Crisis en Brasil arruina infraestructura en construcción

Parte del Astillero Atlántico Sur, el mayor de los instalados en el Puerto de Suape, en el estado de Pernambuco, en el nordeste de Brasil, donde ya se construyeron buques petroleros, después de un lento arranque que amenazó con poner fin al proyecto. Crédito: Mario Osava/IPS
Parte del Astillero Atlántico Sur, el mayor de los instalados en el Puerto de Suape, en el estado de Pernambuco, en el nordeste de Brasil, donde ya se construyeron buques petroleros, después de un lento arranque que amenazó con poner fin al proyecto. Crédito: Mario Osava/IPS

Además de desequilibrios macroeconómicos, como la caída del producto interno y las altas tasas de inflación y déficit público, Brasil soporta pesadas pérdidas por la paralización de muchos proyectos petroleros y logísticos.

Gran parte de la infraestructura en construcción respondería a un ciclo que se agotó, el de la demanda y precios de materias primas en alza.

La desaceleración económica de China golpeó muy especialmente al mineral de hierro, cuyos precios cayeron más de 60 por ciento desde 2013. En consecuencia difícilmente serán viables varios yacimientos mientras perdure ese cuadro, igual que dos ferrocarriles en construcción en el Nordeste de Brasil y ahora de incierta conclusión.

El Ferrocarril Oeste-Leste (Fiol), diseñado para cruzar el estado de Bahia y alcanzar áreas productoras de soja, depende de que entre en operación una mina de hierro en Caetité, a 380 kilómetros en línea recta desde Ilheus, la ciudad costera donde se instalaría un puerto exportador.

Situación similar enfrenta la línea ferroviaria Transnordestina, más al norte, que unirá otra zona minera y agrícola a dos puertos ya operativos. “Pero la mina allá ni siquiera existe aún”, ironizó Newton de Castro, profesor en la Universidad Federal de Río de Janeiro.

“El mineral malo, con bajo tenor de hierro, sale del mercado cuando disminuye la demanda, afectando los ferrocarriles que lo transportarían”, explicó a IPS este ingeniero con doctorado en sistemas de transporte, crítico de los “malos proyectos” que proliferaron en Brasil en los últimos años, para suplir una supuesta carencia de infraestructura.

Las dudas sobre la viabilidad de la mina de Caetité contaminaron el Porto Sul, donde llegaría el Fiol. La construcción de ese megaproyecto portuario aún no comenzó y la del propio ferrocarril está paralizada y fue excluida del plan gubernamental para ampliación de las vías de transporte.

La línea Transnordestina avanzó algo más, favorecida por la existencia de los dos  puertos de destino que son también complejos industriales: Suape en el nordestino estado de Pernambuco y Pecém en el más norteño estado de Ceará.

Pero el yacimiento de hierro y otros minerales para el que se construyeron está abandonado desde la quiebra de su dueño, antes conocido como el hombre más rico de Brasil, Eike Batista.

Otro gran proyecto, la duplicación del Ferrocarril de Carajás, de la principal empresa minera del país, Vale, tiene mejor suerte. “Transportará mineral de excelente calidad y su costo será bajo, ya que se trata de ampliar una infraestructura ya existente”, evaluó Castro.

La coyuntura de menor demanda y bajos precios “sacará del mercado las minas de costosa explotación y las pequeñas empresas mineras”, favoreciendo el predominio de las grandes, como Vale, la anglo-australiana RioTinto y la británica AngloAmerican.

Brasil es el segundo productor y exportador mundial de hierro detrás de Australia, y Vale la mayor productora del mineral, que tiene como principal mercado a China.

Los puertos también sufrirán contenciones en su proceso de multiplicación y ampliación a lo largo de las costas brasileñas, no solo por el bajón minero. En su contra juega principalmente la crisis petrolera en Brasil, debido al hundimiento de precios y principalmente al escándalo de corrupción que golpea al grupo estatal Petrobras.

El drástico recorte de las inversiones de Petrobras abate el programa oficial de desarrollo de una amplia industria naval, que comprendía decenas de astilleros distribuidos a lo largo de la costa brasileña, para producir buques, plataformas, sondas y otros equipos de exploración y producción petrolera en aguas profundas costa afuera.

 

La línea férrea de Carajás, que une la región donde se encuentra un nuevo y gran yacimiento de hierro de la empresa Vale y el puerto Ponta Madeira, en la nororiental ciudad brasileña de São  Luis, a su paso por  un poblado del estado de Maranhão. Esa red va a ser ampliada y renovada, dentro de uno de los proyectos que no se han caído con la actual crisis en el país. Crédito: Mario Osava/IPS
La línea férrea de Carajás, que une la región donde se encuentra un nuevo y gran yacimiento de hierro de la empresa Vale y el puerto Ponta Madeira, en la nororiental ciudad brasileña de São Luis, a su paso por un poblado del estado de Maranhão. Esa red va a ser ampliada y renovada, dentro de uno de los proyectos que no se han caído con la actual crisis en el país. Crédito: Mario Osava/IPS

La crisis provocó el despido de decenas de miles de obreros y la suspensión de las obras de muchos astilleros y sus áreas portuarias. Solo la empresa naval Enseada, contratada para hacer seis buques-sonda para Petrobras hasta 2020, al costo de 4.800 millones de dólares, despidió casi todos sus 7.000 trabajadores desde 2014.

Su planta quedó inconclusa, con 82 por ciento de la obra hecha, sin utilidad. Otros elefantes blancos similares suman un desperdicio gigantesco de recursos, cuya recuperación parece poco probable.

“El programa tenia bases irrealistas, la crisis penaliza inversiones mal hechas y equivocadas”, sentenció Adriano Pires, economista especializado en planificación energética y director del Centro Brasileño de Infraestructura, una empresa de consultoría.

El grueso del petróleo descubierto en Brasil está en yacimientos debajo del océano Atlántico. El entusiasmo por crear una industria nacional de equipos nació del descubrimiento en 2006 de grandes reservas de petróleo bajo una gran capa de sal en el fondo del mar, en profundidades cercanas a 5.000 metros, conocido como presal.

Las dificultades de aprovechar esa riqueza exigen mucha tecnología, embarcaciones y grandes y complejos aparatos. El gobierno, entonces presidido por Luiz Inácio Lula da Siolva (2003-2010), adoptó un régimen de explotación fuertemente estatal en que Petrobras asume un rol dominante.[related_articles]

Además se decidió imponer índices de contenido nacional en los equipos utilizados, situados en torno a 60 por ciento, para impulsar su producción local. Proliferaron entonces las plantas de industria naval.

“Fue una ilusión. La reserva de mercado no incentivó la eficiencia, sino el despilfarro, además de favorecer la corrupción”, sostuvo Pires a IPS.

“La recuperación será lenta y difícil, habrá que revisar todo y requerirá de un gobierno con credibilidad, al contrario del actual. Exigirá un marco regulatorio que ofrezca seguridad jurídica para atraer inversiones”, acotó el experto, un declarado opositor del actual gobierno de la presidenta Dilma Rousseff, en el poder desde el primer día de 2011.

“Petróleo e infraestructura” son los sectores que pueden impulsar una recuperación del crecimiento económico, superando la recesión vigente desde el año pasado, opinó.

Entre los analistas hay incluso dudas sobre la viabilidad económica de la explotación del petróleo presal con el precio actual, inferior a 50 dólares el barril. “Eso no se evalúa por el precio del momento, sino a largo plazo, y estimo que el barril volverá a cotizarse entre 60 y 70 dólares dentro de cinco años”, previó Pires.

Contrastando con los sectores petrolero, minero y ferrocarrilero, el campo de la electricidad se salva de la ola de proyectos frustrados y obras desperdiciadas.

“En Brasil hay demanda reprimida, eso exige expansión del sistema eléctrico a largo plazo, necesidad que no desaparece por la recesión, así haya dos años de desaceleración económica. Se puede como máximo postergar algunas metas”, destacó André Lucena, profesor de Planificación en la Universidad Federal de Rio de Janeiro.

En este país de 202 millones de personas, “el consumo por persona de electricidad es bajo en comparación con países desarrollados, por eso tiende a crecer, por ejemplo por la incorporación de nuevos equipos eléctricos y electrónicos en los hogares”, explicó a IPS. Por eso nuevas centrales hidroeléctricas y térmicas nunca serán inútiles.

Además el suministro estable de electricidad necesita excedentes, “cierta capacidad ociosa hace parte del mecanismo de operación del sistema, es benéfico”, realzó.

Cotidianamente hay “picos de consumo” que el sistema debe atender, para evitar apagones. No se puede basar la generación y la distribución eléctrica por el promedio.

En Brasil predomina la generación hídrica, que es barata y por ello se mantiene en operación siempre que haya agua suficiente. Atiende cerca de dos tercios de la capacidad instalada en el país.

Las termoeléctricas, movidas por derivados de petróleo, gas o carbón, producen electricidad más cara y solo se activan cuando hace falta complementar la hidroelectricidad. “Se construyen para quedar ociosas la mayor parte del tempo, pero no son inútiles”, concluyó Lucena.

Editado por Estrella Gutiérrez

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