La alimentación escolar transforma su receta en América Latina

Tito Díaz, coordinador subregional de la FAO en Mesoamérica, durante su exposición en uno de los paneles del encuentro “La Alimentación Escolar como estrategia para el alcance de los Objetivos de Desarrollo, que se celebró en San José de Costa Rica del 20 al 22 de marzo. Crédito: Diego Arguedas Ortiz/ IPS

Sunita Daniel recuerda claramente cómo eran los programas de alimentación escolar en su natal Santa Lucía hasta hace un par de años: menús con comidas procesadas, productos importados y poca integración con las comunidades cercanas.

Todo esto cambió después de que la santalucense visitó Brasil, en 2014, y conoció el sistema brasileño que prioriza una atención continua, dietas balanceadas e integración con la agricultura familiar de cada localidad.

“Cuando regresé, le dije a mi gobierno: este es un buen ejemplo de algo que podemos hacer nosotros”, dijo Daniel, quien entonces era  jefa de planificación del Ministerio de Agricultura de su país.

Ahora, el pequeño Estado insular del Caribe prioriza las compras a productores locales, especialmente aquellos dedicados a la agricultura familiar, y trabaja en mejorar las dietas que reciben los escolares en los diferentes centros.

El caso de Santa Lucía no es único. Una nueva generación de programas de alimentación escolar que combinan nutrición saludable, compras públicas a agricultura familiar e integración social está transformando comedores y comunidades por la región de América Latina y el Caribe.

Estos proyectos toman como referencia la experiencia del Programa Nacional de Alimentación Escolar de Brasil, un amplio programa estatal que maduró por años y ahora se ubica en el corazón de un proyecto regional, impulsado por el gobierno brasileño.

Actualmente, el proyecto regional busca fortalecer la alimentación escolar en 13 países latinoamericanos y caribeños, mediante la cooperación triangular Sur-Sur que recibe el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Delegados de los países participantes en la iniciativa, de la FAO y del gobierno brasileño se dieron cita en la capital costarricense entre el lunes  20 y el miércoles  22  para participar en el encuentro “La Alimentación Escolar como estrategia para el alcance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”, los ODS, y compartir sus experiencias.

“Este tipo de talleres fortalecen a todos. Al propio programa de Brasil, fortalece a los países y a los gobiernos. De verdad, funciona como una retroalimentación para inspirar el cambio”, explicó Najla Veloso, coordinadora regional del Proyecto de Fortalecimiento de los Programas de Alimentación Escolar en América Latina y el Caribe.

El sistema brasileño centra su atención en garantizar la cobertura de la alimentación escolar de manera continua y con alimentos de calidad. Los menús utilizan alimentos producidos por agricultores locales y huertas escolares en los propios centros educativos.

“(En Brasil), estamos hablando de ofrecer comida saludable y de manera continua todos los días del ciclo lectivo, alineado con educación alimentaria y nutricional y compras a agricultores familiares”, detalló Veloso a IPS durante el encuentro.

En un país de 208 millones de habitantes, más de 41 millones de estudiantes brasileños reciben una o más comidas en comedores de centros educativos, explicó Veloso, mediante una coordinación del gobierno federal, las autoridades de cada Estado y los representantes municipales.

“En ningún país del mundo se tiene esto”, aseguró la especialista brasileña.

Alumnas de una escuela en una aldea indígena del occidente de Honduras, en el huerto pedagógico donde cultivan y aprenden a la vez sobre la importancia de la alimentación nutritiva y saludable. Honduras tiene desde 2016 una ley que regula un programa de alimentación de nueva generación, donde la nutrición saludable, agricultura familiar de cada localidad y los huertos escolares se dan la mano. Crédito: Thelma Mejía/IPS
Alumnas de una escuela en una aldea indígena del occidente de Honduras, en el huerto pedagógico donde cultivan y aprenden a la vez sobre la importancia de la alimentación nutritiva y saludable. Honduras tiene desde 2016 una ley que regula un programa de alimentación de nueva generación, donde la nutrición saludable, agricultura familiar de cada localidad y los huertos escolares se dan la mano. Crédito: Thelma Mejía/IPS

Con este caso de éxito como referencia, el proyecto de cooperación técnica regional comenzó en 2009 con cinco países, llegó a trabajar con 17 y ahora se mantiene el respaldo a 13 programas de nueva generación, en una iniciativa que está planificado que concluya este año.

Según dijo Veloso, más de 68 millones de escolares de la región, además de los brasileños,  se han beneficiado con los innovados comedores, pero además ha potenciado la articulación con comunidades y agricultores locales.

En la actualidad, el proyecto está presente en Belice, Costa Rica, El Salvador, Granada, Guatemala, Guyana, Honduras, Jamaica, Paraguay, Perú, República Dominicana, Santa Lucía, y San Vicente y las Granadinas.

El proyecto ha rendido diferentes frutos, ha seguido procesos diferentes en cada país y asume diferentes formatos, según las experiencias intercambiadas en San José.

En el caso de Santa Lucía, por ejemplo, las autoridades se aliaron con el sector privado para recaudar fondos y lograron así proveer comida a entre 8.000 y 9.000 escolares de entre 5 y 12 años, dijo Daniel.

En Honduras catalizó un trabajo desde las bases que permitió una articulación orgánica desde los municipios y las escuelas, compartió durante el encuentro Joselino Pacheco, coordinador del programa de Merienda Escolar.

“Nosotros no teníamos una ley de alimentación escolar hasta el año pasado, pero eso no nos detuvo porque nuestro trabajo viene desde la base”, explicó el delegado hondureño.[related_articles]

La ley, promulgada en septiembre de 2016, construyó sobre lo que venía trabajando un programa estatal fundado en 1998, y se respalda en organizaciones sociales que apoyan el proceso y que en parte son respaldadas por el proyecto regional, dijo Pacheco a IPS.

Junto a Honduras, también Bolivia, Brasil y Paraguay cuentan en la región con una ley específica para regular la alimentación escolar.

En el caso del anfitrión Costa Rica, el país ya tenía un programa de alimentación escolar extendido y que brindaba atención continua, por lo que las autoridades decidieron enfocarse  en expandir sus capacidades incluyendo los elementos innovadores a favor de la seguridad alimentaria de la nueva generación de iniciativas.

“Desde el año 2015 se ha desarrollado un programa de apertura de comedores durante el receso de mitad de período y al inicio y final del curso lectivo”, explicó la primera dama costarricense, Mercedes Peñas, una reconocida experta en el tema de desarrollo municipal.

En ese primer año se hizo un plan piloto en 121 comedores ubicados en los 75 distritos más vulnerables y para el 2016, el país amplió la cantidad de comedores y sirvió unos 200.000 platos en los primeros 40 días del curso escolar.

Estas son inversiones que ven frutos en el corto plazo, con una mejor alimentación de los niños, pero también tienen un impacto en la salud pública por décadas, dijo Ricardo Rapallo, coordinador técnico del programa Mesoamérica sin Hambre.

“Todo lo que no trabajemos sobre buenos hábitos alimentarios desde niños, es más complicados cambiarlos después”, apuntó Rapallo.

Lo que pase en los comedores escolares es fundamental para lograr un desarrollo económico, social y ambiental en América Latina, coincidieron los expositores, quienes ven este eje como un vehículo fundamental para alcanzar varios de los 17 ODS, que deben cumplirse para 2030.

“La experiencia de un programa de alimentación escolar, aunado a un programa de compras públicas a agricultura familiar, hace posible la agenda al  2030”, dijo Tito Díaz, coordinador subregional para Mesoamérica de la FAO, durante uno de los paneles del encuentro de tres días.

Un caso icónico emergió del testimonio de Daniel. En Belle Vue, una localidad al suroeste de Santa Lucía, el comedor escolar inspiró a las mujeres de la comunidad y ellas empezaron su propio huerto.

“Ellas llegaron al comedor escolar y dijeron que querían producir. Muchos de ellas tienen niños en las escuelas”, apuntó Daniel, quien ahora ejerce como directora del programa de alimentación escolar en Santa Lucía y como enlace en la materia entre la FAO y la Organización de Estados del Caribe Oriental.

La escuela instaló una guardería para atender a los hijos de las madres que aún no estaban en edad escolar y así ellas pudieron dedicarse al huerto. Gracias a ello, unas 30 madres reciben ahora un ingreso fijo.

Veloso explicó que si bien el proyecto de fortalecimiento cierra este año, están analizando qué necesidades y oportunidades existen para valorar si lanzan una segunda etapa.

Editado por Estrella Gutiérrez

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