El sabor amargo del café…para los productores

Aunque el café es el producto tropical que más se comercializa y se cultiva en unos 50 países del Sur en desarrollo, no logra dar suficientes ganancias para los pequeños productores
Granos de café, recién cosechados y listos para secar en un cafetal de Uganda. Crédito: Will Boase/IPS

El café nunca ha sido tan popular como ahora que se consumen en todo el mundo unas 3000 millones de tazas cada día, en una tendencia ascendente, según estimó la Organización Internacional del Café (OIC) cuando promediaba 2019. Es el producto tropical que más se comercia y se cultiva en unos 50 países del Sur en desarrollo.

Las variadas etapas de la cadena de valor global del grano ya erogan beneficios anuales de 200000 millones de dólares.

Como otros productos básicos agrícolas y minerales, el café siempre acicateó la avidez de los capitales especuladores. Más aún con el salto de la demanda mundial que creció 50 por ciento en las últimas dos décadas y con el predominio del lucro financiero en el mismo período.

Prueba de cuan atractiva resulta la actividad para los inversores es la reciente decisión de la giganta de la alimentación mundial, Nestlé, empresa pionera en el rubro con la introducción en 1938 del café instantáneo o soluble, que acaba de aliarse con la cadena mundial de expendio de la bebida, Starbucks, para controlar 20 por ciento de ese rubro.

Esa es la cara rutilante y rentable de la actividad cafetera. La otra faz muestra un mundo de estrecheces con un enorme descenso de los precios del grano que se prolonga desde hace casi dos décadas y con unos 25 millones de caficultores que no reciben retornos suficientes para vivir o para sostener a sus familias, como reconoce la OIC.

Investigaciones independientes aseguran que los cafetaleros de África, Asia o América Latina y el Caribe perciben apenas un centavo de dólar por cada taza de café consumida, que en los países industrializados cuesta en promedio tres dólares.

“Desde todo punto de vista, esto ya no es más aceptable”, censuró la subsecretaria general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), la economista francesa Isabelle Durant, al inaugurar el 18 de febrero un taller, concebido para fomentar el desarrollo sostenible en los países exportadores de café, con participación de expertos y comerciantes internacionales del producto.

El café continúa desempeñando un papel esencial en el comercio internacional y para el desarrollo de un gran número de países del Sur.

Esto abarca una amplia gama de naciones, desde productores de ingresos medios como Brasil, Vietnam o Colombia, hasta los países menos avanzados, recordó Durant.

Las estadísticas de 2017 muestran que en seis países en desarrollo (Burundi, Etiopía,  Honduras, Nicaragua, Timor Oriental y Uganda), las exportaciones de café superaron 10 por ciento del total de sus ventas al exterior. Y en el caso de tres países (Etiopía, Honduras y Uganda), el café figuraba a la cabeza de sus productos exportados.

Una de las principales rémoras del negocio cafetero es la volatilidad de los precios.

De la observación de los precios mensuales del café entre 1990 y 2019 se desprende que figura entre los más volátiles de la lista de 34 productos agrícolas o basados en la agricultura.

En tales condiciones negativas para las inversiones, cómo pueden los campesinos planear la renovación de sus cafetos o las autoridades de sus países controlar sus gastos, preguntó la representante de Unctad.

En consecuencia, el comportamiento de los precios afecta la predictibilidad de los ingresos, especialmente en las zonas cafetaleras y representa una enorme amenaza para el sustento de los cultivadores, en su mayoría de pequeñas extensiones, y para las comunidades que dependen indirectamente del café, resaltó Durant.

Para corregir los efectos de la volatilidad se requieren políticas que mitiguen las consecuencias negativas de los precios sobre las finanzas públicas, los ingresos y las inversiones, como también la diversificación de la economía y de la exportación para alentar el cambio estructural, diagnosticó.

Otro aspecto saliente es el excesivo sesgo favorable a las empresas establecidas en los países ricos consumidores, en el momento de la redistribución del valor agregado extraído del proceso económico del café.

Solo una pequeña fracción del precio de venta de la taza y del producto en grano o molido llega al campesino que la produce, insistió Durant.

La clave del desequilibrio reside en que el proceso de transformación del café se realiza abrumadoramente en los países ricos, Estados Unidos y naciones de Europa, que importan 90 por ciento de la producción mundial para elaborarla.

El director ejecutivo de la OIC, el brasileño Jose Setté, expuso durante el taller el caso de Alemania, que importa gran parte de la producción de Vietnam, la elabora, tuesta y combina con variedades de otras procedencias para comercializar las mezclas finalmente como marcas propias, que exporta a países en desarrollo, en particular de África.

En apenas 30 años, Vietnam ha pasado de ser un productor irrelevante de café a su condición actual de segundo productor, solo superado por Brasil.

A comienzos de la década de los 90 el país asiático recolectaba 120000 toneladas anuales. En la actualidad, su cosecha asciende a 1,5 millones de toneladas.

La Unctad considera que para reparar los perjuicios ocasionados a los pequeños productores es esencial contar con la cooperación de todos los sectores involucrados en la actividad, en las esferas nacional e internacional.

Para ello se requiere abordar la falta de conocimiento sobre los mecanismos para obtener la certificación del carácter orgánico de la producción, la limitación de los servicios de extensión para ayudar a la producción sostenible/orgánica del café y el acceso a financiación o subvenciones para esa producción biológica.

Un último requisito alude a la ausencia de apoyo técnico y financiero por parte de los actores dominantes de la cadena de valor global del café –como minoristas o titulares de marcas- con respecto a los pequeños cultivadores interesados en transformar su café en una producción más orgánica y sostenible.

La producción mundial de café, según datos de la OIC de 2018, se elevó a 170 millones 223000 sacos de 60 kilogramos.

Los 10 primeros países productores eran Brasil, con 62 millones 944000 sacos; Vietnam, 29 millones 874.000; Colombia, 13 millones 866000; Indonesia, nueve millones 813000; Etiopía, siete millones 776000; Honduras, siete millones 328000; India, seis millones 2000; Uganda, cuatro millones 704000; México, cuatro millones 351000, y Perú, cuatro millones 135000.

El grueso de la exportación del período 2018-2019, unos 136 millones 130000 sacos, se repartió, detalla la OIC, entre la Unión Europea, que importó 86 millones 431000 sacos; Estados Unidos, con 31 millones 324000; Japón, ocho millones 112000; Rusia, cinco millones 777000; Suiza, tres millones 135000; Noruega, 806000 y Túnez, 546000.

Las variedades más comercializadas en el mundo son cuatro: arábicas suaves colombianas, otras arábicas suaves; arábicas naturales brasileñas y otras arábicas naturales, y robustas.

E: EG

 

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