Energía solar compensa falta de servicios en el campo argentino

Teddy Cotella delante de los paneles solares que instaló en 2018 en su finca en la provincia argentina de Santiago del Estero. Se trata de una zona con escasa infraestructura, a la que no llega el servicio eléctrico de la red. Antes producía electricidad con generadores que consumían unos 20 000 litros de combustible diesel anualmente. Foto: Cortesía de Teddy Cotella
Teddy Cotella delante de los paneles solares que instaló en 2018 en su finca en la provincia argentina de Santiago del Estero. Se trata de una zona con escasa infraestructura, a la que no llega el servicio eléctrico de la red. Antes producía electricidad con generadores que consumían unos 20 000 litros de combustible diesel anualmente. Foto: Cortesía de Teddy Cotella

Quienes cultivan arroz en la provincia argentina de Entre Ríos parecen mecánicos. “Andan siempre engrasados, porque transportan todo el tiempo combustible diesel, para sus bombas de agua”, dice el productor Arturo Deymonnaz. Él, sin embargo, no tiene ese problema, porque cultiva el cereal con energía solar.

La finca de Deymonnaz está en la localidad de Villa Elisa, en el centro-oriental de Argentina, cerca de uno de los puentes por los que se cruza a Uruguay. El es productor ganadero de toda la vida –igual que su padre y su abuelo-, pero en 2018 incursionó en el arroz, tentado por un ingeniero agrónomo que le aseguró que puede cultivarse con energía limpia.

“Esta zona es tradicionalmente arrocera, pero muchos han dejado de cultivarlo porque se gasta tanto dinero en combustible que ya no es rentable. Aquí el arroz se siembra en noviembre y se cosecha en abril. Son 100 días con las bombas funcionando durante las 24 horas para sacar agua de los pozos para el arroz”, cuenta a IPS.

Deymonnaz sostiene que a él sí le es rentable el cultivo de arroz, gracias a que saca agua de un pozo de 48 metros de profundidad, con dos bombas alimentadas por 36 paneles solares fotovoltaicos, en su finca de 300 hectáreas, de las que 10 dedica ahora a la siembra del cereal.

“Yo le digo mi arrocera solar. No gasto en combustible y no tengo que soportar el ruido ni el chorro de humor que lanza el motor”, cuenta el productor, quien además instaló un sistema de mangas plásticas con compuertas para limitar el altísimo consumo de agua del arroz. Estima que así ha logrado un ahorro hídrico de al menos  30 por ciento.

El caso de Deymonnaz es representativo de un fenómeno que crece en este país del Cono Sur americano, con 44 millones de habitantes, que es la tercera economía latinoamericana  y en la que la actividad agropecuaria aporta cerca de 13 por ciento del producto interno bruto (PIB).

De acuerdo al último Censo Nacional agropecuario realizado en ese país sudamericano, en 2018, de los 162 650 establecimientos rurales que utilizan algún tipo de energía, 25 850 tienen paneles solares.

En el cultivo del arroz, las bombas de agua son de gran potencia, por lo que no pueden ser abastecidas a las conexiones eléctricas convencionales. Incluso las fincas que tienen electricidad suministrada por la red tienen que recurrir a generadores que funcionan con combustible diesel.

Arturo Deymonnaz es la tercera generación de su familia dedicada a la ganadería. Pero hace dos años incursionó en el cultivo de arroz, que produce únicamente con energía solar, en el norte de Argentina. Los productores arroceros de la zona utilizan bombas de gran potencia para extraer de los pozos la enorme cantidad de agua que requiere el cultivo, y que antes se extraía con un alto consumo de diesel. Foto: Cortesía de Héctor Pirchi
Arturo Deymonnaz es la tercera generación de su familia dedicada a la ganadería. Pero hace dos años incursionó en el cultivo de arroz, que produce únicamente con energía solar, en el norte de Argentina. Los productores arroceros de la zona utilizan bombas de gran potencia para extraer de los pozos la enorme cantidad de agua que requiere el cultivo, y que antes se extraía con un alto consumo de diesel. Foto: Cortesía de Héctor Pirchi

“En Entre Ríos, el costo del combustible está haciendo desaparecer a los pequeños productores. Solíamos tener unas 100 000 hectáreas de arroz, pero el año pasado se sembraron la mitad. Por eso la energía solar es una solución”, explica a IPS Héctor Pirchi, especialista en arroz del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).

Pero la energía solar no se limita a Entre Ríos: se está extendiendo por los campos, como se llaman en Argentina además de las tierras rurales a las explotaciones agropecuarias,  en todo el país.

Debido a la cuarentena que desde marzo rige en Argentina por la pandemia de la covid-19, IPS entrevistó por teléfono desde Buenos Aires a distintos productores agropecuarios, empresarios del rubro energía solar y especialistas en diferentes provincias del país.

Teddy Cotella, quien produce soja, maíz, trigo y garbanzo en el norte, está fascinado con la energía solar. Su campo, de 3000 hectáreas, está en la provincia de Santiago del Estero, a unos 12 kilómetros de la red de transmisión eléctrica más cercana, por lo que durante casi 20 años se manejó con generadores.

“Consumía unos 20 000 litros de diesel año solo para generación eléctrica. A los se quejan de la cuenta de la empresa de electricidad, yo les digo que prueben con no tener servicio eléctrico”, afirma.

En 2018 Cotella colocó paneles solares junto a baterías de litio, que almacenan electricidad para la noche o los días lluviosos, Con ellos abastece a las tres casas y todo el consumo que hay en el campo.

“Quienes tienen la red eléctrica lejos de sus campos no deben dudarlo. Yo incluso pondría paneles solares en una casa en la ciudad”, afirma Cotella, quien asegura que en solo tres años se recupera la inversión que requieren los equipos solares.

Agritur, un establecimiento agropecuario de 9000 hectáreas en la provincia de San Luis, en el centro de Argentina, donde en 2019 se colocaron 1800 paneles solares, con una potencia de 600 kilovatios, que aportan la mitad del consumo eléctrico de la estancia. Sus cultivos son todos mediante sistema de riego, porque en la zona la lluvia solo aporta 500 milímetros anuales. Foto: MWh Solar
Agritur, un establecimiento agropecuario de 9000 hectáreas en la provincia de San Luis, en el centro de Argentina, donde en 2019 se colocaron 1800 paneles solares, con una potencia de 600 kilovatios, que aportan la mitad del consumo eléctrico de la estancia. Sus cultivos son todos mediante sistema de riego, porque en la zona la lluvia solo aporta 500 milímetros anuales. Foto: MWh Solar

El norte argentino pertenece en su mayor parte al ecosistema del Chaco, la gran llanura boscosa que se extiende también por Bolivia y Paraguay. En esta región están las provincias más pobres de Argentina y la infraestructura es escasa, por lo que los parques solares pequeños cambian vidas.

Ariel Ludueña es dueño de Ener One, una compañía de energías renovables  que desde 2017 ya ha colocado unos 2500 paneles solares en el norte argentino.

“Estoy convencido de que la energía solar va a seguir creciendo muy especialmente en esa zona, porque les da independencia a los productores agrícolas. Hay campos que están a 80 kilómetros de las redes de transmisión eléctrica y a los que no es fácil trasladar combustible, porque los caminos de acceso no son buenos”, dice Ludueña desde la occidental provincia de Córdoba.

Uno de los clientes de Ludueña es Ignacio Pisani, un ingeniero en producción agropecuaria que hace 30 años se mudó de Buenos Aires a la noroccidental provincia de Salta, para dedicarse al campo.

Pisani tiene la línea de transmisión eléctrica a 15 kilómetros y, cuando solicitó a las autoridades provinciales que la extendieran, le respondieron que la obra tenía que pagarla él y que el costo le quedaría como un crédito para el consumo de electricidad. Era, por supuesto, una inversión desproporcionada, para un pequeño productor.

Así, Pisani se manejaba con un generador no solamente para darle luz a su casa y las de sus trabajadores, sino también para bombear agua para sus vacas y para el sistema de riego por goteo que usa para cultivar cebolla, sandía y alfalfa, en su terreno de 1500 hectáreas. En esa zona del Chaco la lluvia es escasa y se concentra en los meses del verano austral.

El pozo de donde se extrae agua para el cultivo de arroz y al fondo los paneles solares que dan energía a la bomba, en la finca Colonia Mabragaña en la provincia argentina de Entre Ríos. El arroz consume enormes cantidades de agua, pero en esta explotación agrícola un sistema de mangas plásticas y compuertas permite reducir en al menos 30 por ciento la huella hídrica del cultivo. Foto: Cortesía de Héctor Pirchi
El pozo de donde se extrae agua para el cultivo de arroz y al fondo los paneles solares que dan energía a la bomba, en la finca Colonia Mabragaña en la provincia argentina de Entre Ríos. El arroz consume enormes cantidades de agua, pero en esta explotación agrícola un sistema de mangas plásticas y compuertas permite reducir en al menos 30 por ciento la huella hídrica del cultivo. Foto: Cortesía de Héctor Pirchi

“El generador me traía muchos problemas: un gran consumo de combustible, ruido, necesidad de comprar repuestos… Y veía que nunca iba a llegar el servicio eléctrico. Por eso me decidí en 2018 por la instalación de un parque solar con 50 paneles que cubre todas las necesidades”, cuenta Pisani.

El productor financió la obra con su propio capital, tras comprobar que en Argentina hay un discurso favorable a la energía renovable y apegado a lo políticamente correcto, pero que  difícilmente se traduce en apoyo financiero concreto.

“Recorrí todas las entidades públicas y privadas para buscar apoyo, pero nadie me ayudó”, dice Pisani, quien junto con los paneles tiene 16 baterías que le permiten garantizarse electricidad hasta por tres días en caso de que el tiempo esté nublado.

En ese sentido, más incierto parece el escenario para los grandes establecimientos agropecuarios, que son actores clave del comercio exterior argentino. Los productos agroindustriales representaron en 2019 un 42,6 por ciento de las exportaciones totales, de acuerdo a datos oficiales.

“La tecnología solar se encuentra en constante evolución y la reducción de costos la vuelve una de las tecnologías más competitivas, limpias y eficientes para establecimientos agroindustriales”, dice desde Buenos Aires el economista especializado en energías renovables Matías Irigoyen,

“Si bien su implementación a nivel nacional dependerá de la política energética que se lleve adelante, en varias provincias ya resulta la solución más conveniente”, agrega Irigoyen, quien también es socio de la empresa MWh Solar.

En 2019, la compañía instaló 1800 paneles en un establecimiento agropecuario de 9000 hectáreas de la provincia de San Luis, en el centro del país.

Se trata de un gran consumidor de electricidad que compra energía directamente en el mercado mayorista y desde entonces cubre la mitad de su demanda con energía solar.

“Además de que las empresas agropecuarias pueden favorecerse económicamente con las energías renovables, lo interesante es que también pueden acceder a nuevos mercados internacionales, por la demanda creciente de productos con una menor huella de carbono”, concluye Irigoyen.

Ed: EG

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