pero la escuela sola no los puede resolver”, lamentó.

Todavía se “perpetúan modelos y roles estereotipados como ser mujer igual a ser madre”, añadió Bianco.

El proyecto de Berazategui busca romper ese molde. Mediante una película abordan el caso de una chica que, abusada por su padrastro, queda embarazada, pero que al hablar con su maestra, consigue “salir adelante” y seguir estudiando.

“Elegimos esto porque a veces tenemos pistas de que hay casos así”, señaló Dueñas.

El uso de condones se enseña a través de juegos.

La enseñanza “transversal”, a través de varias materias, enfoca la violencia de género.

“Lo vemos en adolescentes golpeadas porque sus novios estaban celosos”, ilustró.

Las clases incluyen la diversidad sexual para “mostrarles que son libres de elegir”.

Las preguntas anónimas son colocadas en un buzón.

“Hay chicas que comentan que aunque no tuvieron su primera menstruación, como tienen novios mayores, tienen relaciones sexuales. Después se da una respuesta en grupo”, ejemplificó Dueñas.

El foro virtual “De esto sí se habla”, de FEIM, con la “Red Nacional de jóvenes y adolescentes para la salud sexual y reproductiva”, resume esa necesidad de compartir.

Este artículo fue publicado originalmente en la edición especial de TerraViva: “ICPD@20: Seguimiento y Potencial para después de 2015”, publicado con apoyo del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). El contenido es autoría independiente de los periodistas de IPS

Editado por Estrella Gutiérrez

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