El trabajo decente sigue lejos para mujeres latinoamericanas 

Mujeres indígenas venden artesanías en un mercado en la calle, en la turística ciudad de Antigua, en Guatemala. La venta ambulante es una de las actividades, casi siempre en situación informal, en que deben refugiarse las mujeres en América Latina, ante la persistente falta de empleo decente para ellas. Crédito: Mariela Jara/IPS
Mujeres indígenas venden artesanías en un mercado en la calle, en la turística ciudad de Antigua, en Guatemala. La venta ambulante es una de las actividades, casi siempre en situación informal, en que deben refugiarse las mujeres en América Latina, ante la persistente falta de empleo decente para ellas. Crédito: Mariela Jara/IPS

Las mujeres latinoamericanas ganan en promedio una quinta parte menos que los hombres por cada hora trabajada, en uno de los hechos que retratan las persistentes inequidades en el campo laboral, que mantienen lejos en la región la meta de igualdad en las remuneraciones para 2030.

El peruano Hugo Ñopo, economista regional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), aseguró a IPS que la disparidad de género en materia de empleo en la región se observa también en la menor participación laboral de mujeres, mayor tasa de desempleo y menos horas de trabajo por semana.

“Estas son desigualdades que se van acumulando de modo tal que cuando uno mira el total de ingresos laborales generados por la sociedad, del total dos tercios son generados por hombres y solo un tercio por mujeres”, afirmó en la sede de la oficina regional del organismo en Lima.[pullquote]3[/pullquote]

El “Informe Mundial sobre Salarios 2018/2019: Qué hay detrás de la brecha salarial de género”, publicado por la OIT a fines del año pasado, destaca que la diferencia de remuneración entre hombres y mujeres no se explica solo por variables como educación y experiencia, sino que obedece a factores de orden cultural.

“Gran parte de la brecha laboral es resultado de variables que tienen que ver con condiciones como discriminación, estereotipos, sesgos inconscientes o la dedicación que mujeres y hombres dan a las taras domésticas, que al final de cuentas resulta ser una limitante para el desempeño laboral”, explicó Ñopo.

La peruana Clara Rivas, de 46 años, es contadora de profesión. Hasta 2017 se desempeñó en la administración pública, pero las dificultades para conciliar sus responsabilidades laborales y familiares la forzaron a renunciar.

“El jefe de mi área me asignaba inspecciones frecuentes al interior, yo le expliqué que podía viajar una vez al mes porque tenía dos hijas pequeñas, pero decía que él no haría preferencias conmigo por ser mujer. Le pedía que los traslados fuesen rotativos con mis compañeros, pero él siempre me los asignaba a mí”, contó a IPS.

Para Eva Machado, vocera en Perú del movimiento global Paro Internacional de Mujeres (PIM), durante el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, las sociedades latinoamericanas aprovechan la fuerza de trabajo femenina en condiciones desiguales, al mismo tiempo que no reconocen su aporte a la economía con las tareas en sus hogares, en el cuidado y en sus comunidades.

“Como trabajadora formal y con beneficios laborales, podría decirse que mi posición es privilegiada, aunque solo se cumplen conmigo derechos, lo que lamentablemente no sucede con la mayoría de mujeres en Perú”, afirmó a IPS la representante en el país de un movimiento iniciado a fines de 2016.

En promedio, al menos 60 por ciento de las mujeres ocupadas en América Latina lo hacen  en la economía informal, indican datos de ONU Mujeres, una tasa que sube hasta 10 puntos en Perú, según Machado.

Blanca García, de 50 años, barre la terraza de un hogar de clase media de Lima. Ella trabaja como empleada del servicio doméstico por días, en varios hogares de la capital de Perú. Su principal motivación es asegurar a su hija de 14 años una buena educación, que le permita un futuro laboral con plenos derechos y oportunidades. Crédito: Mariela Jara/IPS
Blanca García, de 50 años, barre la terraza de un hogar de clase media de Lima. Ella trabaja como empleada del servicio doméstico por días, en varios hogares de la capital de Perú. Su principal motivación es asegurar a su hija de 14 años una buena educación, que le permita un futuro laboral con plenos derechos y oportunidades. Crédito: Mariela Jara/IPS

Además, en la región la trabajadoras deben sumar las tareas domésticas, a su cargo mayoritariamente al igual que las del cuidado, y los aportes a sus comunidades u organizaciones en que participan, para mejorar la situación de su familia y su entorno, en lo que es una triple labor sobre sus hombros.

“Trabajamos más y ganamos menos, por eso en este 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, continuaremos levantando nuestro lema: ‘Si nuestras vidas no les importan, produzcan sin nosotras’”, expresó Machado.

El PIM ha hecho un llamado global a que las mujeres detengan su labor el viernes 8 de marzo por al menos una hora para hacer sentir en los países, tanto del Norte industrial como el Sur en desarrollo, el impacto del aporte de su trabajo productivo y reproductivo, como se llama al no remunerado que realizan en sus hogares.

Mejoran las leyes pero la remuneración sigue desigual

Los gobiernos latinoamericanos se comprometieron a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Pero en el ODS 8, el del trabajo decente, incluye como meta 5 lograr para ese año la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor. Pero sigue lejana.

En esta región de 646 millones de personas, la OIT estima que 117 millones de mujeres son parte de la población económicamente activa.  Pero enfrentan un mercado laboral con lastres que no se solventan solo con leyes orientadas a la equidad en el empleo.

El informe “Las mujeres, los negocios y la ley 2019: una década de reformas”, publicado el 27 de febrero por el Banco Mundial, destaca la importancia de los cambios laborales que se produjeron la última década en 187 países para enfrentar la discriminación de género.

Un índice establecido en el periódico informe con ocho indicadores (salarios, pensiones, acceso al empleo, manejo de recursos, maternidad, entre otros) establece la mejoría de los países latinoamericanos al pasar de un promedio de 75,4 a 79,09 de un máximo de 100 en cuanto a reformas para propiciar la paridad de género en el trabajo, con 39 modificaciones legales al respecto.

Medidas contra el acoso laboral, el acceso al empleo en condiciones paritarias, la prohibición del despido de trabajadoras embarazadas o la extensión del permiso de maternidad, jalonan las mejoras, según el estudio, pero el problema es que la legislación no se aplica adecuadamente.

Un aspecto relevante de esa dicotomía tiene que ver con la capacidad reproductiva de las mujeres en edad de trabajar.

Hugo Ñopo, economista regional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para América Latina y el Caribe, en su sede en Lima, donde analizó las razones de la persistente desigualdad laboral en la región y puntualizó que superar el problema requiere no solo políticas públicas, sino cambios de tipo cultural. Crédito: OIT
Hugo Ñopo, economista regional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para América Latina y el Caribe, en su sede en Lima, donde analizó las razones de la persistente desigualdad laboral en la región y puntualizó que superar el problema requiere no solo políticas públicas, sino cambios de tipo cultural. Crédito: OIT

Ñopo, el economista regional de la OIT, destaca que en las entrevistas para un empleo no se permiten las preguntas sobre ese tema o la maternidad, pero aun así todavía se realizan.

“Trasciende lo legal, es un problema que está en la raíz, y es que asignamos el costo de la maternidad, de nuestra función social reproductiva, a las mujeres, cuando en realidad dada su importancia debería ser distribuida de una manera más equitativa entre los hombres y las mujeres”, reflexionó el especialista.

¿Qué hacer entonces?

“Parte de la tarea es de los Estados con las políticas públicas, con la legislación, pero otra parte importante está en los hogares, en el reparto equitativo de las tareas entre las personas que comparten un techo”, planteó. [related_articles]

Eso, subrayó,  porque “otra parte del problema es cultural y eso se modifica, esa es la mirada optimista; solo que no sucede de un día para otro sino toma un tiempo, pero allí es donde entran las políticas públicas para sembrar las semillas del cambio”.

En sociedades machistas como las latinoamericanas, son parte de esos atavismos que las responsabilidades del hogar recaigan en las mujeres de la familia, o en trabajadoras del servicio doméstico a quienes se contrata muchas veces en condiciones de explotación.

Blanca García, quien migró desde una zona rural andina, es un ejemplo de ello. Trabaja como asistenta por días en  varias casas de Lima, con jornadas que muchas veces superan la jornada legal de ocho horas, para poder sostener su hogar con dos hijos de la que es el único sustento.

“A veces hay suerte y tienes una empleadora que te paga lo justo y respeta las ocho horas, pero en general empiezo a las siete de la mañana y acabo a las siete de la noche. Es duro, pero no he encontrado otra forma de ganarme la vida”, afirmó esta mujer de 50 años que por cada jornada gana en promedio 20 dólares.

Sobre el injusto panorama laboral para las mujeres en la región, Ñopo subraya que “las desigualdades existentes son demasiado amplias para que sean, entre comillas, justificables”. “Necesitamos un mundo un poco más equitativo para que todos, mujeres y hombres, puedan desarrollarse”, concluyó.

Edición: Estrella Gutiérrez

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