Las aflatoxinas envenenan el comercio y la salud de África

El técnico laboratorista Herbert Mtopa recoge muestras biológicas en una clínica de Zimbabwe para evaluar la exposición de las mujeres y los niños a las aflatoxinas. Crédito: Busani Bafana / IPS
El técnico laboratorista Herbert Mtopa recoge muestras biológicas en una clínica de Zimbabwe para evaluar la exposición de las mujeres y los niños a las aflatoxinas. Crédito: Busani Bafana / IPS

La contaminación por aflatoxinas es un problema creciente para el comercio, la seguridad alimentaria y la salud en África subsahariana, donde los pequeños agricultores no tienen los recursos necesarios para proteger a sus cosechas.

Las aflatoxinas son tóxicos cancerígenos producidos por ciertos hongos de moho verde que se producen naturalmente en la tierra y que se convirtieron en un grave contaminante de alimentos básicos africanos, incluido el maíz, la yuca, el sorgo, el ñame, el arroz, el maní y las castañas de cajú.[pullquote]3[/pullquote]

El Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias (IITA, en inglés), una organización sin fines de lucro con sede en Nigeria, realiza investigación pionera en la reducción de la contaminación por micotoxinas en este continente.

Según los investigadores del IITA, la exposición a las micotoxinas es un obstáculo para la salud y el bienestar de la población de África, donde se confirmaron altos niveles de contaminación por aflatoxinas. Muchos pequeños agricultores no logran impedir la contaminación durante la producción y el almacenamiento de sus cosechas porque carecen de métodos rentables para controlarla.

África subsahariana pierde anualmente más de 450 millones de dólares en el comercio de maíz y maní, entre otros cultivos, por las aflatoxinas, explicaron los investigadores a IPS. Mucha gente, sin saberlo, consume alimentos contaminados, con el consiguiente gasto para la salud pública, en una región cuyos centros sanitarios están saturados.

Las toxinas presentes en África están vinculadas a la inmunodepresión, al cáncer hepático y al retraso en el crecimiento de niños y niñas. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) confirma que 40 por ciento de la población infantil en la región tienen crecimiento retrasado o baja altura para su edad, lo que puede asociarse a un desarrollo cerebral reducido.

Las altas temperaturas y las condiciones de sequía favorecen el crecimiento de los hongos. Las malas prácticas agrícolas y la inseguridad alimentaria de muchas personas en la región aumentan su exposición a la contaminación por aflatoxinas.

Además, el alto contenido de humedad en el suelo atribuido a las lluvias fuera de temporada como consecuencia de la variabilidad del clima también aumenta la contaminación durante la cosecha.

«Está previsto que el cambio climático tendrá un profundo efecto de  contaminación por aflatoxinas de los cultivos. En consecuencia, toda reducción en el nivel de precipitación o incremento de la temperatura… agravará el problema», advierte el científico Joao Augusto, del IITA.

El alto nivel de las aflatoxinas en el maní de Malawi afectó las exportaciones de ese país. Crédito: Busani Bafana / IPS
El alto nivel de las aflatoxinas en el maní de Malawi afectó las exportaciones de ese país. Crédito: Busani Bafana / IPS

En 2009, el IITA, la Fundación Africana por las Tecnologías Agrícolas y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos –  Servicio de Investigación Agrícola desarrollaron una tecnología autóctona de control biológico, llamada AflaSafe, para mitigar la contaminación por aflatoxinas en el maíz y el maní.

AflaSafe es una mezcla de cuatro cepas no productoras de aflatoxinas del hongo de moho verde – Aspergilllus flavus – de origen nativo. Al diseminarse por el campo, el producto crece y evita que las cepas productoras de toxinas colonicen, se multipliquen y contaminen los cultivos.

La investigación para controlar la aflatoxina en África se inició por primera vez en Nigeria, donde AflaSafe es hoy un producto comercial registrado. Otros productos, específicos para cada país, se han desarrollado e introducido en Burkina Faso, Gambia, Kenia, Senegal y Zambia.

En los seis países donde se probaron productos de control biológico desde 2008 hasta la fecha, se logró hasta 99 por ciento de reducción en la contaminación por aflatoxinas con el uso de AflaSafe en los campos de maíz y maní.

«Los beneficios del… AflaSafe para mitigar la contaminación por aflatoxinas es mucho mayor que su costo», aseguró Julieta Akello, patóloga e integrante del equipo del IITA en Zambia.

El maíz, un producto básico de África austral, es vulnerable a las aflatoxinas si no se seca y almacena de forma adecuada. Crédito: Busani Bafana / IPS
El maíz, un producto básico de África austral, es vulnerable a las aflatoxinas si no se seca y almacena de forma adecuada. Crédito: Busani Bafana / IPS

«La exposición a las aflatoxinas mediante el consumo de alimentos contaminados se debe a una combinación de ignorancia, pobreza e incumplimiento de las normas por parte de los gobiernos”, afirmó.

En el mundo, las aflatoxinas son una amenaza conocida que se combate con inversión en los controles de seguridad de los alimentos. Los pequeños agricultores en África recurren a métodos tradicionales de almacenamiento y al uso de pesticidas para prevenir los gorgojos. Pero estos métodos no son a prueba de plagas y por eso se pierde gran parte de la cosecha almacenada cuando más se necesita.

En Zimbabwe, investigadores de la Universidad de Zimbabwe y la organización Acción contra el Hambre trabajan en dos localidades para ver si la mejora en el almacenamiento puede reducir la contaminación en el grano de maíz.[related_articles]

La investigación de dos años, con el apoyo del programa Cultivar el Futuro de África, una iniciativa financiada por el canadiense Centro de Investigaciones para el Desarrollo Internacional y el  Centro Australiano de Investigación para la Agricultura Internacional, también evaluará los niveles de exposición en mujeres y niños.

El proyecto emplea silos metálicos y bolsas de plástico grueso para que el maíz se almacene en condiciones herméticas.

Los agricultores en África subsahariana carecen de equipos de secado, y la mayoría mantiene sus cosechas de maíz y maní en los campos para secarlas antes de la cosecha. A veces, la almacenan antes de que estén totalmente secas, lo que las hace vulnerables a las aflatoxinas.

Las exportaciones de productos agrícolas africanos, en particular del maní, cayeron hasta 20 por ciento en las últimas dos décadas porque no cumplieron con las normas de la Unión Europea (UE) sobre niveles de aflatoxinas en los alimentos para el consumo humano.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, solo 15 países africanos aplicaban límites reglamentarios a las aflatoxinas en 2013.

En Zambia, por ejemplo, casi 100 por ciento de las marcas de mantequilla de maní analizadas en los supermercados y mercados locales entre 2012 y 2014 superaban el nivel permitido de aflatoxinas de 20 partes por billón (ppb). Asimismo, menos de 30 por ciento de la harina de maní tenía niveles inferiores a los cuatro 4 ppb que fija la UE.

En Kenia, considerado el país más afectado por las aflatoxinas en África oriental, unas 200 personas murieron tras comer maíz contaminado entre 2004 y 2006. Aproximadamente dos millones de sacos de maíz fueron declarados no aptos para el consumo humano debido a su elevado nivel de aflatoxinas en 2010.

Gambia, Malawi, Mozambique, Senegal y Zambia, que en el pasado fueron exportadores netos de maní, perdieron los lucrativos mercados de la UE, Estados Unidos y Sudáfrica debido a las aflatoxinas en sus productos básicos, explicó Augusto, de la IITA.

La investigadora Chapwa Kasoma, de Zambia, advierte que si no se controla la contaminación por aflatoxinas podría retardarse el desarrollo en África subsahariana.

«Si queremos superar la pobreza en todas sus formas, combatiendo no solo la insuficiencia de alimentos, sino también abordando toda forma de desnutrición, entonces debemos estar preocupados. Siendo potentes carcinógenos, las aflatoxinas son claramente un problema de nutrición”, advirtió Kasoma, que también trabaja como supervisora para la empresa agroquímica DuPont Pioneer.

Traducido por Álvaro Queiruga

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