Enfermera en Camerún y esclava en Kuwait

La falta de trabajo lleva a muchas jóvenes de Camerún a buscar empleo en el exterior, a veces con consecuencias terribles. Crédito: Ngala Killian Chimtom/IPS
La falta de trabajo lleva a muchas jóvenes de Camerún a buscar empleo en el exterior, a veces con consecuencias terribles. Crédito: Ngala Killian Chimtom/IPS

Los relatos de mujeres africanas que buscan empleo en Kuwait y otros países de Medio Oriente y, en cambio, encuentran la esclavitud provocan indignación.

Susan, un nombre ficticio a su pedido, le contó entre sollozos a IPS cómo partió de Camerún en 2013 con la esperanza de encontrar trabajo en Kuwait.[pullquote]3[/pullquote]

«Vi carteleras en mi ciudad con avisos laborales” que “anunciaban puestos de trabajo para enfermeras y empleadas domésticas en Kuwait. Como enfermera que soy y sin trabajo en Camerún, me decidí a tomar la oportunidad”, explicó la joven de 28 años.

Con la ayuda de un agente cuyos datos de contacto encontró en la cartelera, Susan tomó un avión con destino a Kuwait.

Estaba entusiasmada con la perspectiva de ganar hasta 420 dólares al mes. Esa es la suma que le había asegurado el agente, y era muy tentadora en comparación con los cerca de 75 dólares que habría ganado en Camerún, de haber tenido un empleo.

«Trabajamos en colaboración con empresas de Medio Oriente para que, cuando estas señoras van, no tengan que empezar a buscar empleo», sostuvo Ernest Kongnyuy, un agente en Yaundé, en diálogo con IPS.

Pero la historia cambió radicalmente cuando Susan y 46 camerunesas más llegaron a Kuwait el 8 de noviembre de 2013.

«Nos llevaron a todas a una pequeña habitación. Había muchas chicas allí: ghanesas, nigerianas y tunecinas», recordó Susan. Entonces “vinieron los postores y nos vendieron como si fuéramos mercancía», aseguró.

A Susan se la llevó un egipcio. «Creo que en su casa me hice una idea de lo que es el infierno”, comentó, mientras las lágrimas le corrían por las mejillas.

Su jornada de trabajo empezaba a las cinco de la mañana y terminaba después de la medianoche. Con frecuencia se iba a la cama sin haber comido.

Numerosas veces el hombre trató de violarla, pero cuando ella amenazó con denunciar el caso a la policía, le respondía con amenazas. «Me dijo que le pagaría a la policía para poder violarme y matarme, y que el caso no llegaría a ninguna parte», afirmó.

Aislada de toda comunicación con el mundo exterior, Susan dice que encontró consuelo solo en su fe. «Recé… le rogué ayuda a Dios», contó.

Pero su caso no es el único. Brenda, otro camerunesa que tuvo la suerte de poder escapar, cuenta una experiencia similar en Kuwait. Ella tenía que lavar las mascotas de su amo, que incluía a gatos y serpientes.

«Compartía el mismo inodoro que los gatos… Los llamaba mis hermanos, porque eran las únicas ‘personas’ con las que conversaba», expresó.

Cuando ya no aguantaron más, las dos mujeres les comunicaron a sus empleadores que no estaban dispuestas a seguir trabajando. Brenda dice que, cuando ella insistió, fue expulsada de la casa.

«En ese momento estaba débil, estaba muriéndome en verdad y no sabía a dónde ir», destacó. Después de vagar durante dos días se encontró con la embajada de la República Centroafricana y durmió durante dos días más frente al edificio antes de que la rescataran.

Entre tanto, a Susan la encerraron en el baúl de un automóvil y la llevaron al agente que la había traído desde el aeropuerto.

«Los hechos se sucedieron con tanta rapidez que me encontré pasando una semana en la cárcel de inmigración y tres días más en la cárcel de deportación», explicó.

Finalmente, cuando las dos fueron puestas en un vuelo con destino a Camerún, les confiscaron sus pertenencias, a excepción de sus pasaportes y la ropa que llevaban puesta.[related_articles]

La magnitud del problema es preocupante. El Índice Mundial de la Esclavitud, que publica anualmente la fundación australiana Walk Free, calcula que en 2013 había 750.000 personas esclavizadas en Medio Oriente y el norte de África.

Según el informe, en los últimos siete años Arabia Saudita y Kuwait clasificaron en el nivel tres de los países donde se produce trata de seres humanos y abusos laborales.

El nivel tres indica que los gobiernos no cumplen plenamente con las normas mínimas referidas a la trata de personas ni toman las medidas necesarias para remediarlo.

Aparte de África, personas de India, Nepal, Uzbekistán y demás países «migran voluntariamente en busca de trabajo doméstico, convencidas por la promesa de obtener empleo redituable que les hacen las agencias de empleo”, amplía el informe.

«Al ingresar al país se encuentran engañadas y esclavizadas, dentro de los límites de un sistema de patrocinio legal», añade.

Susan y Brenda volvieron a sus países, pero aún sufren por el trauma que les causó la terrible experiencia en Kuwait.

El Centro de Trauma para las Víctimas de la Trata de Personas en Camerún les ofreció ayuda. «Intentamos que se sientan como en casa», señaló Beatriz Titanji, vicepresidenta de la institución.

«Estuvieron expuestas a malos tratos. Les dijeron que eran animales… que apestaban, y cuando ingresaban a un auto o una habitación, aplicaban un aerosol para quitar el supuesto olor… No puedo imaginarme que trataran a un hijo mío de esa manera», manifestó a IPS.

Titanji reclamó al gobierno que investigue y procese a los agentes, genere puestos de trabajo y vigile los aeropuertos para evitar que los ciudadanos de Camerún busquen  trabajo en Medio Oriente.

Editado por Phil Harris / Traducido por Álvaro Queiruga

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