Bioeconomía, una llave para el desarrollo rural latinoamericano

La bioeconomía puede aportar un nuevo impulso al desarrollo rural en América Latina. Crédito: FAO
La bioeconomía puede aportar un nuevo impulso al desarrollo rural en América Latina. Crédito: FAO

La bioeconomía es una forma innovadora de impulsar el desarrollo rural en América Latina y el Caribe, destacó una nueva publicación regional presentada en la capital de Costa Rica.

El informe fue presentado en la Conferencia de Ministros de Agricultura de las Américas 2019, que se realizó en San José  entre el 29 y el 31 de octubre, y señala que el desarrollo rural es fundamental para enfrentar el aumento del hambre, la pobreza y el impacto del cambio climático en la región, por lo que debe estar al centro de las estrategias de gobierno.

El documento Perspectivas de la agricultura y del desarrollo rural en las Américas: una mirada hacia América Latina y el Caribe 2019-2020 fue elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

El informe plantea que una de las formas de potenciar ese desarrollo es mediante la bioeconomía, que es la utilización intensiva de conocimiento sobre los recursos, los procesos, las tecnologías y los principios biológicos para la producción sostenible de bienes y servicios en todos los sectores de la economía.

Biocombustibles, biogás, utilización de residuos biológicos y desechos agrícolas, textiles derivados de celulosa que reemplazan el uso de plásticos derivados de petróleo, polímeros en base a semillas de aguacate, bioetanol y biotecnología agrícola son algunas de sus aplicaciones actuales en la región.

Según el documento, la bioeconomía no solo es una oportunidad para la región debido a su amplia biodiversidad, recursos genéticos, diversidad de paisajes productivos y capacidad para producir biomasa, sino también una necesidad por el reto de encontrar nuevas rutas para un desarrollo rural y agrícola más sostenible e inclusivo.

La región contiene  50 % de la biodiversidad mundial conocida, 57 % de los bosques primarios y la mayor disponibilidad de tierras para cultivar.

“La bioeconomía permite aprovechar la riqueza biológica de la región para potenciar el desarrollo productivo, tiene la ventaja de promover un desarrollo bajo en carbono y resiliente, aprovecha los residuos de forma rentable, plantea el uso alternativo de la biomasa, genera cadenas de valor sofisticadas en industrias novedosas como construcción, farmacia y de cosméticos, y plantea el uso de las zonas rurales como biofábricas”, destacó Manuel Otero, Director General del IICA.

“El mundo rural y agrícola de América Latina y el Caribe es una pieza clave de la seguridad alimentaria mundial. Produce alimentos para cientos de millones, alberga 50 % de la biodiversidad global y tiene el 30 % de los suelos arables. El agro, los sistemas alimentarios y el medio rural son parte de la solución para dinamizar el desarrollo de la región y representan una enorme oportunidad que no podemos desaprovechar”, explicó Julio Berdegué, representante regional de la FAO.

Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la Cepal, destacó la importancia de fomentar en la región una bioeconomía que sea sostenible e inclusiva.

“Las contribuciones pueden ser múltiples; por ejemplo, a la producción agrícola sostenible y la seguridad alimentaria, nuevas oportunidades para la creación de empleo decente en nuevas cadenas de valor de base biológica, especialmente para las mujeres y los jóvenes, y conocimientos para la conservación, gestión y uso sostenible de la biodiversidad”, indicó la alta funcionaria de las Naciones Unidas.

Radiografía del mundo rural y agrícola

La publicación de Cepal, FAO e IICA presenta una radiografía completa del panorama agrícola y rural de la región. Una de sus principales conclusiones es la urgencia de impulsar el desarrollo rural por su alcance multidimensional: ofrece oportunidades agrícolas, alimentarias y productivas, así como posibilidades para un nuevo desarrollo energético y para enfrentar la pobreza, el hambre y el cambio climático.

Sobre la pobreza rural, el documento indica que la región pasó de 45,1 % a 46,4 % entre 2014 y 2017.

En cuanto a seguridad alimentaria, el número de personas subalimentadas llegó a 42,5 millones, por el incremento que se viene dando año a año desde 2014, mientras que el sobrepeso y la obesidad afectan al 7,7 % de los niños y niñas menores de 5 años y al 24 % de la población adulta.

En lo concerniente a la seguridad social, se revela que solo el 22 % de la población rural tiene acceso a cobertura rural del sistema de pensiones contributivas, muy lejos de lo que se observa en los territorios urbanos, donde alcanza el 54,7 % de la población.

Según el informe, se debe dar mayor impulso a programas de protección social como instrumentos de fomento productivo, asistencia urgente y reducción de desigualdades en los territorios rurales.

La publicación plantea que impulsar el desarrollo rural es fundamental para conservar la biodiversidad de la región.

Explica que los cambios de uso de suelo son responsables del 70 % de la pérdida estimada de la biodiversidad terrestre en la región, mientras que la degradación de la tierra productiva alcanza costos de oportunidad que equivalen a USD 60 000 millones anuales.

Sobre cambio climático y desastres naturales, el informe menciona que el desarrollo de las zonas rurales es fundamental para afrontar estos desafíos, ya que concentran 67 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de la región; la agricultura, la silvicultura y el cambio en el uso del suelo son responsables del 42 % de estas emisiones y el desarrollo energético representa el 25 % de los GEI.

Uno de los efectos del cambio climático, como es la mayor ocurrencia de desastres naturales, ya se deja sentir en la región.

Según la publicación, el número de personas afectadas por algún tipo de desastre natural relacionado a eventos climáticos extremos creció en 8,3 millones en la región, pasando de 2,7 millones en 1990 a 11 millones en 2017.

Este artículo fue publicado originalmente por la FAO América Latina

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