Ser trans en Uruguay, la historia de Delfina Martínez

La activista y mujer trans Delfina Martínez, cuyos derechos comienzan a ser garantizados por la nueva Ley Integral para Personas Trans, vigente desde octubre en su país, Uruguay. Crédito: Mery Parrado
La activista y mujer trans Delfina Martínez, cuyos derechos comienzan a ser garantizados por la nueva Ley Integral para Personas Trans, vigente desde octubre en su país, Uruguay. Crédito: Mery Parrado

Con tan solo cinco años ya se sentía mujer. Aprovechaba los momentos que estaba sola en su casa, le pasaba llave a la puerta para que nadie la sorprendiera y se ponía vestidos. “Era el único momento del día en el que me sentía yo”, recuerda la uruguaya Delfina Martínez.

Hoy tiene 29 años y ya no esconde su identidad. Ella no tiene trastornos, no está enferma, no pretende llamar la atención, ni está equivocada. Simplemente siente y expresa un género diferente al que la sociedad espera de acuerdo al sexo biológico con el que nació. Eso es ser trans, así de simple.

El Primer Censo Nacional de Personas Trans, realizado en 2016 en Uruguay, relevó un total de 933 personas trans en este país de 3,3 millones de personas, de las cuales 88 por ciento son mujeres trans.

Asimismo el estudio evidenció datos significativos sobre las consecuencias que generan la discriminación y estigmatización sobre el conjunto de la población trans.

Muchas veces, experimentan la discriminación en sus propios entornos familiares como consecuencia de su cambio de identidad y son incluso expulsados de sus hogares a temprana edad.[pullquote]3[/pullquote]

En este aspecto, Delfina reconoció que su familia siempre la apoyó y la aceptó como era, pero es consciente de que esto no le pasa a la mayoría de amigas y personas trans de su entorno.

La activista contó que desde la niñez tuvo claro que se identificaba más con lo femenino, pero que su identidad la fue construyendo en varias etapas a medida que fue socializando. “Un día entró una amiga de mi madre a casa y me vio con un vestido, fue un escándalo. En ese momento entendí que eso estaba socialmente mal visto”, expresó.

Delfina pasó su infancia y adolescencia escondiéndose para sentirse mujer y reprimiendo mucho de lo que sentía. Criada en el seno de una familia evangelista, que iba todos los domingos a la iglesia, confesó que muchos de los conceptos que escuchaba en este ámbito la limitaron en muchos aspectos.

“Yo le pedía a Dios que me curara”, confesó.

Le llevó algunos años comprender que eso no iba a suceder porque lo que le pasaba no era una enfermedad de la que debía curarse.

El tiempo pasaba y Delfina seguía identificándose más con su hermana que con sus hermanos varones. “Mi hermana mujer veía en mí una veta artística que yo debía desarrollar, ella supo siempre que yo no era igual a mis hermanos varones y me llevó a hacer talleres que tenían que ver con lo artístico”, contó.

En la escuela siempre tenía amigas mujeres y no hacía las mismas cosas que los varones, pero de todas formas se guardó lo que sentía durante toda la etapa escolar. La activista manifestó que en su etapa escolar sufrió violencia y acoso por parte de un compañero y que cuando lo comunicó a las autoridades de la institución, nunca tomaron cartas en el asunto.

A los 15 años contó en su entorno que le gustaban los varones y comenzó definirse como gay ante la necesidad de encontrarle un nombre a lo que pasaba, aunque no estaba del todo definida su identidad.

“Hablé con mis padres y les dije que no esperaran que trajera una novia a la casa porque eso no iba a pasar. Tenía que decirlo para no tener esa presión de ocultarlo y poder vivirlo naturalmente, y en todo ese período me construí un personaje para poder encajar socialmente”, narró.

Transición y activismo

Recién a sus 21 años Delfina tomó la decisión de ser fiel a lo que sentía. “Conocí a la primera persona trans y en ese momento logré identificarme y dejar de tenerle miedo a la palabra trans”. A partir de entonces, Delfina emprendió el camino a la transición, proceso en el cual perdió su trabajo y comenzó a dedicarse al comercio sexual.

“Cuando le confesé a mis padres mi identidad y les dije que quería vivir mi vida así, ya había procesado que podía ser rechazada, e incluso tenía pensado un lugar adonde ir. Pero me aceptaron y me dijeron que no tenía necesidad de mudarme”, dijo.

Delfina buscaba trabajo formal y nadie la contrataba, por lo cual decidió irse a Buenos Aires y continuar en el comercio sexual en aquel país. Se pasaba el día encerrada en un apartamento, atendiendo llamadas telefónicas de sus clientes y pensando de qué manera ser más atractiva para poder abarcar más clientes y continuar su construcción física.

Según contó, todas las personas trans que la rodeaban estaban en la misma situación que ella; no estudiaban y ejercían la prostitución, por lo que a ella le costaba vislumbrar otro horizonte.

Un día, tras relacionarse con mucha gente, sucedió algo que le cambió la perspectiva: conoció el activismo.

“Viviendo en Buenos Aires, un amigo me invitó a ver un documental de Juan Tauil, en el Festival Asterisco, sobre el activismo travesti. Fue un día muy importante para mí, me hizo cambiar la perspectiva de vida porque hasta este entonces mi construcción había sido siempre desde un lugar físico y estético”, confesó.

Ese día conoció a un grupo de activistas, como Lohana Berkins, Diana Sacayan y Naty Menstrual, y el vínculo con estas personas la estimuló a buscar otras realidades posibles.

“Comencé a ver un horizonte nuevo que iba más allá de lo físico y me di cuenta de lo que me faltaba intelectual y espiritualmente”, rememoró.

Luego de este descubrimiento, Delfina tomó impulso y decidió volver a Uruguay, finalizar su trámite registral, que tenía pendiente, y culminar el liceo para tener más herramientas para poder reinsertarse laboralmente y dejar atrás el comercio sexual.

“Cuando llegué de Argentina me acerqué a Unión Trans para arrancar con el activismo y comencé a nutrirme de otros paradigmas para poder pensarme”, dijo.

Delfina habló sobre las dificultades de transitar este proceso en un país donde su identidad no es reconocida y subrayó la urgencia de que se apruebe la Ley Integral para Personas Trans.

“Yo tengo la suerte de que no fui expulsada de mi familia y en este sentido estoy salvada de muchas cosas que les toca vivir a otras trans. La mayoría está en situación de calle o en refugios y ejerciendo la prostitución; muchas veces son violentadas, les roban y viven con miedos”, denunció.

“La gente se piensa que nosotras caemos en la prostitución porque queremos o porque vivimos deseosas de tener sexo. Se piensa que las personas trans prácticamente salimos de una película porno, pero la realidad es muy lejana. Nadie merece pasar por esa experiencia”, agregó.

Delfina contó que por todos estos motivos, comenzó a luchar desde la militancia y que ha estado muy comprometida con la aprobación de la nueva ley para poder aportar algo que mejore la calidad de vida de la población trans.

Nueva ley para reconocer derechos 

Actualmente, en Uruguay, además de los procesos de discriminación y exclusión, las personas trans experimentan graves problemas en las situaciones más cotidianas, como el simple hecho de acceder a un baño en lugares públicos o lograr que los llamen por su nombre social en ámbitos educativos, laborales o institucionales.

La nueva Ley Integral para Personas Trans, aprobada el 19 de octubre por el parlamento bicameral y promulgada siete días después por la Presidencia,  garantiza el pleno ejercicio de los derechos de las personas trans que viven en el país.

Para ello, considera la situación de exclusión y discriminación que enfrenta esta población y aborda distintas dimensiones de la vida, como la salud, educación, trabajo, vivienda y cultura.

Otro de los cometidos de la nueva ley es la modificación del trámite de cambio registral de nombre y sexo, que en caso de aprobarse, pasaría a ser una gestión administrativa y no judicial como en la actualidad.

También cuenta con un apartado dedicado a garantizar el acceso a intervenciones quirúrgicas y tratamientos hormonales sin autorización judicial o administrativa.

Si bien se registraron  avances en los últimos dos años en este terreno, han sido casi exclusivamente en la estatal Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) y se pretende que el sistema de salud en su totalidad destine recursos para abordar estas necesidades. Por otro lado, busca un acto de justicia reparadora hacia las personas que sufrieron persecución estatal durante la dictadura cívico militar y el período inmediato posterior.

Por último, la legislación cuenta con artículos dedicados a agregar cargos vacantes en el Estado, capacitación, formación y becas estudiantiles para personas trans y a reconocer a esta población como un grupo prioritario para el acceso a la vivienda.

Actualmente, se están juntando firmas en diferentes puntos del país con la finalidad de visibilizar el tema.

La precariedad laboral, la violencia, la discriminación en ámbitos educativos, laborales y sanitarios, la expulsión de los hogares familiares a temprana edad y consecuentemente la soledad son algunas de las situaciones que transforman a las personas trans en una población vulnerable y con un promedio de vida menor al de las personas no trans.

Delfina opinó que la legislación tiene que ir acompañada de un cambio en la mentalidad. “La sociedad tiene que estar culturalmente capacitada para defender los derechos trans y entender que somos seres humanos igual que el resto”, concluyó.

Este artículo fue publicado originalmente por el semanario Caras y Caretas, que se edita en Montevideo. IPS reproduce una versión revisada, en acuerdo con esa publicación, después que su autora se hizo merecedora de un premio por este texto, tras su participación en el seminario-taller “Cómo aplicar los ODS a la agenda periodística. Profundizando en la transformación hacia sociedades sostenibles”, realizado en Montevideo y organizado por la Fundación de las Naciones Unidas e IPS-Inter Press Service.

Revisión: Estrella Gutiérrez

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