La desertificación obliga a luchar o a huir

La región semidesértica del Sahel en Níger. Los nutrientes obtenidos del pescado que se captura durante la estación lluviosa pueden marcar una diferencia en la vida de las personas más vulnerables, en particular si lo pueden secar y almacenar bien para consumirlo a lo largo del año. Crédito: FAO
La región semidesértica del Sahel en Níger. Los nutrientes obtenidos del pescado que se captura durante la estación lluviosa pueden marcar una diferencia en la vida de las personas más vulnerables, en particular si lo pueden secar y almacenar bien para consumirlo a lo largo del año. Crédito: FAO

“Después de unos años sin lluvias, algunos vecinos alegaron que nuestros árboles consumían demasiada agua subterránea y los cortamos”, recordó María, una madre soltera de la central región de Bangalala, en Tazania

“Nuestra cosecha cayó y mi madre cerró su puesto en el mercado local. Mi padre y yo nos mudamos al valle del río Ruvu Mferejini”, prosiguió María, cuya terrible historia presenta como ejemplo la entidad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que lucha para combatir la desertificación.[pullquote]3[/pullquote]

“Mi hermano tuvo que abandonar la escuela para ayudar a la familia. Buscó trabajo, pero ganaba muy poco. Mi madre se quedó en Bangalala para que mi hija pudiera ir a la escuela porque en el valle no hay”, apuntó.

“Pero ahí, también perdí mis cultivos, y a principios de este año me volví a mudar, pero dejé a mi padre. Espero poder cultivar mucho más, pues estoy segura de que las personas que dejé con mi padre también tendrán que mudarse”, añadió María.

“¿Cuándo se va a terminar tanta mudanza? No puedo pagarlo más”, se lamentó.

Su caso no es el único, hay muchas mujeres en su misma situación en la provincia sudanesa de Darfu, en Malí, Chad o, incluso, Afganistán, antes de que los conflictos locales por agua o tierras se transformaran en guerras civiles, violencia sexual o genocidio, señala el último informe de la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (UNCCD).

“Tampoco la situación es única de África subsahariana, donde medio millón de habitantes viven en el medio rural y la mayoría dependen de sus tierras, lo que hace que la desertificación sea una amenaza constante a su subsistencia”, alerta el estudio “Desertificación, esa invisible línea de frente”.

En el mundo, más de 1.500 millones de personas dependen de tierras que se degradan y 74 por ciento de ellas, como María, son pobres, detalla la UNCCD, con sede en Bonn.

La desertificación es una crisis silenciosa e invisible que desestabiliza a comunidades en todo el mundo, señala la convención, en la que 169, de los 194 estados partes, declararon sufrir las consecuencias del fenómeno.

“Los efectos del cambio climático atentan contra distintos modos de subsistencia, lo que genera enfrentamientos interétnicos dentro y entre los estados, y los países frágiles se arman para controlar la situación”, alerta el documento.

Los efectos de la desertificación se sienten cada vez más a escala global, pues las víctimas se vuelven refugiados, desplazados internos y se ven obligados a emigrar o se radicalizan en conflictos avivados por la escasez de recursos, explica.

“Si pretendemos restablecer la paz, la seguridad y la estabilidad internacional en un contexto en el que eventos climáticos variables amenazan el sustento de un número creciente de personas, en el que disminuyen las posibilidades de supervivencia y en el que se sobrecargan las capacidades estatales, entonces debemos hacer más para combatir la desertificación, revertir la degradación del suelo y mitigar los efectos de la sequía”, subraya el documento.

De lo contrario, muchos pequeños agricultores pobres y comunidades dependiente de la tierra deberán hacer frente a dos posibilidades: luchar o huir.

Hasta 30 por ciento de las tierras del planeta experimentan la desertificación

Por su parte, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima que la desertificación afecta a entre 25 y 30 por ciento de la superficie de la tierra, y alrededor de 1.200 millones de personas en por lo menos 100 países están en riesgo.

Además, la pérdida de productividad asciende a 42.000 millones de dólares o es la causa del suministro de asistencia. El grado de desertificación aumenta, aunque varía de una región a otra, según el PNUMA.

En la zona de Yibo, en Burkina Faso, se presenta el plantio en la tierra antes de plantarlo. Crédito: Giulio Napolitano/FAO
En la zona de Yibo, en Burkina Faso, se presenta el plantio en la tierra antes de plantarlo. Crédito: Giulio Napolitano/FAO

“África, con alrededor de 66 por ciento de sus tierras desiertas o secas, sufre particularmente la desertificación. Ya hubo hambrunas a gran escala en la región del Sahel, lo que obligó a los habitantes de la región a emigrar en busca de tierras más hospitalarias”, añadió.

La desertificaicón obedece al excesivo cultivo, pastoreo o a prácticas de riesgo inadecuadas y a la deforestación. Esas actividades son consecuencia de la mala gestión de la tierra, derivada de malas condiciones socioeconómicas que sufren los agricultores.

“Solo 7.800 millones de hectáreas sirven para producir alimentos en el mundo”, indicó Monique Barbut, secretaria ejecutiva de la UNCCD.

“Alrededor de 2.000 millones de hectáreas ya están degradadas y de esas, 500 millones quedaron totalmente abandonadas. Pero se puede recuperar su fertilidad para usarlas en el futuro”, precisó.[related_articles]

Al obtener 99,7 por ciento de las calorías que consumismos de la tierra, la degradación del suelo amenaza nuestra seguridad alimentaria, subrayó Barbut.

“Pero sus efectos son especialmente duros para las personas más pobres que dependen directamente de la tierra para obtener alimentos, empleo y agua. Cuando ya no pueden producir, no tienen más opción que emigrar o luchar por lo poco que les queda”, explicó.

“A menos que cambiemos de estrategia, cuando aparezca la sequía y las lluvias fallen, el futuro de 400 millones de agricultores africanos que dependen de la agricultura de secano de subsistencia, por ejemplo, correrá peligro”, escribió en una columna para IPS.

La agricultura de secano representa más de 95 por ciento de las tierras cultivadas de África subsahariana. Y solo la escasez de agua podría costarle a algunas regiones alrededor de seis por ciento del producto interno bruto, estimó.

“A menos que cambiemos de estrategia, las personas tendrán que decidir si sobrellevan el desastre causado por la sequía y luego se reconstruyen o, sencillamente, se van”, resumió.

“Es una suerte de locura que obliguemos a nuestra gente a tomar esa decisión tan difícil”, observó Barbut.

La inseguridad alimentaria aviva conflictos

En 2008, la inseguridad alimentaria causó conflictos en unos 30 países, según la UNCCD. Pero son las comunidades rurales, como la de Bengalala, que dependen de la agricultura de secano, las que contribuyen a la seguridad alimentaria.

El sustento de unas 2.000 millones de personas en el mundo depende de 500 millones de pequeños agricultores.

“La desertificación no siempre deriva en conflictos. Pero es un amplificador de desplazamientos, de migraciones forzadas, de la radicalizacón, del extremismo y de la violencia”, advierte.

La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos considera al cambio climático como el gran desafío por los conflictos que puede causar debido a los refugiados o a los recursos, por el sufrimiento derivado de la sequía y el hambre, los desastres naturales y la degradación del suelo en todo el mundo, recuerda.

Por ello, “invertir en soluciones prácticas que transforman la vida de las personas y reducen la vulnerabilidad de las comunidades, como la de María, será más barato y mejor que invertir en muros, guerras y asistencia”, añadió.

Traducido por Verónica Firme

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