Cambio climático ante tácticas sucias para energía ídem

Inundación en la carretera A361, la principal que une a Taunton y Glastonbury, en Inglaterra. Los científicos alertan que el cambio climático está en marcha, causando costosos y trágicos eventos meteorológicos extremos. Crédito: Mark Robinson/cc by 2.0

“Las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la actividad humana son más altas que nunca, y estamos viendo cada vez más eventos meteorológicos y climáticos extremos… No podremos impedir un desastre a gran escala si no consideramos esta suerte de ciencia dura”.

Esa declaración sobre el quinto y nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, en inglés), ¿parece que la formuló la organización ambientalista Greenpeace o el Departamento de Estado de Estados Unidos?

La pronunció John Kerry, el secretario de Estado de Estados Unidos.

Importantes funcionarios en muchos otros países han hecho comentarios similares sobre el “Informe de síntesis” del IPCC, divulgado el 2 de este mes en Copenhague.

“Cuanto más tiempo estemos varados en un debate sobre ideología y política, más aumentarán los costos de la inacción”, señaló Kerry en un comunicado.

El “Informe de síntesis” destila siete años de investigaciones climáticas realizadas por miles de los mejores científicos del mundo, y concluye que el cambio climático está en marcha, causando costosos y trágicos eventos meteorológicos extremos. Estos empeorarán más de lo que alguien pueda imaginar, a menos que la humanidad se destete de los combustibles fósiles.

[pullquote]3[/pullquote]En realidad, el cambio climático es fácil de entender y puede resumirse en menos de 60 segundos. A saber: durante décadas, la humanidad insufló cientos de millones de toneladas de dióxido de carbono en la atmósfera a partir de la quema de combustibles fósiles como carbón, petróleo y gas natural.

Algunas mediciones muestran que actualmente hay 42 por ciento más de dióxido de carbono en la atmósfera que hace 100 años. Se determinó hace mucho tiempo que ese gas invernadero actúa como manta, manteniendo al planeta caliente al atrapar parte del calor del sol.

Cada año, nuestras emisiones de dióxido de carbono vuelven más gruesa esa manta, capturando más calor.

Esa manta de dióxido de carbono generada por la quema de combustibles fósiles elevó 0,85 grados las temperaturas mundiales. Y serían mucho más altas si los océanos no absorbieran 95 por ciento del calor extra atrapado por ese manto. Pero los océanos no nos ayudarán por mucho tiempo más. Este año será el más caliente de que se tenga registro.

“Se requiere un acción mundial para reducir las emisiones globales de gases invernadero”, dijo Michel Jarraud, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial.

“Cuanto más esperemos, más caro y difícil será adaptarnos, al punto tal que algunos impactos serán irreversibles e imposibles de afrontar”, señaló Jarraud en un comentario sobre el “Informe de síntesis”.

En el documento no hay nada fundamentalmente nuevo. Todo lo que realmente ha cambiado es la urgencia y la desesperación en el lenguaje que ahora usan los científicos del clima.

En la actualidad todos saben que hay que eliminar los combustibles fósiles y reemplazarlos por fuentes de energía que no agreguen más dióxido de carbono a la agobiante manta que hemos tejido.

Y ya sabemos cómo hacer la transición hacia (una economía) baja en carbono, dijo Bob Watson, expresidente del IPCC.

Para reiterar los pasos: grandes aumentos en la eficiencia energética, enormes despliegues de energías renovables, clausura de la mayoría de las plantas de carbón, ponerle un precio al carbono, etcétera.

Hay decenas de estudios sobre cómo hacer esto sin necesidad de nuevas tecnologías. Todo esto puede lograrse con un ínfimo costo extra para la economía mundial, según la Comisión Global sobre la Economía y el Clima.

Estos estudios concluyen que lo que falta para un viraje hacia un estilo de vida bajo en carbono es voluntad política o valentía política.

Sin mencionar lo increíblemente poderosa e influyente que es la industria de los combustibles fósiles, sus banqueros, inversores, abogados, asesores de relaciones públicas, sindicatos y otros, todos luchando desesperadamente para que la humanidad siga siendo adicta a sus productos.

Eso significa oponerse a alternativas bajas en carbono y calificar de “radicales verdes” a los abuelos que se preocupan por el futuro de sus nietos.

“Pensemos en esto como una guerra sin fin”, dijo el asesor de relaciones públicas Richard Berman a ejecutivos de la industria del petróleo y el gas, reunidos en junio en Colorado.

Es una guerra sucia contra las organizaciones ambientalistas y quienes las apoyan. Los ejecutivos de la industria deben estar dispuestos a explotar emociones como el miedo, la codicia y la indignación del público contra organizaciones e individuos que defienden el ambiente, señaló Berman, según citó un artículo en The New York Times.

Berman, experto en relaciones públicas de la industria del tabaco, formuló esas declaraciones en un evento patrocinado por la Western Energy Alliance, entre cuyos miembros figuran las firmas Devon Energy, Halliburton y Anadarko Petroleum.

El discurso fue grabado en secreto por un ejecutivo de la industria de la energía ofendido por las tácticas.

Berman aconsejó a importantes corporaciones energéticas que financiaban en secreto campañas antiambientales, que no se preocuparan por ofender al público en general, porque “se puede ganar feo o perder lindo”, según dijo.

“Grandes Radicales Verdes” es la más reciente –y multimillonaria– campaña de Berman y compañía.

Toma por blanco a organizaciones como el Sierra Club y el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales. También ataca agresivamente a entidades que se oponen a la fractura hidráulica (cuestionada práctica extractiva, también conocida como “fracking”) y presiona para impedir que haya controles más estrictos sobre ese procedimiento, que contamina tanto el aire como el agua.

Berman también promete estricta confidencialidad a todo aquel que financie sus esfuerzos, diciendo: “Canalizamos todo esto a través de organizaciones sin fines de lucro, que no tienen que revelar los nombres de sus donantes”.

[related_articles]Berman no está solo en sus esfuerzos. Cada año, la industria de los combustibles fósiles gasta cientos de millones de dólares en relaciones públicas, publicidad y cabildeo en Estados Unidos, Canadá, Australia y otros lugares.

“Aquellos que eligen ignorar o cuestionar la ciencia tan claramente expuesta en este informe lo hacen a gran riesgo para todos nosotros, y para nuestros hijos y nietos”, dijo Kerry al concluir sus declaraciones sobre el informe del IPCC.

El hecho de que Kerry apele al sentido de moralidad de la industria de los combustibles fósiles en vez de a endurecer las regulaciones sobre las emisiones de dióxido de carbono deja en claro el gran poder que ejerce la industria en el sistema político de Estados Unidos.

El 2 de este mes en Copenhague, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, dijo lo que Kerry no pudo, y urgió a grandes inversores como los fondos de pensiones y las empresas de seguros a reducir sus inversiones en los combustibles fósiles y a destinarlas, en cambio, a las energías renovables.

Es un comienzo, pero todos los que creemos que nuestros hijos y nietos tienen derecho a un planeta en el que se pueda vivir requerimos mucha más acción.

Editado por Kitty Stapp

 

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