Una vida sin la amenaza de la violencia para todas y todos

Niñas vestidas con el color naranja de la campaña del activismo para erradicar la violencia hacia las mujeres, se manifiestan en Dar es Salaam, en Tanzania. Un letrero dice: "Absténgase de usar lenguaje ofensivo para mujeres y niñas". Crédito: Deepika Nath/ONU Mujeres
Niñas vestidas con el color naranja de la campaña del activismo para erradicar la violencia hacia las mujeres, se manifiestan en Dar es Salaam, en Tanzania. Un letrero dice: "Absténgase de usar lenguaje ofensivo para mujeres y niñas". Crédito: Deepika Nath/ONU Mujeres

La reacción inicial ante la avalancha de mensajes con la etiqueta #metoo (#yotambién) en todo el mundo ha sido la rabia al constatar la dimensión de los abusos sexuales y la violencia que revelaba. Los millones de personas que se unieron a este “hashtag” nos demostraron lo poco que habían sido escuchadas antes.

Las compuertas cedieron, se dio paso a las conversaciones, se acusó a las personas por su nombre, y la fragilidad de las declaraciones individuales creció con el vigor de un movimiento.

Esta denuncia colectiva ha servido para dar fuerza a aquellas historias que de otro modo no se habrían contado. La violencia sexual en el ámbito privado casi siempre termina por ser la palabra de una persona contra la de otra, en el caso de que siquiera se llegue a hablar de ello.

De hecho, incluso es difícil señalar la violencia sexual en el ámbito público cuando la sociedad no contempla la violación como un delito por parte de los hombres sino como un error de la mujer, y percibe que a esa mujer no hay que hacerle caso.

Estamos viendo cómo la horrible cara de la violencia sale a la luz: los abusos de poder que impiden la denuncia y restan importancia a los hechos, que excluyen o aniquilan a la oposición.

Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres. Crédito: Devra Berkowitz/ UN Photo
Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres. Crédito: Devra Berkowitz/ UN Photo

Estos actos de poder tienen el mismo origen independientemente de que se trate del asesinato de una defensora de los derechos humanos que hace frente a los grandes intereses comerciales en la cuenca del Amazonas, o de una joven refugiada que se ve forzada a mantener relaciones sexuales para conseguir comida o suministros, o de una empleada de un pequeño negocio de Londres despedida de su trabajo por ser una persona “difícil” tras denunciar una conducta sexual inapropiada por parte de su jefe.

En todos los casos, una y otra vez, estos casos de abuso derivan de la confianza que tienen los autores de que no habrá una represalia significativa, de que no se recurrirá a la ley, de que no se tendrán que dar explicaciones.

Sin embargo, todas y todos tenemos derecho a vivir la vida sin la amenaza de la violencia. Esto es cierto para todas las personas, sin tener en cuenta su género, su edad, su raza, su religión, su origen étnico o casta, independientemente de su nivel de ingresos, su orientación sexual, su estado serológico respecto del VIH, su ciudadanía, el lugar donde vivan o cualquier otro rasgo de su identidad.

La violencia contra mujeres y niñas se puede evitar. Hay muchas maneras de prevenir la violencia en un principio y de detener la repetición de los ciclos de violencia.

Como sociedad, podemos respaldar la aprobación e implementación de leyes que protejan a las niñas y las mujeres ante el matrimonio infantil, la mutilación genital femenina, la violencia doméstica, las agresiones sexuales y el acoso, y podemos promover que se evalúe y se haga un seguimiento debidamente de su impacto.

La prestación de servicios esenciales para las personas sobrevivientes de la violencia debe ser integral, multisectorial, libre de prejuicios, de buena calidad y accesible para todas las personas, sin excepción.

Estos servicios constituyen la primera línea de respuesta para aquellas personas cuyas vidas se han visto truncadas; la dignidad y la seguridad de la persona sobreviviente deben ser las preocupaciones centrales de estos servicios.

La prevención de la violencia debe empezar en una etapa temprana. El sistema educativo y el personal docente están en contacto con niñas y niños y jóvenes y pueden transmitir los principios de igualdad, respeto y actitudes no violentas a las generaciones futuras. Para ello, es necesario contar con un plan de estudios apropiado y comportamientos que sirvan de ejemplo.

Lo que la etiqueta #metoo ha reflejado claramente es que todas y todos tenemos algo que aportar a la hora de hacer de la nuestra una sociedad mejor.

Debemos alzar la voz contra el acoso y la violencia en nuestras casas, nuestros lugares de trabajo, nuestras instituciones, los entornos sociales y a través de nuestros medios de comunicación. Los casos denunciados con la etiqueta #metoo demuestran que nadie está inmune. Con esto en mente, debemos adoptar medidas para prevenirlos, y al mismo tiempo estar en situación de responder adecuadamente.[related_articles]

En este amplio esfuerzo de poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas, entendemos que los hombres desempeñan un papel vital para lograr el cambio. Hacer frente al sexismo, al predominio masculino y a los privilegios masculinos como la norma de la sociedad empieza con la creación de masculinidades positivas.

Las madres y los padres pueden instilar principios de igualdad, derechos y respeto cuando educan a sus hijos varones; y los hombres pueden reprochar a sus compañeros comportamientos inaceptables aunque en realidad estos representen una pequeñísima parte del gran problema del acoso.

La esencia del tema de hoy de “Que nadie se quede atrás” es que nadie se quede fuera. Esto significa contar con las mujeres y las niñas en pie de igualdad e incluirlas en todos los asuntos que las conciernen, y diseñar soluciones para poner fin a la violencia junto con aquellas personas a las que antes se ha omitido, relegado o marginado.

Como comunidad mundial, ahora podemos poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas, transformar las instituciones y unir esfuerzos para erradicar la discriminación, restaurar los derechos humanos y la dignidad, y no dejar a nadie atrás.

Revisado por Estrella Gutiérrez

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