Tribu india enseña a convertir la tragedia en oportunidad

Una pareja irula pesca en aguas del Bosque de Mangles de Pichavaram, en Tamil Nadu, India. Crédito: Malini Shankar/IPS

Cuando el tsunami asiático arrasó a varios países de la costa del océano Índico el 26 de diciembre de 2004, sembró destrucción por doquier y dejó 230.000 muertos. Millones quedaron sin trabajo y seguridad alimentaria. Pero a una pequeña tribu del sur de India le infundió esperanzas, que persisten una década después.

El pueblo irula cuenta con unos 25.000 integrantes, que habitan las montañas Nilgiri en los estados indios de Tamil Nadu y Kerala, y que tradicionalmente se ganaban la vida desinfestando tierras agrícolas de ratas y serpientes. Esta tarea, realizada en régimen de jornaleros, a menudo les permitió complementar sus magros ingresos.

Ahora, en vísperas del décimo aniversario del tsunami, los irulas de Tamil Nadu son un ejemplo viviente de cómo el manejo sostenible de los desastres puede aliviar la pobreza y, simultáneamente, preservar un modo de vida ancestral.

Antes de 2004, esta tribu trabajaba en condiciones de explotación extrema, ganando no más de unos 50 dólares al mes. Sus miembros estaban mal alimentados y habitaban viviendas inadecuadas con defectuoso saneamiento.[pullquote]3[/pullquote]

Sin embargo, cuando las olas gigantes cedieron y las organizaciones no gubernamentales y los trabajadores humanitarios llegaron en manadas a la costa sur de India para reconstruir el paisaje, los irulas recibieron más que la ayuda de emergencia: los incluyeron en la Lista de Tribus Reconocidas del gobierno.

Esto ocurrió, en buena medida, gracias a los esfuerzos de un funcionario gubernamental llamado G.S. Bedi, oriundo del distrito costero de Cuddalore, en Tamil Nadu, una de las zonas azotadas por el tsunami.

La inclusión en esa lista convirtió a los irulas en beneficiarios legales de programas de desarrollo patrocinados por el Estado, como la Ley de Derechos Forestales y otras iniciativas de pesca sostenible, mejorando así su acceso a mejor vivienda y generando mayor seguridad alimentaria y de sustento.

Y, lo más importante, según miembros de la comunidad, es que el período posterior al tsunami infundió nuevos bríos a los irulas, que participan en programas de sustento sostenible para conservar su ambiente al tiempo de aumentar sus ingresos.

Conservación con bioescudos

Bajo la órbita de la FundaciónM S Swaminathan para la Investigación (MSSRF, en inglés), los irulas son parte de un importante programa que ya ha multiplicado por siete sus ganancias mensuales, llegando a unos 350 dólares, en el Bosque de Mangles de Pichavaram, en Tamil Nadu.

Unas 180 familias de la tribu se benefician directamente de programas de capacitación y subsidios concedidos a sus cooperativas, también conocidas como grupos de autoayuda.

Los irulas pulen así sus habilidades en materia de pesca, acuicultura sostenible y engordamiento de cangrejos, apartándose cada vez más de una vida de servidumbre y convirtiéndose en grandes terratenientes.

Pero tal vez lo más importante sea que están incorporando la protección y conservación de manglares a sus vidas cotidianas, medida que consideran necesaria para la supervivencia a largo plazo de toda la comunidad.

De hecho, fue el Bosque de Mangles de Pichavaram, ubicado cerca de la localidad de Chidambaram, en Tamil Nadu, el que evitó las muertes masivas entre miembros de la tribu durante el tsunami, protegiendo a unos 4.500 irulas del pleno impacto de las olas.

Ubicado entre el estuario de Vellar en el norte y el de Coleroon en el sur, ese manglar ocupa unas 1.100 hectáreas, y su complejo sistema de raíces y ecosistema intermareal ofrecen una fuerte barrera contra la intrusión del agua del mar, las olas y las inundaciones.

Según estadísticas aportadas por el biólogo marino Sivakumar, de la MSSRF en Chennai, los pocos desafortunados que perecieron en el tsunami fueron aquellos que quedaron atrapados fuera del abrazo protector del ecosistema: siete personas de las aldeas de Kannagi Nagar y Pillumedu y otras 64 varadas en la isla conocida como “MGR Thittu”, ambas ubicadas en franjas de arena donde no había mangles.

La experiencia hizo que muchos miembros de la tribu abrieran sus ojos al inestimable valor de los manglares y a su propia vulnerabilidad ante los caprichos del mar, disparando un esfuerzo de conservación en el marco de la Ley de Derechos Forestales de India.

“Hasta que nos incluyeron en la Lista de Tribus Reconocidas no conocíamos nuestros derechos ni nos iba bien como cazadores-recolectores ni como jornaleros agrícolas”, dijo Pichakanna, un hombre irula de 55 años que con alegría cambió su empleo en la agricultura por actividades pesqueras y acuícolas que le permiten participar en los esfuerzos de conservación de manglares en Tamil Nadu.

Ahora su salario procede de la cría de camarones en los biodiversos manglares, explicó a IPS.

M. S. Swaminathan, presidente de la MSSRF, cree que “al conservar los bosques de manglares protegemos el ecosistema costero más productivo, que garantiza (…) el sustento y la seguridad ecológica”.

“Los bioescudos son una parte indispensable de la Resiliencia al Riesgo de Desastres”, agregó.

Esta unión entre creación de empleo y manejo de desastre ha sido un golpe de suerte sin prededentes para el pueblo irula.

Los bosques de mangle están desapareciendo rápidamente. Según un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se losdestruye a un ritmo entre tres y cinco veces mayor que la pérdida promedio de bosques.

Para 2050, el sur de Asia podrá haber perdido incluso 35 por ciento de los manglares que tenía en 2000. Las emisiones contaminantes derivadas de esas pérdidas constituirán alrededor de la quinta parte de las emisiones mundiales de carbono relacionadas con la deforestación, agrega el informe.

Gracias a las ricas aguas donde hay mangles, ahora los irulas cosechan, por ejemplo, ostras de perlas naturales, de muy alto contenido proteínico, para su propio consumo.

“También aprendimos a cazar cangrejos, y hemos instalado aparatos para su engorde cerca de nuestras casas, en lo profundo de las aguas del manglar. Esto nos ha ayudado a ganarnos un sustento sostenible”, dijo a IPS Nagamuthu, un irula de 33 años, cuyos padres, oriundos de los bosques de Pichavaram, sobrevivieron al tsunami de 2004.

«Si no nos hubieran incluido en la Lista de Tribus Reconocidas,  seguiríamos siendo cazadores-recolectores, comiendo ratas y cazando serpientes”, agregó.

[related_articles]Los miembros de la comunidad también aprendieron a cavar canales con forma de espina de pescado, lo que ayuda a traer las aguas de los riachuelos directamente a sus puertas, donde pueden capturar pescado fresco para el desayuno.

Este sistema de canales, ahora recomendado por el gobierno de India, también ayuda a reducir la salinidad del suelo, previene la degradación de los manglares y mejora los rendimientos pesqueros, y a su vez mejora la seguridad en materia de sustento.

Los habitantes de varias aldeas, entre ellas Pichavaram, crearon ahora un fondo comunitario que recauda 30 por ciento de los ingresos mensuales de cada familia. Ese dinero se usó para construir un templo, una escuela e instalaciones para brindar agua potable a 900 familias.

Pichakanna, quien ahora es el más anciano de la aldea del nuevo municipio de MGR Nagar, dijo a IPS con orgullo que el fondo comunitario también ayudó a crear una “línea telefónica de alerta temprana”, que a través de mensajes de texto y voz informa a los pescadores sobre la altura de las olas y la dirección del viento, además de brindar pronósticos meteorológicos cada seis horas y avisar cuando se aproxima un ciclón.

Mientras jefes de Estado y expertos viajan por el mundo para debatir la agenda de desarrollo sustentable posterior a 2015, una tribu olvidada en Pichavaram ya practica un nuevo modo de vida y muestra cómo avanzar hacia un futuro verdaderamente sostenible.

Editado por Kanya D’Almeida

 

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