¿Por qué no erradicamos la homofobia?

Una mujer transgénero de Uganda en un pueblo cerca de Kampala, poco antes de huir del país por el acoso policial y la violencia que sufrió tras la aprobación de la ley contra la homosexualidad. © 2014 de Human Rights Watch
Una mujer transgénero de Uganda en un pueblo cerca de Kampala, poco antes de huir del país por el acoso policial y la violencia que sufrió tras la aprobación de la ley contra la homosexualidad. © 2014 de Human Rights Watch

Un informe de las academias de ciencias de Sudáfrica y Uganda podría ayudar a modificar la manera en que África comprende la sexualidad humana, si las autoridades africanas se toman el tiempo para considerar sus conclusiones.

Contrariamente a la creencia generalizada entre los legisladores y los ciudadanos africanos de a pie, la homosexualidad no es ni una importación de Occidente ni una opción.[pullquote]3[/pullquote]

Estas son algunas de las conclusiones a las que arribó en junio el panel de científicos de la Academia de Ciencias de Sudáfrica y la Academia Nacional de Ciencias de Uganda, tras revisar cientos de estudios sobre la atracción por el mismo sexo.

Pero algunos políticos africanos están demasiado ocupados fomentando el pánico en torno a la homosexualidad para prestar atención a los hechos. Un ejemplo es la difusión del falso rumor de que el presidente estadounidense Barack Obama impulsa el matrimonio entre personas del mismo sexo en Kenia y Nigeria.

Desesperados por distraer a los electores de los problemas reales, como la pobreza, la inseguridad y la corrupción, muchos políticos presentan a la homosexualidad como un peligro mortal. En nombre de la protección de la sociedad, de los «valores tradicionales» o de la infancia, aprueban leyes profundamente discriminatorias.

El gobierno del expresidente Goodluck Jonathan (2010-2015), en Nigeria, condenaba a 10 años de prisión a toda persona que incluso «indirectamente» exhibiera una «relación amorosa del mismo sexo”.

En Uganda, antes de que se anulara la ley contra la homosexualidad en 2014, los propietarios que no desalojaran a un inquilino gay o lesbiana corrían el riesgo de ser procesados por mantener un «burdel».

Para los defensores de estas leyes, Obama es el cuco más reciente. Un político keniata sugirió que si el presidente estadounidense llega a mencionar los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) durante su próxima visita a Kenia, podría romper el «tejido social” de ese país.

Pero el panel de científicos de Sudáfrica y Uganda desestimó las afirmaciones referidas a que la homosexualidad es importada, y concluyó que la proporción de personas que sienten atracción por su mismo sexo en África «no es diferente a la de otros países en el resto del mundo».

El panel respaldó una conclusión previa de científicos ugandeses referida a que «la homosexualidad existía en África mucho antes de la llegada del hombre blanco».

Pero cuando los expertos presentaron su informe al presidente Yoweri Museveni a principios de 2014, el mandatario ignoró sus conclusiones y sostuvo que el estudio justificó la aprobación de la ley contra la homosexualidad.

Ese informe señala que las relaciones entre personas del mismo sexo y las diversas identidades de género existen incluso donde las leyes son más represivas y los niveles de estigmatización son más altos. La penalización de las identidades LGBTI o la conducta homosexual simplemente no hará desaparecer la diversidad sexual.

Asimismo, un enfoque sobre la sexualidad y el género que esté en consonancia con el derecho internacional de derechos humanos no abrirá las compuertas a la “conversión” en masa de los africanos a la homosexualidad.

De hecho, Holanda y Suecia, conocidos por ser particularmente abiertos con respecto a la diversidad sexual, no tienen tasas más altas de homosexualidad que otros países.

Los “estudios como este indican que los jóvenes pueden ser amigos de los jóvenes LBGTI sin temor (o el de sus padres) a que ‘se enganchen’ con la atracción del mismo sexo de sus amigos. Tal ‘transmisión’ de la orientación sexual simplemente no sucede», señala el informe.

Los políticos tampoco deben preocuparse porque las personas LGBTI sean una amenaza para los niños y las niñas. El temor de que los gays reclutan y abusan de la infancia se emplea a menudo como argumento para justificar la represión de la homosexualidad.

Sin embargo, el panel no encontró «ninguna evidencia científica que apoye la opinión” de que las personas LGBTI son más propensas a abusar de los niños que otras personas.

En cambio, el panel, tras analizar estudios sobre abuso sexual infantil, concluyó que «la mayoría de los perpetradores son hombres heterosexuales”. En lugar de usar a los homosexuales como chivos expiatorios, los científicos sugieren que los gobiernos identifiquen y procesen a los verdaderos abusadores.

Con frecuencia, las personas LGBTI hacen hincapié en que ya eran conscientes de su identidad sexual o de género desde una edad temprana. Del mismo modo, las personas heterosexuales suelen desarrollar sentimientos románticos hacia el sexo opuesto desde la primera infancia y, así como no «eligen» esos sentimientos, tampoco pueden cambiarlos.

«En general, el aumento de los estudios de confirmación recientes», incluidos aquellos sobre gemelos y las similitudes cromosómicas en un grupo demográfico con rasgos particulares, «llegó a la etapa en que ya no existen dudas sobre la existencia de una base biológica sustancial de la orientación sexual», aseguró el panel.[related_articles]

Si la sexualidad tiene una base biológica, se preguntan los científicos, y si no hay evidencia de que las personas LGBTI «reclutan» o de lo contrario dañan a los niños y niñas, ¿cómo se puede justificar el castigo de las personas por su orientación sexual o identidad de género?

Los políticos africanos deberían preguntarse lo mismo. Y en lugar de preocuparse por una decisión de la corte suprema de Estados Unidos sobre el matrimonio igualitario o rasgarse las vestiduras por los comentarios hipotéticos que Obama podría llegar a hacer, deberían ver los daños sociales, muy reales, que provocan la homofobia y la transfobia.

La Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos que, al igual que los científicos sudafricanos y ugandeses que redactaron el informe, difícilmente puede ser descartada por occidental, aprobó una resolución en 2014 que condena la violencia por motivos de orientación sexual o identidad de género.

La comisión expresó su «alarma» porque «actos de violencia, discriminación y otras violaciones de los derechos humanos se siguen cometiendo contra personas en muchas partes de África a causa de su orientación sexual o identidad de género real o imputada”.

Entre esos actos mencionaron las “violaciones ‘correctivas’, agresiones físicas, torturas, asesinatos, detenciones arbitrarias, ejecuciones, desapariciones forzadas, extorsión y chantaje.

La comisión pide a los países africanos que cesen todos los actos de violencia y abusos por motivos de orientación sexual e identidad de género.

El informe de las academias de ciencias va un paso más al concluir que «dado que la variación en las identidades sexuales y orientaciones siempre ha sido parte de la sociedad normal, no puede haber justificación alguna para los intentos de ‘eliminar’ a (la población) LGBTI de la sociedad”.

Como indica el estudio, la atracción homosexual y la diversidad de géneros siempre han existido y nada podrá cambiarlo, no importa cuántas leyes represivas se aprueben, cuántas personas LGBT sean violadas, asesinadas, encarceladas, expulsadas ​​de sus escuelas o desalojadas ​​de sus hogares.

En lugar de tratar de «eliminar» a las personas LGBTI, ¿por qué no empezar a tomar medidas para erradicar la violencia y la discriminación que padecen?

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad de la autora y no representan necesariamente las de IPS – Inter Press Service, ni pueden atribuírsele.

Editado por Kitty Stapp / Traducido por Álvaro Queiruga

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