Al Bagdadi y la guerra sin cuartel en nombre del califato

Farhang Jahanpour
Farhang Jahanpour

Cuando Ibrahim al Badri al Samarrai adoptó el nombre de Abu Bakr al Bagdadi al Huseini al Quraishi y se manifestó como el Amir al Muminin (comandante de los fieles) Califa Ibrahim del autoproclamado Estado Islámico, llamó la atención del mundo entero.

La elección de estos nombres es interesante y simbólica. El título Abu Bakr alude al califa que sucedió al profeta Mahoma a su muerte en el año 632.

El término Huseini evoca al imán Husein, nieto del profeta y mártir. El martirio de Husein, en la ahora ciudad iraquí de Karbala en octubre del año 680 es considerado un momento crucial en la historia del Islam y es conmemorado por los chiíes con elaboradas ceremonias.[pullquote]3[/pullquote]

Tanto los suníes como los chiíes consideran al imán Husein como un gran mártir que dio su vida en defensa del Islam y en contra de la tiranía.

Finalmente, Al Quraishi proviene del gentilicio Quraish, la tribu del profeta Mahoma.
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Según la biografía que se encuentra en los sitios yihadistas en Internet, Al Bagdadi es un descendiente directo del profeta, pero curiosamente sus ascendientes pertenecen a la rama chií de los imanes que descienden de Fátima, la hija de Mahoma.

Pese a la intransigente hostilidad de Al Bagdadi hacia los chiíes, esta presunta genealogía podría responder a la intención de presentarse como legítimo vástago de los descendientes del profeta que son venerados a la vez por chiíes y suníes.

La misma biografía dice que Al Bagdadi nació en 1971 cerca de Samarra, en Iraq, y que obtuvo un doctorado en estudios islámicos en la Universidad de Bagdad.

También afirma que era un clérigo en la mezquita del imán Ahmad ibn Hanbal en Samarra cuando, en 2003, Estados Unidos invadió Iraq.

Un alto funcionario de la seguridad oficial en Afganistán sostiene que Al Bagdadi se estableció en su país en la década de los 90 y allí recibió entrenamiento como yihadista entre 1996 y 2000, bajo el comando de Abu Musab al Zarqawi, dirigente de Al Qaeda.

Es probable que Al Bagdadi haya abandonado Afganistán junto con líderes talibanes tras la invasión estadounidense en octubre de 2001, para trasladarse a Iraq, donde Al Zarkawi y otros militantes, quizás Al Bagdadi entre ellos, organizaron la filial de Al Qaeda en ese país.

En septiembre de 2005, Al Zarqawi declaró la guerra total a los chiíes en Iraq, luego de la ofensiva conjunta del gobierno chií iraquí y Estados Unidos contra los insurgentes en la ciudad suní de Tal Afar. Pero fue eliminado en junio del año siguiente por militares estadounidenses.

Según el Departamento de Defensa estadounidense, Al Bagdadi estuvo detenido en Camp Bucca entre febrero y diciembre de 2004, pero otras fuentes afirman que estuvo internado entre 2005 y 2009. En todo caso, se registra una larga militancia en Afganistán e Iraq.

En 2011, tras la eclosión de la Primavera Árabe y el surgimiento de protestas contra el gobierno de Damasco, algunos gobiernos occidentales, junto con Arabia Saudita y Turquía, decidieron derribar el régimen del presidente sirio Bashar al Assad mediante el entrenamiento y la financiación de fuerzas insurgentes.

Eso ofreció a Al Bagdadi la oportunidad de atraer numerosos militantes armados hasta reunir varios millares y lanzarse otra vez al ataque del Iraq chií desde Siria.
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Como es notorio, sus fuerzas conquistaron vastos territorios de Siria e Iraq  bajo la bandera del grupo extremista autodenominado Estado Islámico de Iraq y la Gran Siria (Sham en árabe) y conocido por la sigla ISIS.

El 4 de julio de 2014, día de Ramadan para los musulmanes y también, sugestivamente, aniversario de la independencia de Estados Unidos, Al Bagdadi sorpresivamente emergió de las sombras y pronunció un sermón en la gran mezquita de Mosul, recién conquistada por el ISIS. Sus palabras denotaron su dominio del Corán, su claridad expositiva y su elocuencia.

Es ciertamente el más versado en teología radical suní con respecto a cualquier otro líder de Al Qaeda, pasado o presente.

El sermón de Al Bagdadi encaró temas centrales de la doctrina militante suní y de sus exponentes históricos. Los apologistas de Al Bagdadi proclaman que él «purgó vasta áreas en Iraq y Siria de la mugre de los safávidas (referencia a una dinastía chií en Irán en el siglo XVI), de los nizaríes (término despectivo para los alauíes-chiíes de Siria) y de los apóstatas Consejos del Despertar (suníes)”. “Él estableció el imperio de la ley islámica”, añaden.

En su breve sermón Al Bagdadi acusó de herejía a quienes no acatan su estricta interpretación del Islam. Citó numerosos versículos del Corán para instigar a la lucha contra los no creyentes y a ser fieles al mandato divino. Y recalcó algunos conceptos clave como la piedad, la observancia de los ritos religiosos y los mandamientos, y la liberación de los oprimidos.

Finalmente, abogó por la restauración del califato.

En el contexto del Corán, esos términos tienen amplia resonancia. Pero esos mismos términos en labios de Al Bagdadi y otros yihadistas adquieren un significado completamente diferente, amenazante, incitan a la insurrección armada y al sometimiento de los no creyentes. [related_articles]

Los dichos y hechos de Al Bagdadi y sus seguidores parecen copiados del movimiento fundamentalista wahabí, creado alrededor de 1745 en Arabia central por el predicador Muhamad Ibn Abd al Wahab (1703-­1792).

Lo que hoy estamos viendo en Iraq es casi la repetición exacta de la violenta insurgencia suní en los desiertos de Arabia que llevó al establecimiento del Estado wahabí, fundado hace 200 años por el clan Al Saud.

En 1802, tras haber asumido el control de gran parte de la península árabe, el caudillo saudí Abdulaziz atacó Karbala en Iraq, mató a la mayoría de sus habitantes, destruyó el santuario del imán Husein y saqueó la ciudad.

El establecimiento de la dinastía saudí tuvo como resultado la propagación de la versión más fundamentalista en la larga historia del Islam. De ella provienen Osama Bin Laden y Al Qaeda, y ahora Al Bagdadi y el ISIS, que desde mediados de año pasó a autodenominarse como Estado Islámico (EI).

El yihadismo redujo las ricas y variadas expresiones de la civilización islámica –su filosofía, su literatura, su misticismo y su jurisprudencia-  a la “shariá”, la interpretación religiosa del Corán y otras fuentes del Islam convertidas en ley.

Las mejores mentes del Islam rechazan la estrecha y dogmática versión de la shariá del EI y los yihadistas y no aceptan que se la eleve a un absolutismo, por encima incluso de la racionalidad.

No hay duda de que es una aberración que este pensamiento enfermo y estos actos de barbarie pretendan justificarse en nombre del Islam.

Editado por Pablo Piacentini

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