América Latina tiene bajas sus defensas ante la pandemia

Los sistemas de salud en América Latina, ya deficitarios en su capacidad de atender a la población, especialmente a las capas pobres, encaran con debilidad y en grave riesgo la propagación de la pandemia covid-19. IPS ahonda en la situación de cuatro países para mostrar las diferentes debilidades y fortalezas de los sistemas sanitarios en la región
Congestión en los hospitales públicos es frecuente en América Latina aun sin que se presenten epidemias. Largas esperas y necesidad de recurrir al gasto de bolsillo para obtener asistencia médica, es una constante en la región. Foto: Cortesía de Integralatampost

Los sistemas de salud en América Latina, ya deficitarios en su capacidad de atender a la población, especialmente a las capas pobres, encaran con debilidad y en grave riesgo la propagación de la pandemia covid-19.

El bajo gasto en salud y la relativa escasez de camas en los hospitales son indicadores de que la mayoría de los Estados de la región no garantizan el acceso universal a esos servicios y se arriesgan a ser desbordados por la ola del coronavirus.

“Aún en sistemas de salud organizados y robustos los retos de una pandemia son muy rápidos, y mayores en los débiles como los de buena parte de América Latina. En epidemiología, si usted va a la cola de la epidemia, va a sufrir estragos”, observó a IPS el exministro de Salud de Venezuela (1997-1999), José Félix Oletta.

De los 630 millones de latinoamericanos y caribeños, 30 por ciento no tiene acceso regular a servicios de salud, principalmente por razones geográficas o de ingreso, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), filial de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La cifra calza con las de la pobreza según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que da cuenta de 185 millones de pobres, con más de 10 por ciento, 68 millones de personas, viviendo en pobreza extrema.

El promedio regional de gasto en salud está bajo cuatro por ciento del producto interno bruto (PIB) y apenas 2,2 por ciento es gasto de los gobiernos centrales, según cifras de Cepal y OPS.

Los gobiernos de la región se comprometieron en 2014 a elevar sus gastos en salud al menos a seis por ciento de su PIB, pero solo Cuba (10,6 %), Costa Rica (6,8 %) y Uruguay (6,1 %) han alcanzado esa meta.

Los países más industrializados gastan ocho por ciento del PIB en salud, entre 3000 y 4000 dólares por habitante al año, frente a unos 1000 dólares por persona en América Latina. En Argentina, Chile, Cuba y Uruguay se gasta alrededor de 2000 dólares por persona, pero menos de 400 en Haití, Honduras o Venezuela.

El gasto de bolsillo (el directo que hacen las personas al requerir un servicio) es bajo en Cuba, Costa Rica o Uruguay, (10 a 20 por ciento) y muy alto en otros como Venezuela (63 por ciento), Guatemala (54) o República Dominicana (45 por ciento).

Esos pagos directos que hacen las personas ilustran la insuficiencia de la oferta de salud pública, así como de la seguridad social o de los seguros privados, y el hecho de que las personas más pobres quedan como las más vulnerables pues a veces ni buscan atención, al considerar que no podrán pagarla.

Otro indicador es la cantidad de camas disponibles en los hospitales, aun sin medir la calidad de la infraestructura, dotación o eficiencia en esos establecimientos: el promedio regional es de 27 por cada 10 000 habitantes. Una porción, a veces muy pequeña, son camas para cuidados intensivos.

Pero además “no es suficiente tener hospitales y centros de salud. Deben combinar correctamente recursos humanos, infraestructura y equipamiento, medicinas y otras tecnologías sanitarias, para ofrecer atención de calidad», ha dicho la directora de la OPS, Carissa Etienne.

Si progresa en la región la actual pandemia covid-19, Bolivia, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Paraguay y Venezuela son “los países latinoamericanos que conllevan más riesgos”, según la OPS.

Hospital Universitario de Maracaibo, la "capital petrolera" de Venezuela, en el oeste del país. Grandes infraestructuras no garantizan un buen servicio de calidad, porque se requiere personal calificado, dotación de equipos y tecnología adecuada, advierte la OPS. Foto: SAHUM
Hospital Universitario de Maracaibo, la «capital petrolera» de Venezuela, en el oeste del país. Grandes infraestructuras no garantizan un buen servicio de calidad, porque se requiere personal calificado, dotación de equipos y tecnología adecuada, advierte la OPS. Foto: SAHUM

IPS ahondó en la situación de cuatro países para mostrar las diferentes debilidades y fortalezas de los sistemas sanitarios en la región.

Brasil, persistencia de la desigualdad

El país más grande de la región, con 211 millones de habitantes, desarrolló en las últimas tres décadas un Sistema Único de salud pública, con programas como Más Médicos, Farmacias Populares y Salud de Familia, éste último para que localmente un equipo de médico, enfermero y auxiliares atienda hasta 3000 personas.

Más Médicos empleó hasta 18 000 galenos, más de la mitad cubanos, en barrios y pueblos apartados del Brasil profundo, pero se achicó desde diciembre de 2018 con la ruptura política entre Brasilia y La Habana que implicó el abrupto retorno a la isla de miles de profesionales.

Se ahonda la brecha social, pues la salud pública, con 44 por ciento de las camas hospitalarias, debe atender a 75 por ciento de los habitantes, mientras que las clínicas privadas tienen más de la mitad de las camas para 25 por ciento de la población.

En 2009 Brasil contaba 18,7 camas por cada 10 000 habitantes, mermadas a 17,2 en 2017, la mitad en cuatro de sus 27 estados, en el sureste más rico. Tiene 47 000 camas de cuidados intensivos, pero por cada una en el sistema público -ya ocupadas en 90 por ciento- hay 4,6 en el sector privado de salud.

Brasil “no está preparado para enfrentar la epidemia del coronavirus, no tanto por falta de recursos, sino por su mala distribución, mucha desigualdad en el acceso a los servicios, mala gestión y falta de equidad,”, dijo a IPS el epidemiólogo Eduardo Costa, asesor de cooperación internacional de la Escuela Nacional de Salud Pública.

Cuba, medicina para exportar 

El sistema de salud cubano, que se presenta por el gobierno socialista como uno de los logros de su revolución, es todo público y de acceso gratuito para su población de 11,2 millones, con 90 médicos por cada 10 000 habitantes, según cifras oficiales.

Aunque no hay datos precisos de cuántas de sus 47 000 camas son de cuidados intensivos –y hay quejas en la población por demoras para ingresar a cirugías no urgentes-, el ministro de Salud, José Ángel Portal, dijo que la isla dispone de 274 camas para atender a pacientes graves por coronavirus y prevé agregar otras 200.

Un programa bandera de Cuba es el de sus misiones de cooperación médica internacional, iniciado en 1963 y que ha llevado a 407 000 médicos, técnicos y auxiliares a 164 países, bajo las modalidades de cooperación gratuita a países pobres, de gastos compartidos a otras naciones y como fuente de ingresos en algunos casos.

Los ingresos anuales por este rubro  -29 000 médicos laboraron durante 2019 en 65 países- pasan de 6000 millones de dólares. Para la pandemia covid-19 Cuba apresta 14 brigadas médicas con 600 integrantes, de los cuales más de la mitad son mujeres.

Chile preparado, aunque nunca es suficiente

Para la población chilena, de 18,7 millones de habitantes, la cobertura de salud es pública para 14 millones, privada para tres millones, y tienen un sistema aparte 400 000 integrantes de las Fuerzas Armadas, según normas establecidas por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), que la democracia no ha modificado, al igual que otros sectores neurálgicos, como la educación.

Todos los trabajadores aportan obligatoriamente el siete por ciento de su salario a la institución de salud que decidan. Quienes se atienden en el sector público sufren largas esperas, que pueden ser de semanas o meses para obtener una hora de consulta y hasta más de un año para una cirugía.

Esas falencias nutrieron las protestas que durante meses protagonizaron los chilenos desde el 18 de octubre de 2019 y que se apaciguaron ante el compromiso de reformar la Constitución, herencia de la dictadura.

Chile tiene 22 camas hospitalarias por cada 10 000 habitantes, en total cerca de 32 000 con 3300 para emergencias, las que el gobierno busca llevar a 5200 para enfrentar la covid-19.

Nelly Alvarado, docente de la Universidad Diego Portales y especialista en salud pública, dijo a IPS que “la capacidad sanitaria nunca va a ser suficiente ante una situación inesperada que viene del resto del mundo”.

Precisó que las camas de cuidados críticos “nunca han sido abundantes ni en Chile ni en el mundo. Son costosas y de altísima complejidad, porque se requiere junto a ella equipamiento sofisticado y personal especializado”.

Venezuela, al borde del colapso

Las estadísticas oficiales de salud desaparecieron de Venezuela a lo largo de la década y en su lugar estudios de organizaciones no gubernamentales coinciden en señalar que el sistema asistencial está al borde del colapso y que el país se encuentra en una situación de “emergencia humanitaria compleja”.

Venezuela, con unos 30 millones de personas, está en el fondo de las tablas regionales en cuanto a gasto en salud y disposición de camas hospitalarias. La oenegé Médicos por la Salud informó que durante 2019 hubo fallas de electricidad en 63 por ciento de 40 grandes hospitales que vigila, y de suministro de agua en 78 por ciento.

Barrio Adentro, programa iniciado en 2003 y que llevó miles de médicos cubanos a sectores populares, casi ha desaparecido y la mayoría de sus locales han cerrado.

“Estamos de últimos en una lista de la OPS sobre la preparación de 33 países del hemisferio para enfrentar la covid-19”, dijo Oletta, “y la pandemia llega tras retrocesos en campañas de vacunación y de contención de enfermedades prevenibles que han resurgido, como la malaria, el sarampión y la tuberculosis”.

La crisis de salud es parte del desplome general de los servicios básicos que desde hace cinco años acompaña la recesión económica y desde hace tres la hiperinflación, animando el éxodo de casi cinco de los 32 millones de habitantes de Venezuela. Entre quienes emigraron se cuentan más de 22 000 médicos, según sus gremios.

América Latina, rezagada en su atención e inversión a la salud, debería atender el llamado de María Neira, directora de salud pública en la OMS: “Algo que todos hemos olvidado es que de la inversión en salud pública no hay que arrepentirse, siempre será una inversión rentable”.

Este artículo contó con los aportes de Ivet González, desde La Habana, de Mario Osava desde Río de Janeiro, y de Orlando Milesi, desde Santiago de Chile.

E: EG

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