Las crisis de 2020 aplazan la transición hacia energías limpias

El desplome petrolero, la recesión global y la incertidumbre sobre la magnitud de la pandemia covid-19 reabrirán el apetito por la energía fósil, más barata, y aplazarán inversiones en las renovables, afectando a las metas del Acuerdo de París y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)
Operarios trabajan en los paneles solares de la planta El Romero, con capacidad para 196 megavatios, en la desértica regióin de Atacama, en el norte de Chile, un país que se ha propuesto desarrollar su potencial de energía fotovoltaica. Foto: Acciona

El desplome petrolero, la recesión global y la incertidumbre sobre la magnitud de la pandemia covid-19 reabrirán el apetito por la energía fósil, más barata, y aplazarán inversiones en las renovables, afectando a las metas del Acuerdo de París y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Los países del Sur, y en particular los exportadores de petróleo, se verán afectados como proveedores para economías que retroceden y como requirentes de inversiones en energías limpias, en un mundo que competirá rudamente por la recuperación con costos bajos, advirtieron especialistas consultados por IPS.

Las crisis, “en vista de la abundancia y bajos precios del petróleo, lejos de acelerar un cambio de era, dejando atrás los combustibles fósiles y abrazando las energías renovables, pospondrán por un largo tiempo esa búsqueda retratada en los ODS”, aseveró el experto petrolero venezolano Elie Habalián.

El ODS 7, que propone energía asequible y no contaminante, tiene entre sus metas “aumentar considerablemente la proporción de energías renovables en el conjunto de fuentes energéticas” a las que recurre el planeta.

Calza con el Acuerdo de París sobre cambio climático, suscrito en 2015 y que entra en vigor a fines de este año, donde se incluyen medidas de transición energética: contribuciones nacionales que reemplacen las energías fósiles por las más limpias, con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, para contener el incremento de las temperaturas en 1,5 grados centígrados.

Esos compromisos se confrontan con el impacto de la pandemia covid-19, causante de una recesión de tres por ciento de la economía mundial en 2020 y de seis puntos en grandes países del Norte como Estados Unidos y del Sur como Brasil.

Con ese pronóstico “pareciera que los esfuerzos de los gobiernos tenderán a sostener y profundizar el sistema extractivista, hidrocarburos incluidos”, dijo la investigadora María Marta di Paola, de la argentina Fundación Ambiente y Recursos Naturales.

En 2018, según la trasnacional británica BP, el consumo mundial de energía primaria (disponible en la naturaleza antes de ser transformada) fue de 13 865 millones de toneladas equivalentes de petróleo (MTEP), con predominio de las fuentes fósiles: petróleo 33,6 por ciento, carbón 27,2  y gas 23,8 por ciento.

Más limpia, la hidroelectricidad representó 6,8 por ciento y las energías estrictamente consideradas renovables (solar, eólica, geotérmica, marina, biomasa) apenas aportaron 561 MTEP, 4,04 por ciento.

El Acuerdo de París, destinado a adaptarse y mitigar la emergencia climática, eestablece que los países en desarrollo demorarán más en cumplir lo pactado y que las reducciones a que se obligan se realizan sobre bases de equidad y en el contexto de su lucha contra la pobreza y por el desarrollo sostenible.

Pero ante las crisis provocada por la pandemia, muchos de los 196 países firmantes “buscando aprovechar la capacidad instalada y regular impactos en el empleo y el consumo, flexibilizarán normas ambientales y desaprovecharán la oportunidad de comenzar una transición energética limpia, justa e inclusiva”, dijo Di Paola.

Lisa Viscidi, del centro de análisis Diálogo Interamericano, basado en Washington, señaló que “aunque actualmente las tasas de retorno (rendimiento esperado) son más altas para energías renovables que para las fósiles, hay indicios de que será difícil atraer inversiones en energía solar o eólica antes de que se recupere la demanda”.

Vista de una planta de gas en Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos, un gran exportador de hidrocarburos. La perspectiva de su abundancia y precios más bajos en medio de la crisis augura intensa demanda y empleo de los combustibles fósicles en el corto y aún en el mediano plazo. Foto: ADNOC
Vista de una planta de gas en Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos, un gran exportador de hidrocarburos. La perspectiva de su abundancia y precios más bajos en medio de la crisis augura intensa demanda y empleo de los combustibles fósicles en el corto y aún en el mediano plazo. Foto: ADNOC

Mencionó “el desplome de la demanda eléctrica a causa de la cuarentena (por la covid-19), que impacta con fuerza, cancelándolas, las subastas de renovables”, un mecanismo de compra-venta de electricidad entre proveedores y distribuidores.

Con los desplomados precios del petróleo, gobiernos como los latinoamericanos “no se inclinarán por ahora hacia energías renovables, calculando que pueden tener mayores costos”, apuntó Viscidi, responsable del área de Energía en su organización.

Pero también al pasar la actual crisis mundial de salud “la economía pospandemia pondrá obstáculos insalvables para muchos países del Sur global, en el camino para alcanzar una transformación de su matriz energética”, opinó Alejandro López-González, experto en sostenibilidad de la española Universidad Politécnica de Cataluña.

Ello, argumentó, porque “la transformación de esa matriz en los países del Sur depende del intercambio de materias primas con los industrializados”, es decir, de contar con buenos mercados y precios para sus productos, que proporcionen ingresos con los cuales implantar energías más limpias.

En todo el Sur la recesión global se traducirá en menos exportaciones, cierre de empresas, pérdida de empleos, menores ingresos fiscales e inhibición de inversiones, según pronósticos de entes multilaterales, dejando sin recursos iniciativas intensivas en capital y tecnología, como hacerse con granjas de energía solar o de viento.

Actualmente, desde ese Sur, apenas India, con plantas de energía solar y eólica, y Brasil (eólica y biomasa) escoltan a los gigantes poseedores de nutridas instalaciones de energías limpias no convencionales: China, Estados Unidos, Alemania y Japón.

Por lo demás, en 2018 las energías renovables representaban solo 9,3 por ciento, 2480 de los 26 615 teravatios (1 Tw = 1000 millones de kilovatios) de generación eléctrica en el mundo, versus 10 100 Tw aportados por el carbón, 6189 por el gas y 4193 por las fuentes hídricas.

Peter Fox-Penner, del Instituto de Energía de la estadounidense Universidad de Boston, señaló en un artículo distribuido por The Conversation que “las reducciones de la demanda impulsadas por la economía afectarán las nuevas instalaciones de renovables”.

Ello porque “las empresas de servicios públicos ajustarán sus presupuestos y diferirán la construcción de nuevas plantas. Las que fabrican células solares, turbinas eólicas y otras tecnologías de energía verde dejarán de lado sus planes de crecimiento y adoptarán medidas de austeridad”, en el marco de la recesión global.

Pero también juegan “factores compensatorios, al menos en los países ricos” para instalar plantas de renovables, como los objetivos de energía limpia en leyes y regulaciones, y la presión de la opinión pública para que se cierren centrales eléctricas operadas con carbón, comentó Fox-Penner.

Petróleo en escena 

En esa línea, el economista venezolano José Manuel Puente pronosticó que “la transición energética se va a dar, cada vez hay más regulaciones, autos eléctricos e híbridos, y el problema que tendremos en Venezuela, Nigeria o México es quedarnos como países pobres con un depósito de barro negro en el subsuelo”.

López-González también es partidario de que países como Venezuela -con un enorme potencial para la energía eólica por los fuertes, constantes y direccionados vientos alisios que azotan su noroeste- se empleen a fondo en la producción de hidrocarburos para poder financiar cambios en su matriz energética.

Peso esas estrategias quedaron suspendidas para los socios de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), y para otros productores de crudo, al derrumbarse los precios del crudo, al punto de que el 20 de abril alcanzó valores negativos, un hecho inédito en los 160 años de economía de hidrocarburos.

El crudo West Texas Intermediate, de referencia en Estados Unidos, se cotizó ese día en el mercado de futuros de Nueva York a -37 dólares el barril de 159 litros, 50 dólares por debajo de su precio de apertura en la jornada, 13 dólares.

El precio cayó porque, con los depósitos repletos de crudo y derivados, ningún comprador quería obligarse a recibir los cargamentos pactados para entregas ese “lunes negro”, y preferían asumir el costo de deshacerse del compromiso.

Esa jornada ilustró el declive de la demanda que avanzaba desde  antes del arribo del coronavirus a Europa y América, y la cual forzó en marzo un difícil acuerdo de reducción de oferta entre los 11 socios de la OPEP y otros 10 exportadores.

La recesión atizada por la covid-19 implicará que el mundo consumirá este año 30 por ciento menos, 70 millones de barriles diarios en vez de los 100 millones de 2019.

Esta crisis petrolera “trae muy malas noticias para los productores del Golfo, Rusia, México, Venezuela y otros: es el fin de la renta absoluta, y la minimización extrema de la renta diferencial del petróleo”, dijo Habalián, quien fue gobernador de Venezuela ante la OPEP.

Los Estados exportadores de petróleo se beneficiaron por años de su fijación de los precios de referencia del producto antes de que llegase a los mercados y además, a partir de la amplia brecha entre costos y precios, pecharon las ganancias sobre ganancias para obtener ingresos que resultan pulverizados con la actual crisis.

Otras afectadas son decenas de empresas que quiebran o están en peligro de hacerlo, pues la creciente demanda y buenos precios del petróleo les permitían extraer, principalmente en Estados Unidos, petróleo y gas de esquisto (lutita) mediante el mecanismo de fracking (fracturación hidráulica), cuestionado ambientalmente.

Finalmente, el panorama energético se impactará con las conductas que los consumidores internalicen y expresen al paso de la pandemia –como su empleo de la energía o la demanda de viajes- o con cambios en las relaciones laborales tras la extensa experiencia de trabajo no presencial, practicado en esta universal cuarentena.

Ed: EG

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