Francia: ¿final o prórroga?

Joaquín Roy. Crédito: Cortesía del autor
Joaquín Roy. Crédito: Cortesía del autor

Tras la celebración de la primera vuelta de la preliminar elección presidencial en Francia (una especie de semifinal deportiva), la pareja de candidaturas supervivientes se prepara para la gran final con el fin de convertirse en inquilinos (sin pago de alquiler) del Elíseo.

Los observadores y líderes europeos que aguantaban la respiración ante el ascenso de pretendientes extremos (el Frente Nacional de Marine Le Pen por la derecha y Jean-Luc Mélenchon por la extrema izquierda) recobraron la tranquilidad y se felicitaron por el resultado. Europa se había salvado, de momento, y Francia recobraba una dosis de normalidad.

En vísperas de la gran final del domingo 7 de mayo, uno se debe preguntar por la razón de ese alivio poco disimulado. Hay que tener en cuenta que Le Pen sigue siendo un peligro no solamente para el rumbo que pudiera tomar Francia, sino por el impacto que todavía tiene en la evolución de algunos estados de la Unión Europea. Liliputienses Le Pen merodean en el vecindario.

La explicación de este sentimiento de explícita satisfacción es que se detecta que Le Pen parece que ha tocado techo en su potencial.

Resulta extremadamente sintomático el hecho, verdaderamente excepcional, de que la dirigencia de las instituciones de la Unión Europea (en manos de conservadores) emitieran una declaración de alegría por el resultado, sobre todo por el liderazgo demostrado por Emmanuel Macron (un novato). La neutralidad se rompió en esta ocasión y se tradujo en una expresión de apuesta en la segunda vuelta.

La cierta tranquilidad existente tiene, sin embargo, una explicación más práctica, basada en la peculiaridad del sistema francés. La distribución del voto en primera vuelta no se debe traducir igual en la segunda. La inclinación del respaldo del “establishment” europeo por Macron no es simplemente una expresión de deseo. Se basa en la naturaleza de la oscilación de los comicios en segunda vuelta.

Para decirlo en términos futbolísticos, Le Pen y Macron se han clasificado en realidad para jugar una prórroga en el mismo partido. La diferencia entre los dos contrincantes es que Macron llega al desempate con el respaldo de algunos “suplentes” que pueden saltar a la cancha y desequilibrar el encuentro. Le Pen ha agotado todas alternativas de refuerzo. Sus jugadores están extenuados. No tiene reservas y ha vaciado los botellines de agua.

En la segunda parte-prórroga se desencadena la fuerza de los votos prestados, que están en el banquillo y que se aprestan a jugar en los minutos decisivos. Los derrotados capitanes de la formación socialista (Benoît Hamon) y la conservadora (François Fillon) han ordenado a sus jugadores que ayuden a Macron.

Le Pen se ha irritado por el silencio de Melenchon (se resiste a apoyar a la extrema derecha) y se ha dirigido insólita y directamente a sus electores de extrema izquierda, implorando su voto. El resultado es que de casi un empate de una quinta parte (entre Macron y Le Pen) para cada uno, en segunda vuelta será de 60 por ciento frente a 40 por cieto. Macron se convertirá en presidente al final de la prórroga.

Los europeístas y franceses razonables siguen respirando tranquilos. Pero ya con un presidente centrista-liberal que comparte rasgos socialdemócratas con la derecha, el escenario electoral francés se trocará geográficamente del Elíseo a poca distancia, en los comicios para la Asamblea legislativa en junio. Como si se tratara de otro campeonato en otra temporada, ahí los votos-jugadores prestados ya no jugarán.

Todas las formaciones habrán descansado y se dedicarán a capturar escaños individuales en cada una de las circunscripciones. Entonces el endiablado sistema francés que había decidido el litigio presidencialista en un sistema mayoritario se transfigurará en uno proporcional, pero solamente en una primera vuelta, si nadie consigue más de 50 por cieto en la primera escaramuza.

Resulta muy difícil predecir cuál será entonces la solidificación del voto a un no-partido centrista-liberal (Macron).[related_articles]

¿Cuál será el estado de los conservadores (con un nuevo “entrenador”, con Fillon esfumado? ¿Quién dirigirá a los socialistas, si su partido sobrevive? En cualquier caso, la distribución del voto legislativo popular puede reflejar aproximadamente el esquema del presidencial en primera vuelta. No se tiene una idea clara en qué se parecerá al de 2012.

Entonces las fuerzas de izquierda consiguieron casi  60 por ciento de los escaños, mientras los conservadores capturaron casi 40 por ciento. Le Pen se tuvo que contentar con solamente dos escaños (menos de 0,5 por ciento), a pesar de haber recibido más de 13 por ciento del voto popular. De nuevo, fue el castigo del sistema en segunda vuelta, repartido entre socialistas y conservadores.

Con la aparición de la nueva formación centrista de Macron, el enigma será si se formaría una coalición con el socialismo superviviente o los conservadores para nombrar un primer ministro.

Se habría producido la “cohabitación”, con un presidente con gran poder ejecutivo y un primer ministro coordinador de la burocracia, respaldado por la Asamblea, de distinto partido. Se reinstalaría la incertidumbre de una nueva desestabilización de la política francesa y una tentación a los desplazados a la extrema izquierda y derecha.

Bruselas contendría nuevamente el aliento

Mientras tanto se habrán celebrado las elecciones en Gran Bretaña, con toda la negociación del “brexit” pendiente. En otoño: otra final: elecciones en Alemania. Y en Italia, Matteo Renzi tentado de seguir la senda de Macron… Europa es cualquier cosa, menos aburrida.

Joaquín Roy es Catedrático Jean Monnet y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami. jroy@miami.edu 

 

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