Los pobres se marchitan bajo el sol abrasador de Sri Lanka

Campesinos se aprontan para cavar un pozo a mano en la aldea de Tunukkai, golpeada por la sequía, en el norteño distrito de Mullaithivu, en Sri Lanka. Crédito: Amantha Perera/IPS.

La última vez que los caminos de la aldea se enlodaron fue hace un año, relató Murugesu Mohanabavan, un agricultor de Karachchi, unos 300 kilómetros al norte de la capital de Sri Lanka, en un testimonio de la fuerte sequía que atraviesa este país insular.

Datos de la unidad de gestión de desastre de la Secretaría del distrito de Kilinochchi, donde se ubica la aldea de Mohanabavan, revelan que desde noviembre de 2013 no llueve lo suficiente; cayó menos de 30 por ciento de las precipitaciones previstas para esta época del año.

Sri Lanka atraviesa una de las peores sequías que se recuerdan, que ya afectó a 1,6 millones de personas y redujo la producción agrícola en 42 por ciento, según fuentes oficiales.[pullquote]3[/pullquote]

Unas 900.000 personas afectadas por la sequía viven en las provincias Norte y Este, tradicionalmente las más pobres, dependen de la agricultura y carecen de mecanismos o de infraestructura para hacer frente al impacto de desastres naturales.

De los 120.000 habitantes del distrito de Kilinochchi, 74.000 sufren el impacto de la sequía. En el vecino Mullaithivu, 56.000 de los poco más de 100.000 residentes, están en esa situación.

La vasta mayoría de los habitantes de esos distritos retornaron tras los 26 años de guerra civil, que terminó en mayo de 2009.

Desplazados y evitando caer en el fuego cruzado de los cruentos combates que caracterizaron los últimos enfrentamientos entre las fuerzas del gobierno y las de los insurgentes y desaparecidos Tigres para la Liberación de la Patria Tamil Ealam (LTTE), los retornados comenzaron a llegar a las aldeas devastadas a fines de 2010.

El plan de desarrollo de infraestructura de 3.000 millones de dólares para la provincia Norte no trajo consigo la disminución de la pobreza en la región.

En este país de 20 millones de habitantes, 6,7 por ciento de la población vive en la pobreza, pero en los grandes distritos del norte y este, la propoción es peor: 28,8 por ciento en Mullaithivu, 12,7 por ciento en Kilinochchi, 8,3 por ciento en Jaffna y 20,1 por ciento en Mannar.

Los números son desproporcionadamente altos si se comparan con el 1,4 por ciento registrado en Colombo, y el 2,1 por ciento, en Gampaha, ambos en la provincia Occidental.

“Los distritos del Norte ya sufrían altos niveles de la pobreza, la que seguramente se agudizó por la prolongada sequía”, observó Muttukrishna Saravananthan, encargado del Instituto de Desarrollo Point Pedro, con sede la norteña Jaffna.

Mohanabavan, de 40 años, tiene 0,8 hectáreas que le daban unas 200.000 rupias (equivalente a 1.500 dólares) al año, pero la sequía lo dejó endeudado.

“No nos quedan ahorros. Todavía tengo que terminar de construir la mitad de la casa y mandar a mis dos hijos a la escuela”, explicó. “La pesadilla continúa”, se lamentó.

La agricultura representa 10 por ciento del producto interno bruto de Sri Lanka. En las provincias mayormente rurales del norte y este, por lo menos 30 por ciento de la población depende de la agricultura para vivir.

Kugadasan Sumanadas, secretario de gestión de desastre de la Secretaría del Distrito de Kilinochchi, dijo que desde mediados de año se implementaron programas para asistir a las poblaciones en las zonas con sequía.

Unas 37.000 reciben agua potable a diario de camiones cisterna. Además, hay programas que pagan unas 800 rupias (unos seis dólares) por persona al día por su trabajo en la renovación de las cañerías de agua e irrigación.

Pero incluso para realizar el limitado trabajo que se hace ahora, se necesitarían asignar unos nueve millones de rupias a la semana, pero el dinero llega con lentitud.

Sin embargo, “el mayor problema es si no llueve pronto, entonces tendremos que buscar agua fuera de la provincia, más personas necesitarán asistencia por más tiempo, es decir que se necesitará más dinero”, explicó Sumanadas.

En abril, una evaluación conjunta del Programa Mundial de Alimentos y del gobierno alertó que la mitad de la población del distrito de Mullaithivu y una de cada tres personas en Kilinochchi carecían de seguridad alimentaria. Y según Sumanadas, la situación puede empeorar en los próximos meses.

La producción agrícola disminuyó 42 por ciento este año en comparación con 2013. El cultivo de arroz cayó 17 por ciento con respecto a los cuatro millones de toneladas cosechadas el año anterior.[related_articles]

De hecho, el gobierno decidió levantar la prohibición a las importaciones de arroz ese mismo mes. Así se prevé cubrir por lo menos cinco por ciento de las cosechas perdidas.

La principal fuente de agua en el distrito, el extenso reservorio Iranamadu, 50 kilómetros cuadrados con capacidad para irrigar casi 43 hectáreas, es un gigantesco cuenco de tierra, según fuentes oficiales, una situación que no es exclusiva del norte y este del país.

“El nivel de todos los depósitos de agua bajó 30 por ciento”, dijo Ivan de Silva, secretario del ministro de irrigación y gestión de agua, en diálogo con IPS.

Según él, la magnitud del impacto de la sequía obedece a dos factores: la mayor frecuencia de eventos climáticos extremos y la falta de una adecuada gestión de los recursos hídricos.

“Antes se esperaban sequías severas cada 10 o 15 años, ahora es un año sí y otro, no”, puntualizó.

La anterior sequía similar, en 2012, también impactó a cerca de dos millones de personas, y redujo la producción agrícola 20 por ciento con respecto al año anterior. Pero todo terminó con las inundaciones que trajo el huracán Nilam a fines de ese año.

Este país se da cuenta lentamente de que la variabilidad climática exige una mejor gestión hídrica. La última semana de septiembre, el gobierno lanzó un programa de resiliencia climática de 100 millones de dólares, de los que destinará la mayor parte, unos 90 millones, en mejorar la infraestructura.

De ese monto, se volcarán 47 millones a mejorar las redes de drenaje y los sistemas de agua, 36 millones a reforzar los caminos y siete millones a proyectos para mejorar la seguridad escolar en áreas propensas a desastres ambientales.

Además, se invertirán los fondos para estudiar las cuencas de los nueve ríos principales parar mejorar las políticas de gestión.

S M Mohammed, secretaria del Ministerio de Gestión de Desastres, reconoció que los niveles de prevención no estuvieron a la altura del desafío en el lanzamiento del programa, el 26 de este mes, al decir: “Nuestro país debe pasar de una tradición de responder a los desastres naturales a una cultura de resiliencia”.

Si se implementa esa política, tendrá resultados en la vida de millones de personas que lentamente se cocinan bajo el sol abrasador.

Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Verónica Firme

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