Comunidad hondureña dice adiós a las velas y a la energía sucia

Una pequeña comunidad de pescadores del litoral atlántico de Honduras llamada Plan Grande se ha convertido en un referente en el manejo de la energía renovable, al desarrollar sus propios protocolos de consumo y de conservación del bosque.
Vista desde el mar Caribe de la aldea de Plan Grande, en el norteño departamento de Colón, en Honduras, a la que se llega desde Tegucigalpa tras 10 horas de accidentado camino en automóvil y luego en lancha. La pequeña comunidad de pescadores se ha convertido en un ejemplo de gestión energética sostenible. Crédito: Thelma Mejía/IPS

Una pequeña comunidad de pescadores del litoral atlántico de Honduras se ha convertido en un referente en el manejo de la energía renovable, al desarrollar sus propios protocolos de consumo y de conservación del bosque, dejando atrás las velas y la energía sucia y costosa, de la que disponían solo tres horas a la semana.

Se trata de Plan Grande, una aldea del municipio de Santa Fe, en el norteño departamento de Colón, al que se llega solo por mar. Antes, hay que recorrer unos 400 kilómetros en automóvil desde Tegucigalpa por intrincados caminos hasta la comunidad de Río Coco, ya en la costa caribeña. Allí se aborda, al día siguiente, una lancha que en 20 minutos lleva al poblado.

Son las seis de la mañana y el sol comienza a despuntar. El mar está en calma y es propicio para navegar, explican los lancheros, mientras relatan que en esas aguas antes se veían manatíes pero se extinguieron con el paso del tiempo, en lo que atribuyen al deterioro del ambiente.

Plan Grande, con unos 500 habitantes, aparece recostada en las faldas de unos grandes farallones que miran al mar Caribe.

Durante el trayecto se divisa a lo lejos unas gaviotas en pleno vuelo así como el retorno de los pescadores en sus cayucos y pequeños botes luego de faenar en el mar durante la noche. Otros han optado por faenar en barcos pesqueros de mayor escala que los tiene ausentes por ocho meses.

La pesca y la agricultura son las únicas fuentes de trabajo en esta localidad. De ahí la importancia de la electricidad. Antes, al no poder refrigerar sus capturas, las tenían que vender rápido y a bajo costo.

“El espacio para negociar era muy limitado, perdíamos parte de nuestro esfuerzo”, dijo a IPS el líder comunitario Óscar Padilla, gran impulsor de los cambios en Plan Grande.

En 2004, entrado ya el siglo XXI lograron tener energía eléctrica por primera vez, con apoyo de la cooperación española.  Fue energía térmica y por eso, dicen sonriendo, era “luz a medias”,  ya que por tres horas a la semana de alumbrado público pagaban en promedio entre 13 y 17 dólares por vivienda.

Óscar Padilla, líder de la comunidad de Plan Grande y principal gestor de que la electricidad llegara finalmente a la comunidad entrado el siglo XXI. El manejo sostenible y solidario de su energía renovable ha transformado esta aldea de pescadores del norte atlántico de Honduras. Crédito: Thelma Mejía/IPS
Óscar Padilla, líder de la comunidad de Plan Grande y principal gestor de que la electricidad finalmente a la aldea, entrado el siglo XXI. El manejo sostenible y solidario de su energía renovable ha transformado esta aldea de pescadores del norte atlántico de Honduras. Crédito: Thelma Mejía/IPS

“No teníamos para más, solo alumbrado público, sin televisor ni refrigeradora porque los costos se nos disparaban. Los productos no se podían mantener con hielo mucho tiempo y los lácteos y las carnes se nos arruinaban”, acotó Padilla, de 65 años.

Pero en 2011 los pobladores de Plan Grande optan por la energía hídrica luego de la visita de técnicos del Programa de Pequeñas Donaciones (PPD), promovido por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Ellos llegaron con la propuesta de una planta hidroeléctrica comunitaria para que aprovecharan el recurso de agua en su zona.

La comunidad en pleno se integró a la propuesta y elaboró su propio proyecto de energía renovable y de sostenibilidad. Con 30.000 dólares donados por el PPD y la cooperación de la Agencia Alemana de Cooperación Internacional y la Fundación Hondureña de Investigación Agrícola,  la luz permanente se hizo posible y Plan Grande renunció a las velas y a la energía térmica.

“La vida nos cambió y ahora tenemos electricidad las 24 horas del día y podemos tener refrigeradora, ‘freezer (congelador)’, ventilador y hasta televisor, pero eso sí, haciendo un uso adecuado con medidas de control que nos hemos impuesto y todos cumplen, relató a IPS el joven Edgardo Padilla.

“Si no, la demanda energética se dispara y vamos a tener problemas otra vez”, explicó este pescador de 33 años, responsable de administrar la mini central hidroeléctrica de la aldea.

Edgardo Padilla, quien administra el uso de la pequeña central hidroeléctrica, explica cómo opera el proceso y las reglas que han establecido para hacer un uso racional del consumo y distribución de la electricidad en Plan Grande, una comunidad de pescadores de la costa atlántica de Honduras. Crédito: Thelma Mejía/IPS
Edgardo Padilla, quien administra el uso de la pequeña central hidroeléctrica, explica cómo opera el proceso y las reglas que han establecido para hacer un uso racional del consumo y distribución de la electricidad en Plan Grande, una comunidad de pescadores de la costa atlántica de Honduras. Crédito: Thelma Mejía/IPS

Esas medidas o protocolos de uso y racionamiento de electricidad incluyen un horario para ver telenovelas, refrigerar los productos o usar los ventiladores, por ejemplo. De 10 de la noche a seis de la mañana, se activan los congeladores para refrigerar, porque es cuando baja el consumo, detalló.

“En este momento, el uso del aire acondicionado está prohibido porque gasta mucha electricidad; los focos de luz deben ser ahorrativos y los freezers también”, acotó Edgardo Padilla, tras señalar que otra política aplicada es la transparencia y la rendición de cuentas.

El cambio de la fuente de energía ha traído ventajas enormes. “Antes pagábamos 360 lempiras (17 dólares) por tres horas a la semana y ahora 100 lempiras (cuatro dólares) por 24 horas de energía”, puntualizó el joven.

Los pobladores de Plan Grande desarrollaron también una tarifa diferenciada de cobros. Los que tienen refrigeradora, ventilador, computadora y congelador pagan una tarifa de 11 dólares,  lo que tienen solo ventilador y televisor la tienen de seis y los que tienen solo bombillos o lámparas pagan solo cuatro dólares.

La mini central hidroeléctrica de Plan Grande se encuentra a 2,5 kilómetros del centro del poblado por senderos de herradura que se transitan a pie, en medio de un bosque de 300 hectáreas que rodea el río Matías, de donde se abastecen. La central genera 16,5 kilovatios hora de electricidad.

Los habitantes de Plan Grande han desarrollado también un proyecto de conservación para preservar las fuentes de agua y han instalado cámaras de monitoreo para detectar si alguien llega a talar los árboles o para identificar el tipo de fauna con que cuentan.

Belkys García es la responsable del vivero de Plan Grande, destinado a reforestar la cuenca del río Matías, que abastece la minirrepresa de la aldea y a cultivar árboles frutales y maderables para generar ingresos para la aislada comunidad de pescadores, situada en el norte caribeño de Honduras. Crédito: Thelma Mejía/IPS
Belkys García es la responsable del vivero de Plan Grande, destinado a reforestar la cuenca del río Matías, que abastece la minirrepresa de la aldea y a cultivar árboles frutales y maderables para generar ingresos para la aislada comunidad de pescadores, situada en el norte caribeño de Honduras. Crédito: Thelma Mejía/IPS

Belkys García es la responsable de manejar un vivero que crearon hace un año para reproducir árboles maderables, de pino y otras especies, que permitan regenerar el bosque y preservar el verdor de la comunidad. Ella organiza las brigadas de mantenimiento y reforestación en la que están involucrados todos los pobladores.

“Si alguien no viene el día que le toca la limpieza y mantenimiento del vivero o limpiar las calles y los senderos que conducen a la represa, tiene que pagar ese día de trabajo”, dijo García a IPS mientras regaba unos pequeños árboles maderables.

“Aquí todos nos organizamos y con el vivero queremos también incursionar como emprendedores en otros rubros que nos generen ingresos como el rambután (Nephelium lappaceum )”, detalló la joven de 27 años.

La población de Plan Grande es mestiza y ladina, pues el municipio de Santa Fe es una zona eminentemente garífuna, una de los siete pueblos originarios hondureños. El alcalde de Santa Fe, el garífuna Noel Ruíz, se enorgullece de esta comunidad. “Es un modelo a nivel nacional del buen uso de la energía limpia”, aseguró a IPS.[related_articles]

“Invertir aquí vale la pena, es una comunidad comprometida y sus líderes saben rendir cuentas, creen en la transparencia y aman la naturaleza, tres cosas que no se encuentran con mucha facilidad”, subrayó con orgullo este alcalde de 44 años, reelecto por segunda vez.

“Esta gente está feliz pues mientras el país presenta problemas de energía, ellos no los tienen, han entendido que existe una relación entre conservar la naturaleza y el bienestar humano”, añadió Ruíz, que es ingeniero agrónomo.

Honduras, con 8,8 millones de personas, tiene una demanda energética estimada en unos 1,375 megavatios por hora. Sesenta por ciento de ella la genera la estatal Empresa Nacional de Energía Eléctrica y el resto la adquiere de empresas privadas o la importa mediante la interconexión con otros países centroamericanos.

La generación de energía proviene de cuatro fuentes: hidráulica, térmica, la mayor, eólica y biomasa. Hasta el 2010 la matriz energética del país era 70 por ciento térmica y 30 por ciento renovable. Pero desde 2013 esta tendencia empezó a revertirse y ahora la energía térmica representa 51 por ciento del total, mientras el resto es renovable.

De momento, la aldea de Plan Grande está siendo un ejemplo de uso racional y conservación de la energía renovable, al grado que esta aislada comunidad ya cuenta con una panadería.

“De niña nunca imaginé que un día cambiaría la candela (vela) por un foco (lámpara) de luz. ¡Cómo hemos cambiado!”, exclamó a IPS todavía admirada Julia Baños, una lugareña de 55 años.

Este reportaje forma parte de una serie concebida en colaboración con Ecosocialist Horizons

Editado por Estrella Gutiérrez

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