Manos de mujeres hilan mejores prácticas algodoneras en América Latina

Nelsy Romero, productora de algodón en el departamento de Tolima, en Colombia. Crédito: Aurelie Duray/FAO
Nelsy Romero, productora de algodón en el departamento de Tolima, en Colombia. Crédito: Aurelie Duray/FAO

Cuando Liliana Escurra volvió a Yataity, Paraguay, se encontró maravillada con la artesanía de la zona. Este distrito, donde nacieron sus abuelos, es considerado como la cuna y capital del bordado Ao Po´i. En el idioma guaraní, Ao Po´i significa “tela fina” o “prenda delicada”.

Este bordado tiene una historia muy importante para su población, cuyo 60 por ciento se dedica a la producción artesanal.

Fue así como Liliana decidió formar parte de la Cooperativa Multiactiva de Producción Artesanal de Ao Po´i, donde hoy es la presidenta, para contribuir a preservar y visibilizar el valor de la producción textil artesanal.

La cooperativa trabaja con el algodón como materia prima.

Actualmente, las personas asociadas realizan su labor en los distintos eslabones de la cadena productiva, en su mayoría mujeres que traspasan sus conocimientos a las siguientes generaciones.  En los últimos años, la cooperativa ha buscado comercializar en mercados más sostenibles mediante acuerdos justos y positivos.

Tanto en la producción como en la venta de los productos artesanales, la actividad generó mayores ingresos para las mujeres integrantes de la cooperativa. “Les da la posibilidad a las mujeres del campo de salir adelante” explica Liliana.

A pesar de sus avances, Liliana insiste en la importancia de seguir capacitándose y buscar innovaciones. En el 2017, participó en una ronda de negocios de la ExpoALADI, con el objetivo de ampliar su mercado.

Dos productoras revisan las flores de algodón nativo de colores, en el distrito de Mórrope, en el departamento de Lambayeque, en Perú. Crédito: Imanol Camblor/FAO
Dos productoras revisan las flores de algodón nativo de colores, en el distrito de Mórrope, en el departamento de Lambayeque, en Perú. Crédito: Imanol Camblor/FAO

Este año, gracias al apoyo del Proyecto +Algodón, PROMPERÚ y ADEX, Liliana representó a la cooperativa en un curso de capacitación en comercio exterior para pymes rurales, organizado por la FAO y la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI).

La experiencia de la cooperativa y los contactos logrados las llevarán a participar de las rondas de negocios de Expo ALADI 2018.

Asimismo, mediante el Proyecto +Algodón, las socias y artesanas de la cooperativa recibieron capacitaciones sobre diseño, mercadotecnia y gestión empresarial que permitieron mejorar sus procesos, haciendo sus prácticas y productos artesanales más sostenibles, con miras a amplificar su nicho de mercado.

Liliana considera que la participación de los jóvenes es fundamental en el proceso asociativo: “Necesitamos de ellos, los desafíos son muchos, necesitamos su fuerza y dinamismo; además el cúmulo de experiencia permite a las nuevas generaciones tener mejores capacidades para dar continuidad al proceso”.

Hoy, la Cooperativa Multiactiva de Producción Artesanal de Ao Po´i es un ejemplo de desarrollo y de preservación de identidad cultural.

Al rescate del algodón nativo

En el municipio de Charagua, en Bolivia, las mujeres indígenas se dedican a diversas actividades. Producen champú, se dedican a productos derivados de cupesi o plantas de la zona para producir café, chocolates y harina. Algunas también tienen crianzas de chivos, o se dedican a la panadería. 

Liliana Escurra, presidenta de la Cooperativa Multiactiva de Producción Artesanal de Ao Po´i, en Paraguay. Crédito: Aurelie Duray/FAO
Liliana Escurra, presidenta de la Cooperativa Multiactiva de Producción Artesanal de Ao Po´i, en Paraguay. Crédito: Aurelie Duray/FAO

La artesanía está presente en cada comunidad. Por generaciones, las mujeres han sembrado y transformado la fibra de algodón hilando en ruecas diseños ancestrales que cuentan su historia. Esa práctica les permite preservar su cultura y a la vez generar ingresos.

Sin embargo, frente a la disminución de la producción de algodón en los últimos años, las mujeres comenzaron a comprar hilo sintético en los mercados y ferias de su zona.

Apareció como la única alternativa para seguir confeccionando las artesanías. Pero según ellas, no es lo mismo y quieren volver a lo tradicional. “El algodón nativo no se despinta, y dura más que el hilo sintético” explica Eda, técnica responsable de género del nuevo gobierno autónomo del municipio.

En Charagua, las mujeres tienen participación directa en el diseño de los Planes Organizativos Anuales (POA) y pueden tomar parte en iniciativas específicas como el Programa de Apoyo a la Mujer Guaraní.

Rosa es representante de género en la zona de Alto Isoso y apoya en el tema de artesanía con talleres de sensibilización. “Nosotras como guaraníes, no queremos perder nuestra cultura, la costumbre de nuestros antepasados” confía ella. “La artesanía para nosotras es el punto estratégico para nuestra economía, y para la alimentación de la familia.”

Desde inicios de este año, en Charagua se llevan a cabo acciones para recuperar las semillas nativas de algodón en las comunidades, a fin de poner en valor su importancia fitogenética y cultural, para que las manos de estas mujeres sigan tejiendo el hilo que resguarda su memoria.

Mujeres algodoneras promueven mejores prácticas productivas

En América Latina y el Caribe, el cultivo de algodón se remonta a hace más de 5.000 años y representa un legado cultural y económico muy importante: el 80 por ciento de las unidades productivas algodoneras son de la agricultura familiar.

Eda Parada, técnica responsable de género en el municipio de Charagua, en Bolivia, sumándose a la campaña de Mujeres Indígenas, Mujeres visibles. Crédito: Aurelie Duray/FAO
Eda Parada, técnica responsable de género en el municipio de Charagua, en Bolivia, sumándose a la campaña de Mujeres Indígenas, Mujeres visibles. Crédito: Aurelie Duray/FAO

Las mujeres rurales dedicadas al algodón participan en todos los eslabones de la cadena de valor, principalmente en la preparación del terreno, la siembra, el monitoreo de la cosecha, la destrucción del rastrojo, así como en la elaboración y comercialización de textiles y artesanías.

Las mujeres productoras de algodón también desempeñan una función clave en la seguridad alimentaria de sus familias, debido a sus conocimientos sobre la producción vegetal, la biodiversidad, el cuidado de las semillas, así como el manejo de los suelos y otros recursos.

Sin embargo, pocas veces las mujeres se benefician de todo el fruto de su esfuerzo, sobre todo cuando tienen menos posibilidades de agregar valor a sus productos, o cuando su acceso a los mercados se ve limitado por las serias transformaciones que ha sufrido la industria textil.

Por esta razón, uno de los mayores desafíos en el rubro algodonero, y en muchos otros, es potenciar una participación más equitativa entre hombres y mujeres, y poner en valor el rol de las mujeres rurales como pequeñas empresarias y sujetas de políticas públicas.

Para lograr la sostenibilidad del sector algodonero de la región, no sólo es necesario transitar hacia prácticas productivas más cuidadosas con el medioambiente, sino también transformar los contextos de desigualdad y dotar de capacidades a las mujeres rurales.

Solo así será posible establecer condiciones más justas en todos los eslabones de la cadena productiva.

Este artículo fue publicado originalmente por la Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe, en el marco de la campaña regional #MujeresRurales, mujeres con derechos. IPS lo distribuye por un acuerdo especial de difusión con esta oficina regional de la FAO.

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